tag:blogger.com,1999:blog-41920191920843401592024-02-21T00:20:23.258-08:00Noticias que hacen historiaDesde mediados del siglo XIX la prensa dio voz a los intereses que se habían hecho ideologías.
En este blog esas noticias se convierten en historias independientes que explican, desde el pasado reciente, el presente de Avilés.Unknownnoreply@blogger.comBlogger43125tag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-76018761570905892592015-12-06T02:10:00.000-08:002015-04-03T09:14:32.288-07:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEheYR1COpgxu0ac2xeRC1S3HppbR_DqA4eUohfddHDUOgKd-oAmMw0vKJSi5Qq364gmrWtcafA2x6gXICL-IEWLnUeX4UgCKT38r1DqqSAaDzuFJZv-Mb5zIa0Yl_iAjfyZDRLoZ1eizNc/s1600/underwood+3.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><br />
</a></div>
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsYo_pGzs9uIZkgekLT1Yz0cOiwH1Mxh7knBfqg1LWFtqXY4uoclvTJx87NIQv7gcArwyLhrWqS6p9aHwAq79DFfKKN9HvCvhCKiVt4-IFe2yOr229xMNbdxxvHZT47xlhhUbykclPM4M/s1600/underwood+3.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsYo_pGzs9uIZkgekLT1Yz0cOiwH1Mxh7knBfqg1LWFtqXY4uoclvTJx87NIQv7gcArwyLhrWqS6p9aHwAq79DFfKKN9HvCvhCKiVt4-IFe2yOr229xMNbdxxvHZT47xlhhUbykclPM4M/s320/underwood+3.jpg" height="241" width="320" /></a><span style="font-size: large;">Ha<span style="text-align: right;">ce más de veinte años que la historia local es una de las líneas de investigación de </span></span><br />
<br />
<h2>
<span style="font-size: large;"><a href="http://juancarlosdelamadrid.blogspot.com.es/">Juan Carlos De la Madrid.</a></span></h2>
<span style="font-size: large;">Los textos que aquí se recogen corresponden a una serie publicada en las páginas de La Nueva España. Resume las aportaciones de sus muchos libros sobre Avilés e incluye noticias jamás publicadas. Su idea es mostrar como el difícil carácter de esta ciudad bipolar, siempre amiga del frentismo y de las dobles versiones, tiene un origen remoto que coincide, más o menos, con la aparición de la prensa. Noticias de los siglos XIX y XX, unas grandes y otras de apariencia modesta, se recuperan aquí para viajar al nacimiento de historias varias y toparse con muchas explicaciones y algunos problemas aún sin resolver en el Avilés actual.</span><br />
<span style="font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-size: large;">Otros blogs del autor:</span><br />
<span style="font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-size: large;"><a href="http://playasfrias.blogspot.com.es/">Playas frías.</a></span><br />
<span style="font-size: large;"><a href="http://avilespatrimoniohistorico.blogspot.com.es/">La herencia de los siglos.</a></span><br />
<span style="font-size: large;"><u><a href="http://varietesdelayer.blogspot.com.es/" target="_blank">Varietés.</a></u></span><br />
<span style="font-size: large;"><a href="http://futbolynacionalismo.blogspot.com.es/" target="_blank">Una patria posible. Fútbol y nacionalismo en España.</a></span><br />
<a href="http://lacarreradeamerica.blogspot.com.es/" target="_blank"><span style="font-size: large;">La carrera de América.</span></a><br />
<u style="background-color: white; text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><a href="http://plagioycopia.blogspot.com.es/" target="_blank">Plagio y copia</a> </span></u><br />
<u style="background-color: white; text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><a href="http://lahistoriadeandarporcasa.blogspot.com.es/" target="_blank">La historia de andar por casa</a></span></u><br />
<br />
<br />
<img src="http://www.cedro.org/images/banners/blogs.gif.tmb?size=120&sfvrsn=6" />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-56142300571933349382015-12-05T11:00:00.000-08:002015-12-25T02:59:52.581-08:00QUINCE AÑOS DE 1000 AÑOS<br />
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgod-q6SCPL7kB-T3Ghw2I542duP7DkHBY2q9pJ4FdkGeQ5JrxjHYOnk0jh2s0Glx9U9aGtocKQqYIEez3bZZpiFmMVVTI-0WQI7XN9stT8mGfQpCww44tf56evUQOn59Ysixp4ob0FhVw/s1600/libros+noticias+2.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="384" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgod-q6SCPL7kB-T3Ghw2I542duP7DkHBY2q9pJ4FdkGeQ5JrxjHYOnk0jh2s0Glx9U9aGtocKQqYIEez3bZZpiFmMVVTI-0WQI7XN9stT8mGfQpCww44tf56evUQOn59Ysixp4ob0FhVw/s640/libros+noticias+2.JPG" width="640" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Las cuatro ediciones de <i>Avilés. Una historia de Mil años</i> entre
otros libros del mismo autor sobre esta ciudad.</span></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Tal día como mañana hará tres
lustros que salía a la calle la primera edición de <i>Avilés, una historia de mil años</i>. Se celebraba el Día del Libro del
año 1997. Ahora, que se vuelve a celebrar ese Día, hemos decidido ampliar la
conmemoración con el nacimiento de una serie de artículos. Es un festejo. Se
trata de recordar la aparición de aquella obra escribiendo una temporada sobre
la historia de Avilés.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Como
todos los lectores pueden imaginar, aquel trabajo fue muy importante para su
autor. Es muy difícil hablar de <i>Una
historia de mil años</i> teniendo en cuenta que su autor y el de este artículo
son la misma persona, pero callar sería una injusticia con un texto que ha
marcado un antes y un después en el estudio de la historia de Avilés.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Tradicionalmente
la historia local, en casi todas partes, era terreno para eruditos y curiosos.
Gente con buena voluntad, pero sin formación en esta materia, que se encargaba
de recopilar, con su gusto personal, anécdotas, imágenes, documentos y
reliquias varias del pasado de la villa. Crónicas, hijos ilustres, sucedidos o
fábulas que pasaban por ciertas, se ensartaban sin criterio científico, para
contar solo lo bueno, local y lejano. Pocos conflictos. El siglo XX no existía,
más allá de alguna fiesta o esclarecido hijo. Los pueblos no se situaban en el
mundo. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Sin duda esta era
una opción respetable y hasta agradable, pero no profesional. <i>Una historia de mil años</i> fue otra cosa.
Una historia total. Científica, moderna, e inserta en las novedades de la
investigación. Es, en realidad, la única historia de Avilés completa y
redactada con criterios profesionales.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Esa obra es la
responsable de la preocupación reciente por el patrimonio y la historia de
Avilés. Una materia que, cuando nació, despreciaban algunos de los que hoy se
sirven de ella. Ahora le interesa a toda una generación de vocaciones tardías
de ignota procedencia, a las autoridades, a los medios de comunicación, a los
editores y hasta a la calle.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<i>Una historia de mil años</i> es también el
creador de una marca. Esos Mil años de historia urbana que, en efecto, han dado
un título, un capital y un orgullo a Avilés. Y mucho de que hablar. Es un
símbolo que otras investigaciones se encargarán de matizar más temprano que
tarde. Ya no es raro que jóvenes investigadores, con formación y empuje,
dediquen sus trabajos a Avilés. Pero esa marca continuará siendo una referencia
fundamental para saber quienes somos. Una villa milenaria.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
La serie que
hoy comienza es, como digo, un festejo, pero también es un recuerdo a otros
trabajos. En primer lugar a <i>Paralelo 38</i>,
hijo reconocido de<i> Una historia de mil
años</i> que, antes de ser libro, nació como una serie aparecida en las páginas
de <st1:personname productid="La Nueva Espaa." w:st="on"><i>La Nueva España</i>.</st1:personname> Hace ya 12 años. Será un ejemplo
en cuanto al estilo. El mismo tipo de artículo. A la vez informativo,
divulgativo y con un enfoque periodístico y literario. Que se lea sin
dificultad y que informe de cosas a veces muy pequeñas, otras no tanto, pero
que siempre merezcan la pena.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Para ello he vuelto la vista atrás repasando
otros libros que han marcado mi quehacer: <i>El
patrimonio artístico de Avilés, Cuando Avilés construyó un teatro</i>, <i>El Eco de Avilés</i>, <i>Cien años en primera página</i>, <i>Un
siglo de recortes</i>, <i>Prensa y sociedad
en una villa del Cantábrico… </i>Es justo recordarlos también cuando se habla
de su hermano mayor. Llevan la celebración aún más atrás de esos redondos 15
años. Los recordaré usando algunos de sus materiales y aportando otros
totalmente nuevos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
A diferencia
de <i>Paralelo 38</i> esta serie no seguirá
un orden cronológico. Aquella tenía la misión de retratar, de forma ordenada,
el siglo XX. En esta los artículos irán saltando en el tiempo con el fin de
darle mayor interés. De hacerla menos previsible y más entretenida al fin.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Que no tenga
un orden (cronológico) no quiere decir que no vaya a tener un concierto. Desarrolla
una idea fija. En estos tiempos tan duros, de crisis económica y parálisis
generalizada, en nuestra tierra ha vuelto a aflorar el frentismo y el
desacuerdo. Siempre ha sido mi teoría que ese espíritu viene de lejos. No tanto
como mil años, pero sí como dos siglos. Aparece en el momento que los intereses
se vuelven ideologías que hay que defender cara a la opinión pública. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Esta serie
nace para retratar esos tiempos lejanos buscando una explicación a los
presentes. Para contar acontecimientos de los siglos XIX y XX. El nacimiento de
la prensa, de la opinión publicada, será el pivote sobre el que bascule todo lo
que aquí se va a contar. Es su límite remoto y es su referencia formal. Estos
artículos se llamarán <i>Noticias que hacen
historia</i>. Son, por tanto, el producto de la intersección entre la historia
y la prensa.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Y como hoy las
ciencias adelantan que es una barbaridad, si algún día se pierden la entrega,
podrán recuperarla sin dificultad en este blog. Aquí todos están recogidos en
la dirección que al pie de cada artículo se publica.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
Pues eso. Que
hace 15 años de <i>1000 años</i> y en los
domingos que siguen a éste se va a celebrar de la mejor forma posible, contando
episodios de la historia de Avilés para quienes tengan la cortesía de leerlos.
Son noticias de la historia; noticias que hacen historia.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El
domingo nos vemos. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Publicado en <i>La Nueva España</i>, en 22-IV-2012.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-60670898373206255742015-12-04T02:20:00.000-08:002015-03-03T11:43:28.235-08:00CON EL JALEO DEL TREN. Viaje a los orígenes de la ciudad bipolar<br />
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikV2VNRN8WHmcsphuD8-p8FmoQj8C8Va9OZQZ4-xkrEDD_UdokbfC1S8u21vfAjPGiJg7NjOF4j2w6J-EpzrjLDJ_1fpL4Ev7q3C8M47beXlb93tOobvkirsmR2rPl1SPqa7jdF-Ui1a4/s1600/Locomotora+y+garrotes+copia.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikV2VNRN8WHmcsphuD8-p8FmoQj8C8Va9OZQZ4-xkrEDD_UdokbfC1S8u21vfAjPGiJg7NjOF4j2w6J-EpzrjLDJ_1fpL4Ev7q3C8M47beXlb93tOobvkirsmR2rPl1SPqa7jdF-Ui1a4/s640/Locomotora+y+garrotes+copia.jpg" height="640" width="398" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: 12pt;">Los dos garrotes que enmarcaron la llegada del
ferrocarril y de otros proyectos importantes para Avilés, sirven aquí de palio
a la primera locomotora </span><br />
<span style="font-size: 12pt;">(montaje: Miguel De <st1:personname productid="la Madrid" w:st="on">la Madrid</st1:personname>).</span></td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
La llegada
del ferrocarril es la metáfora del Avilés contemporáneo. El de la villa que
busca el proyecto definitivo que la lance al progreso, pero que, cuando lo
tiene a tiro, es incapaz de ponerse de acuerdo. Los intereses y la opinión
cavan sus trincheras y el tiempo se pierde en largas guerras de posiciones y
victorias pírricas. Ningún avance. Al final, cuando se levanta el campo, no
queda más que un paisaje devastado por los obuses. Las divisiones internas
malogran el presente y complican el futuro. Y así pasan los siglos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
Todo empezó
un veintitrés de junio de 1889. Era domingo y era de noche. Noche de San Juan.
En la plaza de <st1:personname productid="la Constitucin" w:st="on">la
Constitución</st1:personname>, frente al ayuntamiento, aguardaban grupos
dispersos de hombres en espera de la danza de mujeres que retornaba de Rivero.
Como dicen las coplas de la danza prima, esa noche había que dormirla con
cuidado.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
No muy lejos
de allí, en el campo de Caín, otros que no dormían iban formando una tropa
singular. <i>Sabugueros</i>, aldeanos del
contorno, liberales <i>teverganos</i> y
trabajadores de las obras del puerto. Una arenga y en marcha. Llevaban garrotes
y navajas. Hubo testigos, sin duda exagerados, que entre la oscuridad de la
noche quisieron ver trescientas sombras. Muchas sombras parecen. Pocos no eran.
Ascendieron a buen paso la calle de <st1:personname productid="La C£mara" w:st="on">La Cámara</st1:personname> y entraron en la plaza como cuña gigante
que arremetió contra los grupos dispersos de quienes esperaban para escuchar y
repetir coplas satíricas por el asunto del ferrocarril. Carreras, insultos,
cristales rotos en casas de Rivero, El Muelle, y el café del Louvre. Golpes,
muchos golpes, mientras las autoridades miraban para otro lado. Hay quien dice
que dos tenientes de alcalde y un concejal encabezaban la tropa. Tanto da. Sólo
al día siguiente el gobernador de la provincia envió doce guardias civiles a
las órdenes de un teniente. Ya era tarde. La refriega había dejado diez heridos
y una llaga difícil de cerrar que partía en dos a una villa a punto de estrenar
un siglo nuevo. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
Ese siglo
llegaba antes de tiempo. En el verano de 1890, con el ferrocarril, el progreso
moderno anticipaba la centuria venidera. Ésa fue la causa del enfrentamiento.
Los intereses políticos y económicos se hicieron garrote y, con él, los <i>cantistas</i> del marqués de Teverga
lograron dominar a la otra parte de Avilés que quería edificar la estación en <st1:personname productid="La Industria" w:st="on">La Industria</st1:personname>, solar más
propicio a los intereses del resto de caciques, encabezados por el marqués de
Ferrera. Las manos fueron el final de una larga pendencia, pero también el
principio de una lucha de intereses que tiñó de ira toda la primera década del
siglo XX.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
Este pórtico
sirve de guía útil para que cada quien vaya interpretando la historia más
reciente de Avilés manejando unas claves que no han dejado de repetirse desde
entonces: progreso y regreso, proyectos y <i>antiproyectos</i>,
caciquismo irreconciliable, puerto y ferrocarril, división imposible de soldar.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
El progreso
de las condiciones más óptimas en las que murió el siglo XIX y empezó el siglo
XX, que acabó gastándose de inmediato cuando la suerte cambió y el puerto de El
Musel ascendió entre la incapacidad de los avilesinos para aprovechar sus mejores
bazas. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
A lo largo de
los años siempre ha sido así. A una fase de progreso, a veces casual, le sigue
una fase de regreso, de decadencia, en la que la ciudad queda sonada por los
golpes del infortunio sin saber como levantarse. A principios del siglo XX fue
por el ferrocarril y el puerto, al final del siglo por la siderurgia. Nace el
siglo XX en la abundancia y muere en la escasez. Llega el XXI con las mejores
promesas y se topa con las peores realidades.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
El
caciquismo, las banderías, los propagandistas envidiosos, ignorantes y
resentidos, los proyectos no conseguidos, los políticos de corta talla y tosco
talle para sortear dificultades, se venían fraguando desde mediados del siglo
XIX y llegaron, con variaciones, a pervivir a lo largo de todo el siglo XX. Una
clase dominante bien asentada vio ascender al grupo de los débiles
atrincherándose en su poder y controlando sus propios intereses, casi siempre
económicos, para arrojarlos sin misericordia al contrario con desprecio por la
prosperidad de la villa. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
Siempre hubo
al menos dos grupos. Dos entre los poderosos o el de éstos y los débiles. Jamás
hubo acuerdo. Nunca objetivos comunes. La envidia y el exterminio del contrario
fueron las manos que movieron los garrotes de final del siglo XIX. Las que
empuñaron las venganzas de la guerra civil en el XX. Las mismas que a finales
de ese siglo fueron incapaces de sumar y no restar, de acordar y no confrontar,
de colocarse bajo la misma bandera para dar salida a los muchos males de la
ciudad. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
Y al fin todo
volvió: el problema del ferrocarril, el de dónde poner la industria, el de por
dónde hacer crecer la ciudad, el de hacer grande a un puerto que siempre ha
sido pequeño, el de apostar por un proyecto de todos para afrontar el siglo XXI.
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
El principio
es el final. Aquí se ve como era necesario irse a aquella lejana noche en la
que los caciques y los garrotes fueron los mismos que se arrastraron a lo largo
del siglo en Avilés.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
Todo había
empezado en aquella noche de San Juan. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
Publicado en <i>La Nueva España</i>, 29-IV-2012</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<br /></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-48533115584400239442015-07-12T06:43:00.002-07:002015-07-12T06:43:33.558-07:00ABAJO PERISCOPIO<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguGCua2eNq4jJJmJ_6L-vpq3NC7zXD2XTWaFYE56vKKlmv47YhPyaPk7q7gY8JzG_QeH5OJEYODlZN1bQz5ZylR6tcrrkTTSYfOMtq05IVRWqtrL3ZTOyaSk7PoQ-EcoDPOT3yFi6ksq8/s1600/Abajo+el+pericopio+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="416" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguGCua2eNq4jJJmJ_6L-vpq3NC7zXD2XTWaFYE56vKKlmv47YhPyaPk7q7gY8JzG_QeH5OJEYODlZN1bQz5ZylR6tcrrkTTSYfOMtq05IVRWqtrL3ZTOyaSk7PoQ-EcoDPOT3yFi6ksq8/s640/Abajo+el+pericopio+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" width="640" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">El terror de la Gran Guerra hizo imaginar
amenazas letales desde las profundidades de Avilés <br />Infografía: de Miguel De la
Madrid.</span></td></tr>
</tbody></table>
<span style="font-size: large;"><br /></span>
<div style="border-bottom: dotted windowtext 3.0pt; border: none; mso-element: para-border-div; padding: 0cm 0cm 1.0pt 0cm;">
<div class="MsoNormal" style="border: none; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; mso-border-bottom-alt: dotted windowtext 3.0pt; mso-padding-alt: 0cm 0cm 1.0pt 0cm; padding: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; line-height: 115%;"><span style="font-size: large;"> El
8 de mayo de 1915 los titulares de una edición extra del “The New York Times”
gritaban al mundo en grandes caracteres: “El Lusitania hundido por un
submarino, probablemente 1.260 muertos; dos torpedos lo hundieron en 15 minutos
frente a las costas irlandesas; Whashington cree que se avecina una grave
crisis”. La primera de las guerras planetarias y, con ella el rumbo de la
historia, estaban a punto de cambiar. Y ustedes se preguntarán ¿Eso que tiene
que ver con Avilés? Mucho. No se impacienten, que habrá para todos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; line-height: 115%;"><span style="font-size: large;">Sabido es que España permaneció neutral
durante la Primera Guerra Mundial, mientras su sociedad se dividía entre
germanófilos y aliadófilos. Pero eso no quiere decir que la guerra no influyera
en España, en su economía y en sus negocios. Que se lo digan a Victoriano Fernández
Balsera y a esos bellos almacenes que, achacosos y desaprovechados, aún se
asoman a la ría. La neutralidad permitió vender a los países en guerra, fue un
período de prosperidad fugaz muy mal rentabilizada, pero próspero al fin. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; line-height: 115%;"><span style="font-size: large;">La neutralidad le daba a España un
privilegiado papel de observador. Se seguía la guerra. Los periódicos
informaban desde sus primeras del movimiento de los frentes, de todas las
acciones y las previsiones. Esas mismas informaciones provocaron el despegue de
los noticiarios en el aún joven cinematógrafo. El público, también el de
Avilés, sabía mucho de trincheras, de ofensivas y de emboscadas, pero lo del
Lusitania era distinto, una primera vez, y tuvo enormes consecuencias.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; line-height: 115%;"><span style="font-size: large;">La guerra submarina fue una de las
novedades que trajo aquella enorme contienda. El recurso con el que los
alemanes contrarrestaron el poderío de la Armada británica “cazando” barcos de
suministros en el Báltico y el Atlántico. Pero el Lusitania no era un carguero,
sino un trasatlántico lleno de civiles. Los alemanes se enteraron de que
llevaba la panza llena de municiones norteamericanas y no tuvieron piedad.
1.198 víctimas: 785 pasajeros (94 niños) y 413 tripulantes. 124
norteamericanos. Hay quien dice, todavía hoy, que es un asunto sin resolver.
Que si, además de los torpedos, hubo una explosión interna. El centenario de la
Gran Guerra llena al suceso de esos misterios y conspiraciones que tanto gustan
a la moda actual, pero lo cierto es que, entonces, abrió un nuevo período en el
que cualquiera podría ser un objetivo militar y, además, dio argumentos a los
partidarios de que los Estados Unidos entraran en la guerra.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; line-height: 115%;"><span style="font-size: large;">A partir de aquello, en Asturias como en
otros lugares, una psicosis colectiva se apoderó de nuestros paisanos y de sus
periódicos, plagados a diario de noticias sobre la guerra submarina. Y aún más.
Se creyeron objetivo militar, diana de los próximos torpedos, escenario de un
inminente desembarco. Su suponía que, para que los súbditos del Káiser
extendieran su guerra submarina, necesitaban bases de aprovisionamiento en la
costa, pues aquellos primeros submarinos eran lentos y de corta autonomía. A
partir de entonces se empezaron a ver, a imaginar y a denunciar espías por
doquier. Y las páginas de los periódicos lo reflejaron, dejando pistas de casos
que les parecieron muy claros. Por ejemplo, alguien vio a un alemán haciendo
fotos y tomando apuntes en Covadonga, a otro fotografiando y anotando lo que
veía en la Campa Torres gijonesa, o a un último teutón al que algunos
localizaron explorando calas, radas y ensenadas de Llanes… Era un hecho: había
alemanes en la costa.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; line-height: 115%;"><span style="font-size: large;">En Avilés la cosa fue incluso peor. Los
meses inmediatamente posteriores al hundimiento del Lusitania coincidieron con
el clima descrito y con dos acontecimientos peligrosos. Sobre todo a finales de
julio cuando, entre el 22 y el 26, visitaron nuestra villa la infanta Isabel,
en largo periplo por el Norte, y el crucero protegido de tercera clase “Río de
la Plata”. Dos objetivos militares de primer orden para quien quisiera ver
conspiraciones nibelungas detrás de cada mato.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; line-height: 115%;"><span style="font-size: large;">Mucho cuidado, todos alerta al peligro. Como
si el cañón de Avilés, que ahora sabemos es tan profundo, fuese una gigante
base de submarinos germanos. Tantos buceaban por aquí, según algunos, que no
sería raro que algún pescador, estando a calamares, al tirar de la potera
sacase una escotilla teutona. Si algún cinéfilo entre los lectores de esta
serie ha visto “1941” de Steven Spielberg me entenderá. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; line-height: 115%;"><span style="font-size: large;">En las costas próximas a Avilés había
quien oteaba el horizonte, día y noche, por si un submarino alemán subía el
periscopio. Y otros que, con más imaginación que vergüenza, lanzaban al aire
aventuras y amenazas más propias del capitán Nemo que de la villa del
Adelantado. De todo eso hace ahora, precisamente, cien años.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; line-height: 115%;"><span style="font-size: large;"> El asunto llego hasta la prensa madrileña. Los
papeles de la capital le dedicaron espacio entre las informaciones más
rigurosas. Según el periódico “El Mundo”, durante las noches se veían
sospechosas señales luminosas frente a Santa María de Mar. ¿Reflejos de un faro
lejano? ¿Fuegos de San Telmo? ¿La casualidad? Nada de eso. En la Concha de
Artedo un submarino alemán, de correría por el Cantábrico, hizo escala para que
el vapor bilbaíno “Marcela” le llevara cincuenta toneladas de gasolina en
arriesgada maniobra de acarreo realizada por cuatro barcas del lugar. Según
esta misma fuente, los lugareños y sus lanchas trabajaron toda la noche
haciendo viajes hasta donde estaba fondeado el pez de acero. Por cierto, a 100
pesetas por cabeza. Otra cosa no, pero rumbosos sí que eran los marinos
alemanes. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; line-height: 115%;"><span style="font-size: large;">Y había más. Según el informante
misterioso de aquel viejo rotativo, otro sumergible había merodeado por las
costas de la comarca hasta recalar en San Juan de Nieva, donde hizo noche y
repostó gracias a otro barco desconocido que se acercó hasta él cargado de
gasolina. Y si era testigos lo que se necesitaba, que le preguntasen a los
avilesinos que, por la mañana, se acercaron al submarino en una pequeña
embarcación. Claro que, cuando estaban a punto de alcanzarlo, el submarino, en
zafarrancho vertiginoso, recogió todas las señales, metió lastre y bajó al
fondo sin dejar rastro. Hasta hoy.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; line-height: 115%;"><span style="font-size: large;">Nadie logró jamás encontrar a aquellos
agentes dobles, a los espías del Káiser que vivían, como si tal cosa, entre los
avilesinos. Aquellos remeros, de la noche y de la mañana, de Artedo y de San
Juan, que, se supone, salían a la anochecida con faroles para hacer señales al
horizonte hasta que el buque abisal se dejaba ver en la superficie y luego no,
como un monstruo del lago Ness cualquiera.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; line-height: 115%;"><span style="font-size: large;"> A
todo esto, la infanta a lo suyo, a dejarse agasajar por las autoridades, a
entrar bajo palio en las iglesias y a encabezar grandes caravanas
automovilísticas que tomaron el pueblo sin riesgo alguno. Es posible que un par
de torpedos acecharan bien engrasados muy cerca, prestos a salir de sus tubos
con una carga letal. Nunca lo sabremos. Aunque, entre nosotros, pueden
sospechar que se tratara más de buques fantasma que de otra cosa. Así que, como
hizo la infanta, ni caso. En el palacio del marqués de Ferrera y San Muñoz, la
hija de monarcas prestó más atención a la langosta en salsa tártara y al
tournedó Rossini que a aquellas noticias que la guerra y la imaginación de
alguno hizo circular por Avilés y por Madrid<o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div style="border-bottom: dotted windowtext 3.0pt; border: none; mso-element: para-border-div; padding: 0cm 0cm 1.0pt 0cm;">
<div class="MsoNormal" style="border: none; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; mso-border-bottom-alt: dotted windowtext 3.0pt; mso-padding-alt: 0cm 0cm 1.0pt 0cm; padding: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; line-height: 115%;"><span style="font-size: large;"> Es lo que tienen los submarinos que, cuando se
van al fondo, écheles usted un galgo. Y luego, si te he visto no me acuerdo y
si te lo digo no me crees. </span><span style="font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></div>
</div>
</div>
</div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-41814159456488659422015-07-06T10:31:00.002-07:002015-07-06T10:31:27.997-07:00FRONTERA DE VAPOR<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiO4a6ddVqyeQyw2R1MPGKGUXgwp9tXOEENud00CW6DcqKgJkvZ5Jvp8KHXny0HUO0DiDL8ZktnEjDL-G4KOI-RDax_2oo0nSpzgHg9GYpiAZ9XUazbgbPQbLTV5LcbXSOiKvMF46L0Az0/s1600/Frontera+de+vapor+Miguel+De+la+Madridblog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiO4a6ddVqyeQyw2R1MPGKGUXgwp9tXOEENud00CW6DcqKgJkvZ5Jvp8KHXny0HUO0DiDL8ZktnEjDL-G4KOI-RDax_2oo0nSpzgHg9GYpiAZ9XUazbgbPQbLTV5LcbXSOiKvMF46L0Az0/s640/Frontera+de+vapor+Miguel+De+la+Madridblog.jpg" width="472" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-size: 11.0pt; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">Grabado de la llegada del ferrocarril, a partir
de fotos de Duarte. Unos festejos que dividieron a Avilés. Infografía Miguel De
la Madrid.</span></td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 0cm;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> </span></span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; text-indent: 0cm;"><span style="font-size: large;">El estudiante José Menéndez Parra
garabateaba con presteza y con habilidad agazapado en una esquina del teatro
circo Somines. Usaba taquigrafía y así lograba escribir a la misma velocidad
que discurseaban los oradores. Una gran ayuda para que, todos los plumillas que
se había traído de Madrid el marqués de Teverga, pudiesen luego lanzar incienso
y ganar albricias contando al mundo la magna obra. Sobraban discursos y faltaba
muñeca para copiar. Además del emocionado marqués, alzaron su copa y su palabra
otras catorce autoridades y dignidades diversas.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 0cm;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> La
casa por la ventana, en un enorme gasto que el periódico madrileño "El
Liberal" atribuía al ayuntamiento "que todo lo hace con igual
esplendidez". Eran los liberales, "Sanmiguelistas" y
"Cantistas", los que tenían tan espléndida mano para sacar dinero de las arcas de todos y homenajearse a
sí mismos, trayendo hombres y viandas de Madrid y colocando un gran arco en la
calle, gasas, guirnaldas y telas transparentes en el Somines. Pero también
había colaborado el comercio de la villa en los gallardetes y colgaduras que
adornaban Avilés. El tren ya estaba aquí y todos pensaban estar asistiendo a
uno de esos días que harían cambiar la historia. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 0cm;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"> </span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;">Por muchas razones, parece
que fue ayer. Ciento veinticinco años desde que aquella primera locomotora
lanzara al cielo de la villa el vapor de su caldera. Una humareda que no se
perdió en la grisura ni se disolvió con la traidora lluvia de julio. Quedó en
el aire para escribir la página gloriosa de aquel día y para continuar otras no
tan memorables que ya venían escribiéndose tiempo atrás. </span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> El tren
silbó por primera vez y muchos avilesinos le cambiaron silbidos por aplausos,
mientras otros respondían con más silbidos. Y con pedradas. Una frontera se
abrió en medio de la ciudad. Ya existía, pero aquel día, pintada de vapor, lució
mucho más.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Fue una
frontera para el progreso. Con el ferrocarril las posibilidades de Avilés se
multiplicaban al poder conectarse por vía férrea con la Meseta y embarcar por
su puerto el carbón de las cuencas mineras. Y Llegaba casi al mismo tiempo que
la nueva dársena de San Juan de Nieva. Puerto y ferrocarril eran la misma cosa.
<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> Fue
también frontera entre la realidad y la ficción, trayendo al mundo, al fin, un
proyecto ferroviario. Otros muchos habían quedado antes en el limbo, viendo
pasar la cigüeña, sin que ésta se decidiera a hacerlos nacer. Una historia
larga.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;">Comunicar
los puertos asturianos con la Meseta y el carbón con el mar, era un proyecto
añoso, distinto en función de la elección del puerto de destino. Hubo dos
posibilidades, una para cada cuenca minera:</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"> unir Mieres con Avilés, o unir Langreo
con Gijón.</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13pt; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;">E</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">n 1843 una compañía anglo-francesa, la "Asturian
Mining Company", trazaba los planos para unir Mieres con el puerto de
Avilés. Al año siguiente, algunos financieros proyectaron unir Langreo y Siero
con Gijón y Avilés. Era 1845 cuando la Compañía Minera Cántabra de Madrid
levantaba las trazas para un ferrocarril de San Martín del Rey Aurelio a
Avilés. Finalmente</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;">, el 23 de noviembre de
1864, Juan Manuel de Manzanedo remataba un proyecto de ferrocarril para unir
León con Avilés, pasando por Puente los Fierros y Mieres. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> Muchos proyectos y muchas esperanzas, pero lo cierto
es que un entramado económico y político operaba en contra de nuestra villa. Ni
siquiera la monarquía fue ajena al asunto pues, en tiempos de la reina madre
María Cristina, pesaron los intereses de su marido, Fernando Muñoz, Duque de
Riánsares, muy interesado en un ferrocarril que sacase el carbón de sus
concesiones de la cuenca del Nalón. El proyecto de Mieres se hizo fracasar
desde Madrid y, con él, las opciones de Avilés en favor de los intereses
económicos que planeaban cercanos a la Casa Real. Un duque, marido de una
Cristina. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;">Como
había sucedido en el siglo anterior con el final de la carretera de Castilla,
el puerto elegido por el gobierno español no fue Avilés sino Gijón. Y hasta allí
se dirigió la primera locomotora de la línea que partía de Madrid en 1884. A
nuestra villa no le quedó más alternativa que agitar el pañuelo. </span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;">Muchos trenes y ninguna estación en Avilés, así que
pasaron de largo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13pt; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;">Y siguieron pasando
hasta que uno, con veinte años de trayectoria a sus espaldas, se detuvo. Fue
entonces, en 1881, cuando se adjudicó</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"> la
concesión a la sociedad Crédito General de Ferro-carriles, con una subvención
del Estado de 1.260.000 pesetas. En 1887 la Compañía del Norte tomó a su cargo
esa concesión después de tener asegurada, además de aquella subvención del
Estado, otra especial del ayuntamiento de Avilés de 420.000 pesetas. Jugaron
dos marqueses: el diputado del distrito, Marqués de Teverga, hábil para
conseguir recursos públicos, y el Marqués de Comillas, hábil para proteger sus
recursos privados, pues quería abastecer de carbón, desde Avilés, a los vapores
de su Compañía Trasatlántica.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"> Es decir que, por fas o por nefas, se había
decidido que el ferrocarril llegase al fin hasta Avilés y con él se sobrepasase
la frontera del progreso, pero, de inmediato, se levantaron otras.</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"> <span lang="ES-TRAD"><o:p></o:p></span></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> Ya se
sabe que, en esto de la ingeniería de caminos de hierro, la línea recta tal vez
no sea la distancia más corta entre dos puntos, especialmente si el tiralíneas
está en manos de caciques. Traer el ferrocarril implicaba decidir el proyecto,
describir el trazado y situar la estación. Es decir, todas las cosas por las
que en Avilés se discutió. Todas por las que se levantó la nueva frontera entre
dos bandos irreconciliables.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Riñeron
primero "serinistas" y "villabonistas", por el lugar donde
el ramal de Avilés enlazaría con el de Oviedo-Gijón. Más tarde, el trazado por
Avilés enfrentó a quienes defendían la margen derecha de la ría frente a la
izquierda, pensando que el tren arrastraría el puerto al otro lado de la ría
(como hoy). Y luego ya, eso lo hemos contado muchas veces, los
"industriales" del marqués de Ferrera, frente a los
"cantistas" del marqués de Teverga, por ver si la estación se instalaba
donde está hoy, o se edificaba, más o menos, donde está el apeadero de FEVE
("la Industria").<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> Y
estalló la guerra. Y se llegó a las manos que, casualmente, portaban garrotes.
Me refiero a aquella sanjuanada avilesina de 1889 en la que, al abrigo de la
luna, los partidarios del marqués de Teverga sembraron la noche de cristales y
cabezas rotas y firmaron con tinta roja la división política de la sociedad
avilesina que, al mismo tiempo, describían ya con tinta negra sus primeros
periódicos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> Sólo
hacía un año de tan violento encuentro. Los que entonces se vieron molidos a
palos, los "industriales", silbaron o tiraron cantos a los
"cantistas" y al propio tren. Los caciques y el rencor guiaban las
manos de unos y de otros, pero, fuese la lluvia, la algarabía, el arco en honor
al marqués de Teverga o la evidente importancia del día, el tren se impuso a la
riña pueblerina y acabó siendo una ocasión memorable que escenificó su
reconciliación, para la galería, con el nacimiento de las fiestas de El Bollo tres
años después. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> Así
volvemos al Somines y a José Menéndez Parra, con dolor de muñeca. Corriendo
tras la palabra de los alcaldes de Avilés y Oviedo, de los representantes de la
iglesia, la Universidad, la prensa, la sociedad, la política y al fin del
propio José García San Miguel. Todos satisfechos y bien comidos, arrimando la
inauguración a su gestión política. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;"> Y así
llegamos al día de hoy.</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif;"> </span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">El siglo XXI se sigue pareciendo al siglo XIX. La misma frontera que un día
fue de vapor hoy es de hierro y desacuerdo. Los proyectos se discuten y los
repúblicos se pelean viendo pasar los trenes y los años, siempre al mismo lado
de las vías, que siguen en el mismo sitio y no hay manera de acordar en que
otro sitio se tienen que poner. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> Parece que
fue ayer.</span></span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-size: 11.0pt;"><o:p></o:p></span></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-63308006744569881462015-07-06T10:24:00.002-07:002015-07-06T10:24:35.210-07:00DOS MESES QUE ATERRORIZARON A AVILÉS (Y II)<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAGZrIH5ssBUWhYOrU-5UIMNNYPoPC56U1aa3rw3TevHsDqMGiSpW9iK8l59EAhLBfY9G1HwSYJvGo56XkOS8hD_V3lwxRVxnyNViVoNIudSlkw9W9rFEIsa2UEgDWmmXaB8tb-f7VPfI/s1600/Dos+mese+que+aterrorizaron+y+II+Miguel+De+la+Madridblog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAGZrIH5ssBUWhYOrU-5UIMNNYPoPC56U1aa3rw3TevHsDqMGiSpW9iK8l59EAhLBfY9G1HwSYJvGo56XkOS8hD_V3lwxRVxnyNViVoNIudSlkw9W9rFEIsa2UEgDWmmXaB8tb-f7VPfI/s640/Dos+mese+que+aterrorizaron+y+II+Miguel+De+la+Madridblog.jpg" width="426" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><div class="MsoNormal" style="text-align: center;">
Antiguos depósitos de Valparaíso,
hoy mucho más cerca del centro de Avilés que a principios del siglo XX. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: center;">
Infografía Miguel De la Madrid.</div>
</td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Para muchos era un secreto a
voces, deformado y hasta utilizado por alguna prensa de forma sensacionalista,
pero al fin, cuando sólo se llevaban quince días de aquellos dos meses fatales,
la infección tífica era noticia. El terror. La crónica continúa.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>Marzo.</b> El primero de mes concluían las especulaciones y los paños
calientes. El alcalde contaba la verdad por escrito: Avilés estaba invadida por
fiebres tifoideas. Sí, era cierto, y había que tomar precauciones. Profilaxis
general. No se podían comer alimentos sin cocer previamente. En los recipientes
de la basura no se podía sacar restos de alimentos sino sólo sus cenizas, se
prohibía visitar a los enfermos y se declaraba obligatoria la vacunación o
inyección antitífica para todos los mayores de dos años. Las medidas empezaban
a dibujar un estado de excepción imposible de disimular. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">La Escuela de
Artes y Oficios funcionaba como laboratorio municipal de campaña para vacunar
todos los días de cinco a siete. Pronto se amplió el horario a las mañanas. Las
parroquias y las alcaldías de barrio del término municipal colgaban bandos del
alcalde anunciando días y horas de vacunación en cada lugar. El pánico había
salido a la calle y, pese a los intentos de lanzar mensajes positivos dentro de
Avilés, la prensa de toda España ya lo sabía. En “El Heraldo de Madrid” del día
3 se leía lo siguiente: </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;"> “En el Gobierno Civil se ha recibido un
telefonema del alcalde de Avilés informándole de la gravedad de la epidemia
tífica en aquella ciudad y pide se envíen médicos porque la mayoría de los de
Avilés enfermaron, y los que están bien de salud se encuentran agobiados por el
trabajo incesante.” </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Había más de
un recurso literario en esa información. La situación real no era tan grave,
pero la declaración de la epidemia ya era oficial y las medidas extraordinarias
continuaban. El gobernador suspendió los carnavales y envió al inspector
provincial de salud, además de a un médico epidemiólogo, para evaluar el
alcance de la enfermedad.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Pronto lo
provisional se hizo definitivo y se organizaron los servicios médicos apoyados
en la Brigada Provincial Sanitaria y en la presencia del Inspector General de
Sanidad, Francisco Bécares, en Avilés hasta el 11 de marzo. Los médicos locales
estaban desbordados. Eran quince. Dos ya estaban infectados y fueron
sustituidos por Luis López Negrete y Antonio Fernández Mora, que se alojaban en
La Serrana. Hasta el hotel había que ir a avisarlos o a dejar la papeleta de la
beneficencia para que se desplazasen a las casas pobres, aquellas en las que no
había de nada, salvo enfermedad.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">La infección
seguía progresando y no todos los llamados se presentaban voluntariamente a la
vacunación. Se extremaron las medidas, incluso la de multar con 25 pesetas a
quien no se vacunase o enviarlo a prisión preventiva (donde sería vacunado).
Por bando de 19 de marzo se obligaba a todos los empresarios que tuviesen
personal a su cargo a entregar en la alcaldía la relación de todos los
vacunados y de los que se hubiesen negado a ello. Se iba peinando la Villa.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">De diversas
formas el auxilio de urgencia se puso en movimiento. Ya el 5 de marzo visitaba
Avilés el obispo de la diócesis Juan Bautista Luis Pérez. La cosa no era como
para estar tranquilo. Una suscripción pública distribuía socorros entre los más
necesitados, también la Asociación Patronal hacía lo mismo entre las familias
de los obreros de sus industrias. La Diputación Provincial entregó 5.000
pesetas para los mismos fines, las trajo en mano su presidente, el avilesino
Nicanor de las Alas Pumariño. Las medidas subieron un escalón, desde la
prevención a lo inevitable. El 17 de marzo el alcalde ya prohibía conducir a
hombros los cadáveres. Ni siquiera la proyección de “El Rajá de Dharmagar”, en
el Palacio Valdés, distraía del problema. Hasta Rodolfo Valentino estaba ya
muerto.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Entonces a la
guerra contra la bacteria se sumó la guerra de opinión que, en el fondo, era
también política. Los periódicos de Avilés estaban enfrentados entre sí y con
la prensa de Oviedo, que sembró la alarma. En especial “El Carbayón”, que hablaba
de Avilés como foco de infección procedente de la contaminación de las aguas.
El gobernador civil prohibió a la prensa hacer comentarios sobre el asunto. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">El semanario
local “El Progreso de Asturias”, dirigido por Julián Orbón, tomó parte activa
en esa lucha. El avilesino José María Graíño Obaño, ingeniero jefe de la
División Hidráulica del Miño, denunció ante el gobernador civil las obras que
se estaban realizando en el manantial de Valparaíso. Luego, desde las páginas
de “El Progreso”, achacaba el mal a sus aguas. Se llevó una multa de 50 pesetas
por uno de sus artículos, publicado el día 13, además de las iras del alcalde de
Avilés, que lo consideró un mal avilesino. Alcalde e ingeniero acabaron
enfrentados públicamente, aunque ambos, desde posturas distintas, creían estar
defendiendo a Avilés.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">El asunto de las
aguas era de la mayor importancia. La epidemia era de fiebres tifoideas, una
variedad de infección intestinal provocada por la bacteria <i>salmonella tiphy</i>. Sólo puede infectar a los humanos y la principal
fuente de infección es el agua contaminada. De ahí que Graíño, y con él la
prensa ovetense, atacaran al depósito municipal de Valparaíso.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Pero la
demostración rotunda no llegó. El día 15 el ovetense “Región”, que también
había aventado la contaminación de las aguas, reconocía su error. El propio “El
Progreso” había informado sobre un análisis hecho en un laboratorio de Gijón
encontrándose un “bacilo de paratifus”. Tal análisis jamás se realizó.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">A pesar de los
desmentidos no se pudo evitar que, con la infección, se fueran extendiendo
daños colaterales. No sólo mataba personas, también amenazaba con matar la
economía de la villa en producciones típicas de una cabecera de comarca.
Sucedía eso con las bebidas gaseosas y, sobre todo, con el pan. El de Avilés
empezó a ser rechazado en concejos limítrofes (desde Illas a Grado) por temor a
que estuviera contaminado. De poco sirvieron los llamamientos oficiales
haciendo saber que las aguas de Avilés, también las que se usaban para hacer el
pan, estaban completamente sanas. Los industriales del ramo padecieron la epidemia
aún sin contagiarse.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Un ciento de
noticias fluían sin cesar. Corría por Asturias la especie de que Avilés, toda
ella, era un hospital de campaña, que la gente se caía muerta por las calles y
que, para no alarmar al personal, los cadáveres se enterraban de noche, cosa
que hasta los propios avilesinos creían. Con o sin exageraciones, marzo se
despidió cobrándose cuarenta de las de las noventa muertes acaecidas ese mes en
todo el concejo. Muchos muertos para no conocer el foco de la epidemia con
certeza absoluta. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>Abril. </b>Al finalizar la primera semana del mes se daba por
finalizada la epidemia, retornando los médicos de refuerzo y concluyendo el
aislamiento al que se había visto sometida la villa. La suscripción pública se
cerraba con unas 30.000 pesetas recogidas y repartidas y, por decreto del
alcalde, el 21 de abril se volvía a la normalidad reanudándose el curso en
escuelas y centros de enseñanza. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> No
se supo a ciencia cierta quién tenía razón. La versión oficial negaba la
hipótesis de la contaminación del agua, con lo que se salvaba la
responsabilidad del ayuntamiento y se ponía sordina a la alarma. La versión de Graíño
o “El Progreso de Asturias” no tenían dudas sobre el primer foco de la
infección. Medio centenar de avilesinos, fatalmente, ya no preguntarían nada.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Poco
después de que pasase el peligro, el Ayuntamiento tomó en arriendo todos los
prados que rodeaban al depósito de Valparaíso con el fin de evitar que se
tratasen con abonos orgánicos…Por si acaso.</span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-21094385269192310182015-06-29T03:42:00.001-07:002015-06-29T03:42:19.916-07:00DOS MESES QUE ATERRORIZARON A AVILÉS I<br />
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEieLw_qUsQEauk_-IBHVtbRJBVbbBPhZqsEQ1o2KGbaQ5bBjYTQ3LOzL-StI89zUzGCr0kiKvxkTFChJjDsQiCHlAwP10rMt1Z4k6s2HRY-VhlfwWPKe2aHGAgeoN9fvnQKp2JTr-DG-LY/s1600/Dos+mese+que+aterrorizaron+I+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="468" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEieLw_qUsQEauk_-IBHVtbRJBVbbBPhZqsEQ1o2KGbaQ5bBjYTQ3LOzL-StI89zUzGCr0kiKvxkTFChJjDsQiCHlAwP10rMt1Z4k6s2HRY-VhlfwWPKe2aHGAgeoN9fvnQKp2JTr-DG-LY/s640/Dos+mese+que+aterrorizaron+I+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" width="640" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La Parca se asomó en forma de
epidemia al magro caserío de Avilés. Infografía Miguel De la Madrid.</div>
</td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Se dice que,
al enemigo, ni agua, pero el agua también tiene enemigos. El tifus es uno. Y lo
fue hasta bien avanzado el siglo XX. Para Avilés, que tardó en disfrutar del
agua corriente, el tifus no era un enemigo corriente. Era de los peores. Y ya
se sabe que, en todo tiempo, el asunto del agua suele tener consecuencias
inmediatas en cuanto pierde la transparencia. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Desde siempre,
a Avilés no le habían faltado ni agua ni tampoco un buen repertorio de
enfermedades con que diezmar a sus habitantes, pero las fiebres tifoideas no estaban
habitualmente dentro de ese repertorio. No se presentaban como epidemia, a
pesar de los problemas de abastecimiento de la población y de que su parte baja
confundía en muchos tramos marismas e inmundicias y salud con las endémicas y muy
dañinas fiebres tercianas, responsables durante décadas cuando la salud faltaba
en Avilés.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Pero el tifus
y sus afines no habían sido, históricamente, enfermedades de preocupar. Es
cierto que, en 1910, se declaró un brote epidémico en San Cristobal, parroquia
por entonces mucho más alejada de la trama urbana de lo que hoy está. La
infección tífica estaba alejada, localizada y, pese a afectar a quince personas
y provocar seis muertos, pronto quedó controlada. Pudo ser importante, pero quedó
abortada. Bastó que la Junta de Sanidad ordenase condenar un pozo de agua
potable del que bebían las familias de los enfermos. Entonces la epidemia desapareció.
</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Lo mismo ocurrió
con brotes similares en Miranda o Villalegre, controlados con poco esfuerzo y,
desde luego, sólo de incidencia limitada. Es más, cuando en 1911 Gijón fue
asolado por una terrible epidemia de tifus que amenazaba con llegar hasta aquí,
la decidida labor del ayuntamiento, con amenazas de severas multas a todo aquel
que no siguiera las normas de profilaxis, impidió que Avilés se viese perjudicada
por un desastre que parecía demasiado cercano. Sólo se declararon quince casos,
todos ellos venidos de Gijón, y sólo dos muertos. Buen saldo para tan terrible
enemigo que iba dando anchos tajos de guadaña por donde pasaba.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Parecían males
viejos. De poblaciones sin abastecimientos, sin higiene y sin medios para
defenderse de aquellas enfermedades tan antiguas como mortales, pero el tiempo
pasó y lo del tifus no desapareció. En 1927 languidecía la dictadura de Primo
de Rivera y Avilés iba, poco a poco, cerrando su red de suministro de agua
corriente, distribuida a partir de los dos depósitos de Valparaíso. Quienes ya
tenían instalado un contador disponían también de todo el agua que pudieran
pagar. Y había para todos. Para las fuentes públicas, sin restricción alguna,
para suministro de fábricas, e incluso de forma gratuita para instituciones
benéficas. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Lo dicho,
suministro abundante y en movimiento, pues si el agua siempre había sido cooperador
necesario en la difusión de enfermedades tifoideas, se trataba normalmente de
agua estancada, de agua de pozo. Ya se sabe que "agua corriente no mata a
la gente". Y no parecía que los tiempos y el suministro de Avilés pudiesen
permitirse tal debilidad. Esos tiempos modernos habían traído modernas
conducciones que parecían proteger de los viejos peligros.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Pero hay
peligros que nunca envejecen y para los que jamás encuentra uno defensa. El
tifus seguía merodeando por Europa en los años veinte, entre 1915 y 1922 afectó
a 30 millones de personas en Rusia y Polonia. Mató a tres millones. Sin ir más
lejos, ese mismo año de 1927 el tifus se declaraba en Trubia, un pueblo que,
sin traída de agua, se contagió por la infección de las fuentes que surtían a
la población. Esa dañina enfermedad y sus socios no andaban lejos, seguían
merodeando por los alrededores y acabaron llegando a Avilés. Como fantasmas,
dejando ver fugazmente su cara cuando ya era tarde.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">El peligro se
hizo presente nada más empezar ese año. Finalizaban los veinte pero, para estos
menesteres de las enfermedades, Avilés parecía encontrarse cerca de otros
tiempos más antiguos y muy malos. Hablar de enfermedades mortales, mencionar la
posibilidad de epidemia, de inmediato se extendía a gran velocidad por el
pueblo y era causa de terror entre la población. Ya digo que la memoria actuaba
al instante para traer a la gente lo peor de unos recuerdos que aún no eran
demasiado lejanos. Infectaba más el miedo que los microbios.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Por eso,
cuando empezaron a manifestarse síntomas de enfermedad, las noticias empezaron
también a correr. Fueron dos desgracias paralelas: la batalla contra la
propagación de la enfermedad y la batalla contra la propagación de las
noticias. Ambas contiendas dejaron sus víctimas, de mediados de febrero a
mediados de abril. Dos meses de pánico. He aquí la crónica de los hechos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b>Febrero.</b> A mediados de mes ya había enfermos en Avilés. Las
noticias no circulaban fácilmente en la villa, estaban controladas, que no
censuradas, para evitar alarmas. Pero saltaron al resto de Asturias vía Oviedo.
Los periódicos de toda la región lo sabían y contaron con gruesas letras que en
Avilés había epidemia, que había muchos enfermos y que se temía un contagio de
grandes proporciones.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> El
primer golpe fue duro, pero intentó pararse. Se dijo que la enfermedad que
atacaba a los avilesinos era la gripe. La noticia parecía más blanda, pero no
consoló a una ciudad que, en el otoño de 1918, había recibido la visita de la
injustamente llamada “gripe española”, que llegó a afectar, de diversas formas,
a 2.500 avilesinos. Su macabro recuerdo aún estaba fresco. Más aún cuando lo
que publicaba la prensa regional es que en Avilés había unas trescientas
personas atacadas por la gripe. Eso lo escribía el gijonés “El Noroeste” del
día 15, citando como fuente al Inspector Provincial de Sanidad que, a su vez,
habría recibido la información del alcalde de Avilés. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Se desmintió.
Las autoridades de Avilés salieron al paso. Convocaron al Inspector Provincial
de Sanidad, que vino a la villa a visitar a varios enfermos para, decían, no
encontrar otra manifestación que la de una gripe corriente, sin especial
gravedad. En el Instituto Provincial de Higiene se le hizo un análisis bacteriológico
a una muestra de agua procedente del
domicilio de un enfermo para concluir, se dijo, que no había ni rastro del
bacilo tífico. Se repitió, una vez más, que sólo era gripe, y en proporciones
normales, teniendo en cuenta que la enfermedad se extendía por España y el
extranjero esos mismos días. Nada de tifus, campañas alarmistas. Pero entre la
gente, sobre todo entre los enfermos y sus familias, precisamente empezaba a
cundir la alarma.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">La gripe, que
en efecto era epidemia mundial aquellos días, comenzaba a remitir, pero algunos
enfermos presentaban cuadros más complejos. Se sospechaba de algo más y se
enviaron nuevas muestras de agua y de sangre de los enfermos para ser
analizadas en el Instituto Provincial de Higiene. Allí, en aquellas muestras de
sangre, ya se localizó el bacilo tífico. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Cuando
finalizaba el mes la alarma era ya pánico y el mismísimo alcalde, Valentín
Alonso, hubo de dictar un bando, el día 26, negando el tifus una vez más y
prometiendo mano dura a cuantos sostuvieran lo contrario: “contra algunas
personas que se dedican a esparcir rumores alarmistas sobre el estado sanitario
de la localidad, bien exagerando el número de enfermos y defunciones, bien
atribuyendo éstas a dolencias que con aquéllas no guardan relación alguna”.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Gastó mucho
esfuerzo el alcalde asegurando que los niveles de mortalidad, por cualquier
clase de enfermedades, eran normales en Avilés. Su obligación era que el pueblo
gozase de calma, pero esa empresa ya era casi imposible.</span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-79705269269555154442015-06-22T09:44:00.001-07:002015-06-22T09:44:10.854-07:00MISA DE VARIETÉS<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYVoJTqi57FgW30_Ch8frGJMUEKj8XCWIs3vy-iHVI33opj8Nn2gZnmmZlNFdm3shUvBMeozaDAsjsmoFUgvwzXw0so8lQq34aF6nRPtP6DCWoJyzLLmFoMs-lJAPPlP8a5Vpa06w0J9Y/s1600/Misa+de+variet%25C3%25A9s+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYVoJTqi57FgW30_Ch8frGJMUEKj8XCWIs3vy-iHVI33opj8Nn2gZnmmZlNFdm3shUvBMeozaDAsjsmoFUgvwzXw0so8lQq34aF6nRPtP6DCWoJyzLLmFoMs-lJAPPlP8a5Vpa06w0J9Y/s640/Misa+de+variet%25C3%25A9s+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" width="465" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">La Fornarina, ascendiendo sobre la publicidad de ferias del Iris en
1915. Infografía de Miguel De la Madrid.</span></td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-size: large;"> Pasaban treinta minutos de las once, el dieciocho de julio de 1915,
cuando moría Consuelo Vello Cano. Tal vez este nombre deje indiferente a la
mayoría de la parroquia, pero fue el que le pusieron en la pila a “La
Fornarina”, uno de los primeros mitos
eróticos del universo del espectáculo en España. Una cupletista pionera en el
oficio de cantar en solitario, subida a las tablas para sublevar al personal.
Ella abrió un largo camino que fueron recorriendo nombres muy variados y muy
conocidos, desde Raquel Meller a Imperio Argentina, de Concha Piquer a Sara
Montiel, de Marisol a Rocío Jurado.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-size: large;"> La noticia de su
muerte asoló los ambientes de la farándula, pero también hizo mella en el
público en general. Ese culto y distinguido público al que la cantante tantas
veces se había dirigido para recibir su encendido aplauso. Se trataba de una
estrella, de una de las primeras que podían lucir tal nombre. Y esto es mucho
decir, pues, en 1915, el estrellato como sistema de promoción artística no
estaba inventado ni en Hollywood (que aún estaba por inventar con todas las de
la ley).<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-size: large;"> En los lugares por
los que había actuado Fornarina era recordada. Se recordaban sus canciones, sus
vestidos y su belleza. Moría joven, y eso hace mucho, pero había vivido
intensamente y dejaba larga estela.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;"> Ese rastro llegaba
hasta Avilés, donde su fama precedió a esta cantante. Consuelo había llegado a
Asturias en 1906, a cantar en el café Madrid de Oviedo y luego a hacer bulto,
cuanto más bulto mejor, en un festival taurino en la plaza de Buenavista</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Baskerville Old Face","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: "Baskerville Old Face";">. </span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;">Aún no tenía mucho recorrido. Hacía sólo cuatro años
que había iniciado su carrera artística actuando como vicetiple de zarzuela con
un insignificante papel en<i> “</i>El
Pachá Bum Bum” y en Asturias digamos que no causó sensación. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-size: large;"> Poco tiempo después
empezó a ser conocida en toda España y sus hazañas también llegaron hasta aquí.
A medio camino entre la verdad y leyenda, entre el montaje publicitario
primerizo y la realidad, se hablaba en Avilés de su atrevimiento en el
escenario, de sus “toilettes” y sus “deshabillés” y, por no entrar en más
detalles, circuló por los alrededores una noticia que incendió los telégrafos y
que, supuestamente, tenía su origen en Murcia. Según la escandalosa
información, ese mismo año de 1906, en noviembre, se leería un edicto episcopal
en todas las parroquias pidiendo la excomunión para la Fornaria, con el
argumento de que cantaba cuplés demasiado atrevidos. La prensa clerical,
siempre según esas informaciones, pedía que se apedreara a la cantante en
cuanto asomara por el escenario y ella, a riesgo de desórdenes, debía ser
protegida en sus actuaciones por la guardia civil.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-size: large;"> Como puede verse,
antes de soltar su primer gorgorito en la villa del Adelantado, la Fornaria era
la encarnación canora de Lucifer. Lejos de la moral, las buenas costumbres y
los ejemplos edificantes. Mejor no acercarse a ella. Se desconocía su arte y se
la situaba en lo peor de las varietés, de ese género que, heredero del teatro
sicalíptico, inundaba teatritos y barracones con señoras que más que voz tenían
anchas caderas, redondas anatomías y ganas de mostrar lo prohibido para
levantar en armas al personal. Estaban dirigidas más que por agentes
artísticos, por traficantes de carne. Vamos, lo que venía siendo el género
ínfimo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-size: large;"> Y es cierto que el
mundo de la prostitución no siempre estuvo lejos de estas estrellas. El
ambiente donde ejercían su profesión estas cantantes no era siempre el más
saludable moralmente hablando. En un momento de indefensión social y legal de
la mujer, era una profesión desempeñada sólo por mujeres y controlada sólo por
hombres, en la que sus protagonistas procedían normalmente de los sectores más
bajos del espectro social, y en él desarrollaban su trabajo. Además, esos
escenarios eran locales confusos, barracas con mucha frecuencia, a precios
baratos y en condiciones poco exigentes.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-size: large;"> En ese mundo la
Fornarina no fue una excepción. Madrileña, hija de guardia civil gallego y
lavandera toledana, con una infancia y adolescencias muy duras. Un tiempo en el
que, después de viajar muchas veces al Manzanares para blanquear la ropa ajena,
acabó recalando a la Plaza Mayor, donde cambió las mojaduras y los sabañones
por otro oficio mucho más viejo que la hizo detenerse en más de una esquina y
que la llevó a trabajar en un taller de modistillas que no era tal cosa. Y era
otra la colada que tenía que colgar.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;"> Pero, en poco tiempo
y con mucha suerte, se demostró que Consuelo valía para esto del artisteo. Y eligió
muy bien los peldaños que fue pisando en su carrera, de modo que, cuando en la
segunda década del siglo XX, las llamadas “variedades selectas” empezaron a
despegarse del “arte frívolo”. Fornarina estaba allí, con Raquel Meller y La
Goya, para borrar su pasado y empezar a ser estrella y artista. Ellas sabían
cantar, dominaban la escena, recibían buenas críticas. La estrella de barracón
había muerto. Su pasado se había borrado. Había nacido otra estrella, culta y
decente. De verdad.</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Baskerville Old Face","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: "Baskerville Old Face";"><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-size: large;"> Y fue precisamente
entonces cuando se presentó por vez primera en Avilés. En esos años entre 1911
y 1914 en los que, por toda Asturias, se paseó como una gran artista. Ella y su
arte fueron respetados desde la primera vez que se subió a un escenario
avilesino. Por eso, cuando llegó la noticia de su muerte, a todos tomó por
sorpresa. Y más que a nadie a la empresa del pabellón Iris, para quien la
cupletista había sido un gran negocio: lo más sagrado. Así quiso que se la
recordara.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-size: large;"> Los empresarios del
pabellón, aprovechando su proximidad a la nueva iglesia de Sabugo, programaron
para el 27 de julio de 1915 nada menos que una misa de Requiem por el alma de la
Fornarina. La empresa hizo publicidad del acontecimiento como si se tratara de
uno más de los grandes “sucesos” que se subían a su afamado palco escénico. Invitó
al acto “a todas las personas piadosas y público en general” y, por si no fuera
suficiente reclamo el acontecimiento, decidió hermosearlo con la mismísima
orquestina del Iris, la misma que acompañaba a tantas cupletistas, interpretando,
en esta ocasión, “durante el sacrificio de la misa, escogidos trozos de música
religiosa”. ¿Habrá existido en parte alguna, alguna vez, una misa “de varietés”
como ésta?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-size: large;"> Sin duda fue una
maniobra osada. No todos estaban en disposición de entender como, a quien no
hacía mucho le colgaban los sambenitos más nefastos y escandalosos para la fe y
las buenas costumbres, se le dispensaran ahora exequias de gente formal y aún
muy piadosa. Que, en misa tan “arrevistada”, se rezara por el descanso eterno y
se despidiera para la eternidad a aquella mujer motejada como novia de Satán en
las mismas calles muy poco tiempo antes. Y hubo protestas.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-size: large;"> Algunos avilesinos se
escandalizaron de que se dedicaran en la villa plegarias a la más famosa de las
cupletistas, se recordó su vida pecadora, lo peor de sus andanzas. Nada valía
para redimir a tan malvada mujer. Pero hasta eso tuvo respuesta. Se recordó a
los protestones que la caridad y la misericordia eran virtudes cristinas, que
nadie estaba libre de culpa a la hora de rendir cuentas y que Fornarina supo
morir muy bien: besando la imagen de Cristo y dejando en el testamento, además
de 80.000 duros, su deseo de ser amortajada con el hábito de la Soledad. ¡Cómo
no iba a celebrarse una misa en Sabugo!<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;"><span style="font-size: large;"> En medio de ese
lance, Consuelo Vello se fue al cielo de las cupletistas, acompañada por las
cristianas honras fúnebres de la compañía del Iris, un pabellón que, esos
mismos días, cerraba para pintar y hacer arreglos con vistas a la temporada de
ferias. Entonces se estrenó la serie de películas de Rocambole y actuaron nada
menos que Margaritu Xirgu, Raquel Meller y la Argentinita.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: ES-TRAD;"> </span><span lang="EN-US" style="font-family: "Times New Roman","serif"; letter-spacing: -.15pt; mso-ansi-language: EN-US;">Show must go on.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="mso-hyphenate: none; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: -72.0pt -36.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-18437476460419703472015-06-15T09:08:00.002-07:002015-06-15T09:08:31.211-07:00CON LA MÚSICA A OTRA PARTE<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSZFO-cVxPLYG08jVnqzGwwH620MRzautXVAhtZ1d3EPGm_mfJD49kU_taFuKCsr4m_IdnKG39L8hrXXYhU3GcUCfrGy1rv0uby4asYP2x2NQj6ySMKnyPLeirdU2LoR03_X7gdwk6b_Y/s1600/Con+la+m%25C3%25BAsica+a+otra+parte+Miguel+De+la+Madridblog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="338" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSZFO-cVxPLYG08jVnqzGwwH620MRzautXVAhtZ1d3EPGm_mfJD49kU_taFuKCsr4m_IdnKG39L8hrXXYhU3GcUCfrGy1rv0uby4asYP2x2NQj6ySMKnyPLeirdU2LoR03_X7gdwk6b_Y/s640/Con+la+m%25C3%25BAsica+a+otra+parte+Miguel+De+la+Madridblog.jpg" width="640" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Infografía de Miguel De la Madrid sobre tarjeta
postal.</span></td></tr>
</tbody></table>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 12.0pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt; vertical-align: bottom;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; vertical-align: bottom;">
<span style="font-size: large;">Cuando se dispersó el humo del vapor, con el último
bufido de la locomotora, apareció ante los ojos de la expedición avilesina la
estación del Norte. Estaban en Madrid. Como quien sale de la máquina del tiempo,
pero era la máquina del tren. Y aquello era una fiesta.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; vertical-align: bottom;">
<span style="font-size: large;">Se había preparado un recibimiento con el
Orfeón España y representaciones de sociedades, en especial del Centro
Asturiano. Muchos paisanos sobre el andén. La Asociación Coral Avilesina bajaba
de ese tren para, al día siguiente, 5 de mayo de 1906, ofrecer en el Teatro de
la Princesa lo que en los periódicos del Foro llamaban “Fiesta Asturiana”, unos
y “Asturias en Madrid”, otros.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; vertical-align: bottom;">
<span style="font-size: large;">Un bolo de importancia para una institución
como La Coral. Irse a la capital de España a demostrar sus dotes artísticas y
hacerlo con buen pie, pues nada más ponerlo en el andén ya se veía que la cosa
estaba “a favor de obra”. Hacía tiempo que el Centro Asturiano de Madrid venía
preparando tanto despliegue de bienvenida, lo venía propagando, moviendo a la
colonia y soltando noticias por los periódicos, que prepararon un ambiente muy
propicio y engrasaron la reserva de entradas en los propios locales del Centro.
En Calle Clavel número 2, daban razón.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; vertical-align: bottom;">
<span style="font-size: large;">Para comprender tanto aparato y tanto
entusiasmo tenemos que entender lo que suponían los coros a principios del
siglo XX. Eran una representación de la ciudad a la que pertenecían. Viajaban a
lugares lejanos llevándola consigo como pequeña embajada y, al volver de una
competición musical, eran recibidos como héroes en la misma estación, recorrían
las calles del pueblo y luego eran llevados a los sitios más sagrados, donde
las autoridades les rendían honores. Entonces esos lugares aún les pertenecían.
Años después serían desplazados por los equipos de fútbol, con el mismo
cometido, pero mayor capacidad de representación, que se tradujo pronto en
mucho mayor aparato y parafernalia. Hasta hoy.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; vertical-align: bottom;">
<span style="font-size: large;">A Madrid se iba a otra cosa. A cantar y a
triunfar en un teatro postinero. Porque todo sucedió en El teatro de la
Princesa, dedicado a la primogénita de Alfonso XII, María de las Mercedes de
Borbón y Austria. El edificio, construido a expensas de Don Alfonso Osorio de
Moscoso, duque de Terranova y marqués de Monasterio, había abierto sus puertas
el 15 de octubre de 1885. La sala dio que hablar desde el primer día. Su
situación les pareció tan lejana del centro a los madrileños que decían de él que
era el teatro de provincias más cercano a Madrid. Eso, hoy, parece todavía más
burla que entonces, pues este coliseo principesco desde 1929 dedicado a la
actriz María Guerrero, está tan cerca de Recoletos o de Chueca, que puede hacer
pensar en las dimensiones de aquel Madrid que acogió a La Coral. No se
olviden que con ella viajábamos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; vertical-align: bottom;">
<span style="font-size: large;">Y al teatro hemos de entrar. Como en los días
de estreno. Bullicio en los pasillos, la colonia asturiana acudiendo al llamado
del Centro de Madrid y personajes notables que se asomaban a los palcos. Todos
los representantes de los viejos poderes, y alguno de los nuevos que ya se iban
abriendo paso en Avilés: los marqueses de Teverga, José Manuel Pedregal,
Crescente García San Miguel, General Suárez Inclán y Eladio San Miguel. Miraban
a la escena y al lugar de la presidencia donde estaba nada menos que la Infanta
Isabel de Borbón. Gran expectación y arriba el telón.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; vertical-align: bottom;">
<span style="font-size: large;"> Abrió el espectáculo la “Suite
asturiana”, interpretada por la orquesta de la Sociedad de Conciertos, la
lectura de Marcos del Torniello de una composición en bable y un popurrí de
aires de la tierra. Entonces salió La Coral, a cantar. A exhibir ochenta voces,
ochenta, a las órdenes de Enrique del Valle.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; vertical-align: bottom;">
<span style="font-size: large;">La cosa dio para más. José Benigno García o, si lo prefieren, Marcos
del Torniello, ese poeta de casa que acostumbraba a sacar arrugados versos de
la chaqueta, iba a presentar lo que entonces dieron en llamar “el boceto de
costumbres asturianas ‘La Esfoyeta”. Decían de la obra que estaba tomada del
natural, que era un trozo de la vida de esa Asturias que en Madrid veían al
otro lado de unos lejanos montes. Y gustó. Precisión no debió faltar, pues el
propio Marcos del Torniello se incorporó al elenco de actores, al lado de María
Cabo, Rosa Méndez, Delfina Robés, e Ignacio y Leoncio Pérez.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; vertical-align: bottom;">
<span style="font-size: large;"> Fue
entonces cuando sonó “Asturianas”, composición para tiple y tenor con
acompañamiento de orquesta, obra de Heliodoro González. Fue muy celebrada en el
teatro y entre los críticos de aquella velada a los que les pareció que había
sabido trasladar al pentagrama la tierna melancolía de los cantos regionales. Y
faltaba el fin de fiesta que puso Benjamín Orbón. Recriado como músico en
Madrid, entonces ya empezaba a tener gran estima como pianista, antes de su
definitiva consagración americana. Para la ocasión interpretó un concierto de
Listz que llevó el delirio a los palcos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; vertical-align: bottom;">
<span style="font-size: large;">Quedó un bis para el día siguiente. Los
salones del Centro Asturiano sirvieron de auditorio para que la Coral
interpretara tres popurrís de aire asturiano: “La Alborada” de Veiga, “El adiós
del recluta” y “La Aurora” de Raventós. Allí mismo el tenor Ángel Álvarez se
atrevió a interpretar una romanza de “Marina” y el aria ¡Oh Paradiso!”, dejando
a la concurrencia preparada para un final con la rapsodia en bable de Marcos
del Torniello. El triunfo fue completo, tanto como para cerrar el viaje con una
visita a la residencia de la Infanta Isabel, que dio lustre regio a la despedida
de coristas y músicos avilesinos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; vertical-align: bottom;">
<span style="font-size: large;">Así que la expedición avilesina retornó con
un recuerdo imborrable, satisfecha de aquel histórico viaje a la Corte. Pero la
historia no acabó ahí. La Coral estaba acostumbrada a los lauros, pero también
estaba hecha a la pelea. Entre bastidores, tras la patas, entre cajas y mucho más allá de la concha del apuntador de
estos teatros, se ocultaba el verdadero fantasma, localista y provinciano, que
amenazaba el éxito del evento.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; vertical-align: bottom;">
<span style="font-size: large;">Por su ya comentada capacidad de representación
y de movilización, los coros siempre eran algo más que grupos de cantantes a la
orden de un director. Fueron también exponente de las luchas políticas que se
vivieron a principios de siglo, luchas a las que no fueron ajenos los coros de
Avilés, siempre aprovechados por unos u otros para que les dieran lustre y
visibilidad social. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<span style="font-size: large;">Y esas luchas se reprodujeron tras el viaje en la persona
de su organizador, el ya muy conocido en esta páginas, Julián Orbón. El
viaje arrojó un déficit de cinco mil pesetas que Orbón imaginó, al montar la
expedición, cubrirían “algunos entusiastas hijos de Avilés que tienen su
residencia de invierno en la villa y corte”. A ellos fue, personalmente, a
pedir equilibrio para el presupuesto. Sin éxito entre la gente linajuda, que
supo aplaudir desde los palcos, pero que no estaba preparada para pagar una
entrada tan cara. El problema sólo se solucionó cuando Ramón López,
copropietario del café Colón, acabó asumiendo la factura. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<span style="font-size: large;">Así fue como,
un rotundo triunfo, se trocó en el más sonado fracaso para su promotor. En
Avilés el viaje fue tratado como escándalo, fijándose precisamente en ese
desfase económico y señalando a Julián Orbón como el principal responsable de
no muy claros manejos. Su suerte cambió. Ese mismo año dejó de estar al frente
de <st1:personname productid="La Coral" w:st="on">la Coral</st1:personname>, de
la secretaría de <st1:personname productid="la Extensin Universitaria" w:st="on">la
Extensión Universitaria</st1:personname> y de sus apreciadas Comisiones de
Festejos. Sólo le quedaba, una vez más, una retirada estratégica. No mucho
después volvió a <st1:personname productid="La Habana." w:st="on">La Habana.</st1:personname></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; vertical-align: bottom;">
<span style="font-size: large;">En esa ocasión la Coral se fue con la música a
otra parte y triunfó, pero el retorno al hogar no sonó bien. Sobre todo para
Julián Orbón, que tuvo que marchar a otra parte, a Cuba y en vapor. Como en una
habanera.<o:p></o:p></span></div>
<br />Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-28472630971490264352015-06-08T11:09:00.000-07:002015-06-08T11:09:17.824-07:00EL REY DE LOS OTROS<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhlEqWFfuFFWAi9-KB7ByFKClZF-DuiEzvswLHrbTdnHH6oKlr45eOUG8vEGXn7WYb56lKHM976rKzKHHMOEepYQfIv_mcvkjkwkbFtor2rFf9NB9qS27G9mkVvmtBwcw7X9S-AsQMkNwY/s1600/El+rey+de+los+otros+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="440" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhlEqWFfuFFWAi9-KB7ByFKClZF-DuiEzvswLHrbTdnHH6oKlr45eOUG8vEGXn7WYb56lKHM976rKzKHHMOEepYQfIv_mcvkjkwkbFtor2rFf9NB9qS27G9mkVvmtBwcw7X9S-AsQMkNwY/s640/El+rey+de+los+otros+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" width="640" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><div align="center" class="MsoNormal" style="background: white;">
Amadeo I apuntalando su infortunio en la calle marqués
de Teverga (Infografía de Miguel De la Madrid). </div>
</td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Un coronel abría paso a la
comitiva de Amadeo de Saboya. Iba desde el muelle hasta un lanchón camino de
Arnao por una pasarela de lujo, orlada por pasamanos de ripias envueltas en
percalina de color. Se afirmó en el enclenque pasamanos que cedió llevándose
con él al agua la mano del coronel y, detrás de ella, todo su cuerpo. Lo
sacaron sin sable, confundido para siempre entre las navajas de la basa en un
desigual duelo de armas blancas, y con un aspecto no precisamente de gran gala.
Era, cómo decirlo, una especie de mariscador de Estado Mayor.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Qué
mal augurio. El terreno fangoso de la ría de Avilés era el mismo terreno,
incierto y movedizo, que había pisado aquella visita de un rey nuevo. Nuevo él
y nueva la dinastía que con él empezaba para disgusto de la vieja aristocracia.
La única diferencia entre el barro de la ría y el de la política de entonces es
que en el primero aún se podía mariscar. En el otro se había cerrado la veda
por exceso de toxinas y sobredosis de detritus. Y aún no había llegado el siglo
XX.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Aquel 15 agosto
de 1872 fue el momento simbólico que escogieron los dueños de Avilés para
escenificar su ruptura en dos bandos irreconciliables. Que se odiaban, que
llevaban años insultándose en la calle y en los primeros papeles y que, sobre
todo, tenían intereses ocultos que tocaban la cartera, y eso era sagrado. De
ella no se hablaba, se mentaban santos principios, defensas de libertades
viejas, traiciones y batallas de añejo recuerdo. El humo de los cañones y el
honor de los abuelos. La ideología disfrazaba las cosas, pero despistaba sólo
lo justo. Luego vino lo del tren y los garrotes.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Por una parte
estaba la aristocracia vieja. El bando de los de Ferrera, con título de
marqués, que se mantenían fieles a su razón de ser, la monarquía. Para ellos no
había más reyes que los de la casa de Borbón. La tradición. Pero el poder se
iba repartiendo. José García San Miguel era uno de los cinco mayores
comerciantes de Asturias, gran propietario y viejo traficante de emigrantes a
Cuba. Sus iguales se agruparon en torno a la causa democrática con la euforia
que le dieron los combates en la revolución de septiembre de 1868, <st1:personname productid="La Gloriosa. Sus" w:st="on"><st1:personname productid="La Gloriosa." w:st="on">La Gloriosa.</st1:personname> Sus</st1:personname> duros fueron
pavimento para la larga carrera política de su hijo Julián. Venía con los
nuevos pero, cuando hizo falta, no dudó en echar mano de la vieja política y de
las viejas mañas caciquiles para perpetuarse en el poder. Eran equilibristas de
los tiempos. Querían un cambio de las cosas, pero no tan radical como para que
se llevase por delante sus muchos intereses y negocios. Como buenos
profesionales, trabajaban con red.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Ese grupo
nacía de la revolución que había apartado a Isabel II, la reina que se bañara
en Gijón y bajara a la mina de Arnao. Julián García San Miguel consiguió su primera
acta de diputado en las filas del progresismo radical, derrotando en 1869 al
duque de Montpensier, candidato al trono de España. Un aval, aventado por
España entera, más que sólido como para pasearse por la política de este
distrito. Eran años de una extraordinaria inestabilidad. Ese tiempo que intentó
clausurar Juan Prim buscando por Europa un rey. Lo encontró en Italia, en el
hijo de Víctor Manuel II. Un rey distinto, constitucional, tal vez demasiado
moderno para la España de los garrotes: Amadeo de Saboya.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Fue Amadeo I
una especie de maletilla enfrentado a un Miura con una servilleta a cuadros. Se
tiró de espontáneo en una plaza muy difícil y debió lidiar con el avispero
nacional. Las viejas Españas. Sus viejos valedores y sus viejas pendencias
dinásticas. La peor ganadería. De ese “ganao” que no respeta ni a los maestros.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Los carlistas en
pie de guerra, los alfonsinos, al acecho, <st1:personname productid="la Iglesia" w:st="on">la Iglesia</st1:personname> a la contra y, para colmo, el único pilar
en el que se iba a asentar la nueva dinastía, el general progresista Prim, era asesinado
justo antes de la llegada del nuevo monarca en un atentado del que aún hoy se
habla y se cavila, tan confuso como el futuro de Amadeo. Un reinado que moría
antes de nacer, emboscado como Prim en la calle del Turco. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Con el general
moría el inventor que sostenía la probeta de la nueva mezcla. Detrás del humo
que salía de aquel invento ya sólo se veía la cara asustada y borrosa del
monarca, que tenía problemas hasta para entender el idioma de sus nuevos
súbditos, algunos de los cuales no querían entenderse con él ni por señas.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Agítese todo
eso y viértase sobre el Avilés de entonces en el momento que aquel
desafortunado coronel se sacudía el barro de la guerrera. Los bandos del pueblo
no pudieron escoger mejor notario que el rey para dar fe pública de tan
profunda división. Para que su pelea tuviese árbitro, sin importarles que a ese
custodio del reglamento le saltase a la cara la sangre de los estacazos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Aquel viaje fue
un vía crucis. Lo venía siendo desde Santander, Santoña, Bilbao y San Sebastián.
Lo fue en Gijón y en Oviedo, donde sólo las bandas dieron realce a la comitiva
que era recibida en las calles como si de un funeral se tratase. Avilés, desvío
necesario por ser feudo del ya diputado Julián García San Miguel, era la
esperanza. Pero no resultó más que otra estación de penitencia a la que el rey
llegó desde la capital del Principado. De poco sirvieron los cánticos de los
voluntarios de la libertad (que luego recibieron <st1:personname productid="la Cruz" w:st="on">la Cruz</st1:personname> de Isabel <st1:personname productid="la Catlica" w:st="on">la Católica</st1:personname>). De menos aún
los protocolos y algunas demostraciones callejeras. No hubo bombas, ni cohetes,
ni arcos de triunfo, ni repique de campanas. La visita fue un rosario de
desprecios a quien era rey de España. Fue tratado como un intruso, con
grosería, con la violencia que los tiempos iban dejando en este pueblo. Con el
deseo de que aquel Amadeo “primero” fuese el último.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">La antigua
aristocracia miraba tras los visillos del desdén cómo el de Saboya atravesaba
Avilés. No se abrieron los viejos palacios. No se abrieron las iglesias viejas.
Los del bando de los "Sanmigueles" sólo consiguieron abrir la capilla
de El Carbayedo, que no estaba custodiada por un cura, para que el rey pudiera
rezar al Cristo del barrio alto. Durante años tan sencillo gesto fue recordado
como un triunfo, como si así hubieran roto el sitio de la vieja nobleza que
tampoco abrió las puertas del palacio de Ferrera. Fue la nueva burguesía quien
dio acomodo al nuevo rey en casa de José García San Miguel. Nuevos ricos,
nuevas reglas.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Desde entonces
la aristocracia de siempre guardó aquel recuerdo como un mal sueño. Era el rey
de los otros. El nuevo poder subía a Amadeo I a los altares de la democracia y
José García San Miguel, el rico hospitalario, transformó su casa en palacio. De
casa comercial a sede de un marquesado; el de Teverga. Lo había ganado en buena
lid por la fidelidad a tan breve rey. Y tenía todo el dinero para defenderlo en
la nueva política que se estaba adueñando ya de Avilés. La casa de Teverga iba
ser, en los años venideros, el lugar desde el que se iban a tomar las
decisiones que luego sancionaría la casa de la Plaza de la Constitución. Una
era el cuartel y otra era el parlamento, moradas separadas, pero poderes
juntos. Todos en sus manos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Y así estaban los
bandos en formación. Uno frente al otro. Marqueses contra marqueses.
Aristocracia vieja contra aristocracia nueva. Sangre azul contra la roja sangre
de <st1:personname productid="La Gloriosa" w:st="on">La Gloriosa</st1:personname>,
teñida desde entonces para la ocasión. División para siempre.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">El 10 de
febrero de 1873 Amadeo I cayó sin demasiada resistencia y, con él, la monarquía,
al día siguiente. Había llegado <st1:personname productid="la Repblica. La" w:st="on">la República. La</st1:personname> Primera. También fue muy breve. En
la madrugada del 3 de enero de 1874 el general Pavía entraba en las Cortes al
frente de una fuerza de guardias civiles para disolverlas por la fuerza y
acabar con ellas. </span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Qué mal
augurio, el de aquel coronel.</span></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-15028184796831732852015-06-01T10:42:00.001-07:002015-06-01T10:42:57.920-07:00CAMINO SORIA<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJapy0VgTBSE__LaeJn_o2hdQNFvg9lLMhDWiIclf-yGLuQV7Zw6Q-6J2DNu_ZsmwVmhPASRskVZ_fGOqjoAR8MuLRuN_yJ04dxLPu17tmiIkrri-vabDVxnMNjLWarkssXEsGpnGw_l4/s1600/Camino+Soria+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJapy0VgTBSE__LaeJn_o2hdQNFvg9lLMhDWiIclf-yGLuQV7Zw6Q-6J2DNu_ZsmwVmhPASRskVZ_fGOqjoAR8MuLRuN_yJ04dxLPu17tmiIkrri-vabDVxnMNjLWarkssXEsGpnGw_l4/s640/Camino+Soria+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" width="464" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Infografía de Miguel De la Madrid sobre “El
Campeón”de Nicolás Soria, 1910 (foto B. Lebrato).</span></td></tr>
</tbody></table>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">En 1890,
cuando era sólo cuestión de “sportmen” de engomados bigotes y velocípedos de
alturas mareantes, el ciclismo ya existía como deporte en Avilés. Ese año se
celebraban pruebas en el velódromo de Las Meanas, una pista difícil, de <st1:metricconverter productid="200 metros" w:st="on">200 metros</st1:metricconverter> sin peralte, entre
los almacenes de Oria y la panadería La Ceres. El mismo año en que comienza el
camino de Soria que, además de capital castellana y canción de Gabinete
Caligari, es apellido de una reputada familia avilesina. Un camino, el de
Soria, de muchos kilómetros y muchas pedaladas.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Manuel Soria,
que a ese Soria me estoy refiriendo, tendría unos quince años cuando todo comenzó
en serio. Era 1905. Tiempos ya del velódromo de El Carnero, cuando la práctica
del ciclismo se extendía a gran velocidad por toda España, a solo una década
del nacimiento de <st1:personname productid="la Unin Velocip←dica" w:st="on">la
Unión Velocipédica</st1:personname> Española. El chaval le daba bien a los
pedales, pero siempre en máquina ajena. Su padre no se creía que aquello iba en
serio y necesitó de mucha persuasión para aflojar los cuartos necesarios para
comprarle una bicicleta. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">No piensen
ustedes que se trataba de un asunto de tacañería. Había que verle muy clara la
utilidad a la inversión pues, entonces, una máquina de freno contrapedal y
rueda libre, costaba entre 135 y 250 pesetas. Además, en familia de pintores y
melómanos, se creía que el chaval valía para más altas empresas. Lo del
"corpore sano" estaba muy bien, además era un corpore muy agradecido
éste, que demostraba progresos constantes en el deporte del pedal. Pero pesaba
más lo de la "mens sana". Manuel Soria ya había conseguido, por
ejemplo, el premio extraordinario de Pintura y Decoración en la Escuela de
Artes y Oficios de Avilés. Vamos, que era un parto aprovechado. Aplicado en
todas las vertientes de las destrezas y el conocimiento. Siempre le acompañó
esa doble vida y en ambos lados lució con brilló singular.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">A los 19 años
participaba en su primera carrera de verdad. Los Campos-Alto La Miranda y
vuelta. Veinticinco kilómetros. Soria, que llegó segundo al Alto, se lanzó a
tumba abierta en la bajada dejando atrás a todos sus rivales. Y no eran de
corta talla. Hablamos de Basilio Norniella, Juan Meana o los hermanos Cuesta,
de Gijón. Palabras mayores. Marceliano y, sobre todo Jesús, además de afamados
ciclistas, fueron fabricantes de bicicletas. Su marca CUESTA, fundada en 1901,
facturaba un tipo de máquina muy especial, adaptada a las carreteras asturianas,
que pronto se hizo famosa en toda España. Eran fabricantes y deportistas,
estaban en buena forma y conocían todos los secretos de la máquina que, además,
era suya, en todos los sentidos. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Carreteras sin
asfalto, atravesadas por anchurosos lodazales que los ciclistas vadearon
primero con ruedas macizas y luego con aquellos tubulares de repuesto cruzados
sobre pecho y espalda como las cananas de un soldado de Pancho Villa. Era una
gran aventura. Todo posible. Carreras cortas, de fiesta mayor, o muy largas,
aquellas en las que, si no se estaba atento, los ciclistas podían llegar a la
anochecida, sin luz en la calle ni en las carreteras, negros por el polvo y por
el esfuerzo, zombis rodantes que aparecían de pronto entre las sombras de la
noche como mineros después de faena, con rostros esculpidos por el cansancio,
el sudor y la porquería. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Y no se vayan
a creer que tanto riesgo se hacía a cambio premios generosos. En aquella
carrera de La Miranda, Soria, tras 58 minutos y 45 segundos de enorme esfuerzo,
ganó una medalla de oro y dos cámaras de bicicleta. Aún la fama y las otras
cámaras, las de fotos, estaban lejos, muy lejos de hacer subir la cotización de
los como nunca "esforzados de la ruta".</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">La miseria de
las carreteras hizo proliferar los velódromos. Y con ellos un tipo de ciclista
más fino, mejor entrenado, más técnico y, en algunos casos, más potente y
explosivo para la velocidad. Esos lugares fueron el elemento natural de Manuel
Soria. Elegantes tribunas festivas en las que se agolpaba la mejor sociedad
para ver a los ciclistas. Fue Campeón de Galicia-Asturias-Santander en pista y
segundo en el Campeonato de España de velocidad en 1909. Al año siguiente fue
invitado por la casa Alcion, prestigiosa fabricante de bicicletas, para
participar en el Campeonato de España de profesionales, que se celebraría en
Barcelona. Otro segundo puesto. En este caso corría contra rivales de un prestigio
que ha vencido a los años como Durán y El Cojo de Bilbao. Más nombres de un muy
antiguo Olimpo. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Aunque el
mundo del ciclismo no era el de ahora, las pruebas menudeaban y en Asturias la
vieja afición a las dos ruedas empezaba a notarse en organizaciones de postín,
como la que le correspondió a Avilés ya en 1910: los campeonatos de España de
velocidad y fondo tras moto en pista. En tal ambiente Soria pudo seguir
haciendo camino. Contratándose fuera de Asturias, incluso en carreras internacionales.
Pero su pueblo tiraba, y su familia mucho más. Así que volvió a casa para
seguir estudiando, corriendo y triunfando. En 1910 participó en la Semana
Deportiva de Oviedo, reclamo para nuevos campeones como los vascos Vicente
Blanco, Lorenzo Oca, Feliciano Echevarría o Elizalde. Ganó en seis de las nueve
carreras disputadas. En las otras tres fue segundo. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Ya era famoso.
Temible en pista en competiciones de medio fondo a 60 vueltas. Era un
especialista y el hombre al que debían marcar todos los corredores. La fama de
Soria llegaba lejos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Se esperaba de
él una carrera profesional larga, su proyección parecía segura, pero ocurrió lo
inesperado en septiembre de 1910. Fue Mieres el lugar de los hechos, sitio
adonde Soria había acudido para disputar una carrera. Los chiquillos le seguían
por la calle cuando salía a entrenar, tenía tratamiento de figura local y en
esa calidad fue invitado. Respondió pronto a las mejores expectativas escapándose
en compañía de Sela, un corredor de la tierra y buen amigo suyo. Por aquello de
que corría en casa, Sela, que llevaba buenas piernas, decidió lucirse y probó
las de Soria. Demarró y le metió unos metros, parecía que le iba a caer una
minutada. Sela movía gran desarrollo sin dificultad, iba muy rápido, pero
demasiado confiado para las carreteras (o como se llamaran) de la época. En un
despiste se fue al suelo, con tal mala fortuna que su cuerpo se estampó contra
un guardacantón. Muerto en el acto.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Ese riesgo
siempre estaba presente. Los ciclistas sabían que la muerte podía acechar en
cada curva, detrás de cada derrape, a la vuelta de cualquier despiste. Pero
cuando La Parca le mira a uno a los ojos es muy difícil mantenerle la mirada. Soria
sintió aquello como si la caída hubiese sido propia. Un impacto profundo, una
impresión de la que no se repuso jamás. En aquel mismo instante dejó la carrera,
la de Mieres y la de ciclista. Se bajó de la bici de competición para siempre.
Intentaron convencerlo, pero no hubo manera. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Su vida empezó
entonces a cubrir las etapas de aquella otra carrera en la que, por familia y
condición, también era consumado especialista. Al poco de colgar los tubulares,
en 1912, comenzó su labor docente como profesor de Dibujo en la Escuela de
Artes y Oficios. Lo mismo hizo, desde <span style="color: #666666; font-family: Arial, sans-serif;"> </span>1928, en el Instituto Carreño Miranda y más tarde en la
Escuela de Maestría Industrial y el Colegio San Fernando. Murió, sin dejar
Avilés, en 1967.</span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Allí acabó el
camino de Manuel Soria. Fue muy corto en el ciclismo. Se marchó para siempre
mostrando su dorsal polvoriento a tantos aficionados que jamás pudieron volver
a gritar su nombre en las cunetas. Pero, también para siempre, quedará la imagen
con la que lo inmortalizó su hermano y gran pintor Nicolás: agarrado a la
bicicleta, el jersey deportivo de la Casa San Román de Barcelona sangrando en
el pecho por el lugar donde lo cubría la roja estrella de “El Campeón”.</span></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-50032388942376161832015-05-26T10:30:00.000-07:002015-05-26T10:30:50.635-07:00PLOMO VIEJO EN PLAZA NUEVA<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijr5Bcu-wocvo01WxYW9cvppSw1qjnf94C0R5kbdpBGJ8Y8aR3JWP5TgEN7BSa85p5gSdc1IjOctOmUZ1dhalqrhem9vBmL3By7IM1sHecrT4bs0I8Pa2LvBAZfxeoV-GNJ57s02pmC5k/s1600/Plomo+viejo+en+plaza+nueva+Miguel+De+la+Madridblog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijr5Bcu-wocvo01WxYW9cvppSw1qjnf94C0R5kbdpBGJ8Y8aR3JWP5TgEN7BSa85p5gSdc1IjOctOmUZ1dhalqrhem9vBmL3By7IM1sHecrT4bs0I8Pa2LvBAZfxeoV-GNJ57s02pmC5k/s640/Plomo+viejo+en+plaza+nueva+Miguel+De+la+Madridblog.jpg" width="438" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Esquela publicada por El Diario de Avilés con infografía
Miguel De la Madrid.</span></td></tr>
</tbody></table>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">En mayo de
1910 el cometa Halley tenía anunciada una de sus visitas de órbita periódica. De esas que hace a la Tierra para
mostrar su cola cada 76 años aproximadamente. En esa ocasión la prensa se tomó
muy en serio la noticia y, por los cuatro puntos cardinales, empezó a publicar
informaciones sensacionalistas: sería el fin del mundo, traído por la cola del
cometa ahíta de gas cianógeno. Un desastre cierto. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Los científicos
desmintieron el peligro, pero no hubo manera. Los periódicos vendían más, y no
sólo ellos, también los mercaderes de los souvenirs del apocalipsis (desde
postales a cucharillas). Fue algo así como un viento de les castañes planetario,
que alteró los ánimos mucho más allá de lo que acostumbra ese aire otoñal.
Hasta hubo suicidios, o eso se decía. El mundo se había vuelto loco.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Esa
enajenación mental transitoria y ecuménica hizo mella no sólo en la población
sino también en la política española. Desde las últimas elecciones la tensión
entre vencedores y vencidos era máxima. Mucha más en los viejos feudos
electorales de provincias. Tanta como
para provocar algaradas y malos encuentros, donde no faltaron brillos de aceros
y revólveres. Dos lugares del norte fueron noticia en toda España por los
mismos días: Monforte en Lugo y Avilés en Asturias. En el pueblo gallego, además
de insultos y carreras, el saldo de los incidentes fue sólo de una pierna rota.
En Avilés la cosa llegó mucho más lejos. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Y venía de mucho
antes. Durante dos décadas los liberales de José García San Miguel, el segundo
marqués de Teverga, habían disfrutado de las mieles del poder en Avilés. Un
poder como era entonces: caciquil, clientelar y muy eficaz, en una telaraña de
intereses que llegaban desde Madrid al Cabo Peñas, dirigidos por la mano del
Marqués, que había sido ministro del reino. Sus viñas estaban bien cuidadas
aquí por Florentino Álvarez-Mesa, el viejo patriarca liberal. La patria chica
gozaba de calma. Un alcalde para la eternidad de los intereses “sanmiguelistas”.
</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Aunque la cosa
no llegó tan lejos. El día 21 de abril de 1907 demostró que no hay cosas
eternas en este valle de lágrimas y eso, lágrimas, fue lo que reservó el
destino a los viejos liberales, derrotados por un diputado nuevo, José Manuel
Pedregal. Quienes pasan demasiados años en el poder acaban por creer que sólo
puede ser suyo, como la ciudad que gobiernan. Siempre ha sido así.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">No vieron
venir el golpe. Y, si lo vieron, no se lo quisieron creer. Se durmieron en los
laureles de los logros atribuidos al marqués. En el ferrocarril, en el nuevo
puerto que, aquejado por problemas viejos, entraba, como toda la ciudad, en una
crisis. Laureles de tantos años en que las cosas eran así y parecía que no
serían de otra forma. Midieron mal al enemigo, por nuevo, por desconocido. Pero
eso que ellos entendieron como debilidades eran sus fortalezas. Un proyecto
distinto a la familia liberal, cuyos miembros se les iban repitiendo demasiado
a los avilesinos. Llegaba el cambio y llegaba subido a la causa republicana que
parecía nueva y saneada y acunado por mucho dinero para campañas de opinión.
Mucho futuro por delante y ninguna factura que pagar por detrás.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Con
la victoria de Pedregal como diputado empezó un proceso que acabaría por
desalojar a los liberales también del ayuntamiento. Tres años duró. Tres años
de agonía sanmiguelista que bautizaron en su periódico, “El Diario de Avilés”,
como “El contubernio”. Todos eran enemigos para el diario. Los republicanos,
claro. Los conservadores, cómo no. Y también los malos liberales, que eran
todos aquellos que no se alineaban en las filas de los de Teverga. Una tropa
que cada día ganaba en efectivos. Demasiados efectivos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> De
todos se defendieron. Como fieras enjauladas, lanzando derrotes por todos
lados. Debatiéndose, aculados en las tablas de su propio final. Hasta 1910. Ese
año se perdió definitivamente el poder político. Y fue una desgracia que crispó
el ambiente. Pero las desgracias nunca vienen solas, y menos en aquel terrible
año.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">En medio de la
confusión de las noticias se pudo saber que, entre las dos y las tres de la
madrugada del 16 de mayo, cinco personas salían del Círculo Liberal de Avilés.
Eran Eduardo García, Carlos Morán, Manuel Menéndez, Joaquín Casariego y Virgilio
Álvarez-Mesa, hijo, como se sabe, del antiguo alcalde Florentino Álvarez-Mesa,
guardián de los intereses caciquiles del marqués de Teverga, presidente del
comité Liberal y director del “Diario de Avilés”. Atravesaron la calle de La
Florida y, al llegar al arco de La Plaza Nueva, se encontraron con otras cinco
personas: Ricardo García, Pedro Mariño, Florentino Rodríguez y los hermanos
Antonio y José Guardado. Todos serenos del ayuntamiento, el nuevo ayuntamiento
republicano, afín a Pedregal.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Parecía una
contienda pactada a fecha y lugar, como aquellas de las batallas antiguas. Un
duelo en grupo con cita señalada: a las dos de la madrugada en el arco de la
Plaza Nueva. Lo cierto es que se encontraron y que aquel duelo nocturno era la
metáfora del combate que las fuerzas de la vieja y la nueva política tenían
cada día a plena luz.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">La noche hizo
casi todo. Frente a frente, cinco por bando, estaban dispuestas las fuerzas de
la discordia en Avilés. Los trasnochadores salían del Círculo Liberal, los
vigilantes nocturnos estaban nombrados por la nueva autoridad republicana.
Los hechos fueron confusos. Una
discusión, un intento de cacheo y los chuzos de los serenos que empiezan a
volar cortando el aire de aquella húmeda noche. Ahí vinieron los insultos, los
“redioses” y salieron las madres. Nadie sabe cómo, pero un revólver fue
desnudado y una bala atravesó el pecho de Virgilio quien, huyendo mal herido
por la calle de Cuba, llegó casi a las puertas de su casa, cayendo ya sin vida
en Las Meanas sobre el puente que cruzaba el Tuluergo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Venía de la
nueva plaza que se había construido sobre la marisma para unir las dos partes
del viejo Avilés, y fue a morir sobre el puente del río que simbolizaba la
separación. Las dos ciudades que la política, como casi siempre, había
enfrentado. Entonces hasta la sangre.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Nunca se
esclareció el hecho. Era imposible. Más allá del suceso lo importante eran sus
repercusiones políticas y de esas las fuerzas de la discordia sacaron tajada. El
periódico del Marqués de Teverga contaba una terrible historia; la de un joven
ejemplar que, habiendo concluido su trabajo, precisamente en El Diario, volvía
a casa con unos amigos recogidos en el contiguo Círculo Liberal. Serenos
apostados, revólveres cargados y una venganza planeada y consumada a sangre
fría con chuzo y pistola. Hablaban de un terrible garrotazo en la cabeza y de
una persecución cobarde hasta el parque del Retiro, en cuyos árboles quedaron
incrustados los balazos, hasta cinco más, de los serenos. Hablaban de un
liberal cazado a balazos como una alimaña por los esbirros de la venganza de
Pedregal. De un padre al que asesinan asesinando a su hijo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Al periódico
de Pedregal le habían contado otra historia, historia oficial en este caso. La
que el poder y sus cronistas siempre dan por buena. Hablaba de cinco jóvenes
que, después de una larga noche y en mitad de un alboroto, se negaron a ser
cacheados. Un cabo de serenos que llama refuerzos y un chuzo que, en defensa
propia, acomete a Virgilio Álvarez-Mesa, portador de un revolver. Después, confusión, carreras en todas direcciones y
una bala perdida que nadie sabe quien disparó. Dos relatos que sólo coincidían
en el pecho atravesado del hijo del exalcalde. Plomo viejo, de imprenta y de
revolver, en la Plaza Nueva.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Dos días
después pasó el cometa Halley. Y el mundo no se acabó. Salvo para el
desgraciado Virgilio Mesa y la vieja política de los liberales de Avilés.</span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-79284962200375852312015-05-20T11:18:00.001-07:002015-05-20T11:18:49.801-07:00UNA NOCHE EN EL LICEO<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLmDSFdwql-sa4x6Mv1aBWEZFtC39I9WEUgPxrSnmkCXakyhsPSey1B58pLX-2uSgc2DLQwEmRKkXLZL3bmm8jYrAWu_o0Vr4Hx5cApE9vx3hT_cz2i3WKfOBhezokn6aXDQ0fITT5tEA/s1600/Una+noche+en+el+Liceo+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLmDSFdwql-sa4x6Mv1aBWEZFtC39I9WEUgPxrSnmkCXakyhsPSey1B58pLX-2uSgc2DLQwEmRKkXLZL3bmm8jYrAWu_o0Vr4Hx5cApE9vx3hT_cz2i3WKfOBhezokn6aXDQ0fITT5tEA/s640/Una+noche+en+el+Liceo+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" width="560" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Guantes y corbatas de lazo. Salvoconducto para
entrar en los bailes elegantes del Liceo avilesino. Infografía: Miguel De la
Madrid.</span></td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Los guantes,
aunque no lo parezca, dicen mucho de sus dueños. Son una funda para ocultar las
miserias del interior, ofreciendo un exterior brillante. Como la provinciana
sociedad del siglo XIX, muy diferente por dentro y por fuera. En Avilés, sus
instituciones mejor colocadas se distinguían por su enguantado apodo. El Ateneo
era “la del guante negro”, el Casino “la del guante amarillo” y el Liceo “la
del guante azul”.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 2.85pt; text-align: justify; text-indent: 32.55pt;">
<span style="font-size: large;">Recojamos este último guante. <st1:personname productid="la Desamortizacin" w:st="on">La Desamortización</st1:personname>
dejó ruinas en <st1:personname productid="La Merced" w:st="on">La Merced</st1:personname>
y solares en San Bernardo. Parcelas edificables que, voraces, se repartieron
los poderosos de Avilés en el mismo centro del primitivo corazón amurallado. Saliendo
de la vieja cerca medieval en dirección a Grado, por aquella calle de <st1:personname productid="La Canal" w:st="on">La Canal</st1:personname>, que en 1903 fue para
el general Lucuce, un edificio alegraba los abandonados muros eclesiásticos de
San Francisco. Era ese Liceo del amarillo guante.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 2.85pt; text-align: justify; text-indent: 32.55pt;">
<span style="font-size: large;">No es que fuera una casa muy alegre, más bien lo contrario. Una fachada
tristona, esponja de humedades de inviernos interminables, se encajaba entre
los viejos muros del exconvento de San Francisco, medio arruinado por <st1:personname productid="la Desamortizacin" w:st="on">la Desamortización</st1:personname>, y
la casa de Policarpo Arias. Tal era el domicilio del Liceo, vecino de la ruina
del viejo convento que acabó pasando por completo a manos municipales. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 2.85pt; text-align: justify; text-indent: 32.55pt;">
<span style="font-size: large;">No mucho antes, a mediados del siglo XIX, los acontecimientos sociales
y aún los espectáculos, no tenían más acomodo que algunas casas particulares,
donde se recibía y, a veces, hasta se representaba. Por eso el Liceo sirvió
para reunir a la mejor sociedad de Avilés, lugar para bailar e incluso, en esa
tradición tan conocida y tan de aquí, lugar para aprender música. Academia con
banda, coros y todo, por fusión entre la Academia Filarmónica y la Sociedad de
Recreo y Confianza.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 2.85pt; text-align: justify; text-indent: 32.55pt;">
<span style="font-size: large;">Si el lector está ahora paseando, en persona o con el pensamiento, por
aquel lugar donde se encuentran hoy los “jardininos” de Álvarez Acebal, cierre
los ojos y déjese envolver por una espiral de imágenes en blanco y negro, como
en los musicales de Hollywood, verá que ese torbellino lo lleva en volandas a
otro tiempo. Un viaje fugaz que lo lanza a la puerta de aquel edificio triste,
tal y como debió estar hace más de siglo y medio. Sacúdase los pantalones,
tiéntese la ropa toda, pues, para entrar ahí, ya debe usted vestir de etiqueta
(esto viene con el viaje al pasado, no hay que pagar suplemento alguno). Frac y
corbata blanca de lazo. Ya le decía que la cosa era en blanco y negro. Ahora,
si es jueves, domingo o fiesta de guardar, ya puede confundirse entre los circunstantes y entrar en ese melancólico edificio.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 2.85pt; text-align: justify; text-indent: 32.55pt;">
<span style="font-size: large;">El vestíbulo no desmiente a la fachada. A él se llega tras subir la
escalera exterior. Es sombrío, ahumado por algunos quinqués de petróleo, aunque
con un cierto tono alegre. Tono de oído. Hasta allí se filtra una música que
parece venir de muy lejos. Escapa por las grietas de las paredes y de enormes
puertas mal encajadas. Rebota por la estancia y, a la vez que confunde sus
notas, se engrandece y hace pensar en que, allá al fondo, sucede algo que
merece la pena. Usted ya puede pasar. No se apure si toda la sala se vuelve a
mirar. Salvo en el baile de San Agustín los forasteros escasean. Los
parroquianos se conocen de memoria y uno nuevo, aunque no sepan que viene del
futuro, siempre extraña. Disimule. Atraviese el umbral hacia la sala principal.
Allí la música se hace ola de repente y le moja la cara.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 2.85pt; text-align: justify; text-indent: 32.55pt;">
<span style="font-size: large;">De lejos lo parecía. Y ahora no hay error posible: un vals de Johann Strauss.
Y la noche empieza a acelerarse. La fiesta sitia al visitante, atrapado entre el
girar incesante de las parejas que recorren el salón y la orquesta que toca a
retaguardia, parapetada en lo alto de la gran estancia. Es como una tronera que
defiende a los profesores. Sólo la música se atreve a asomar por esa mezcla
entre grada y palco, cuya abertura está cercana al techo del local. Un local
elegante. Se decía que de lo mejorcito de Asturias. No era, desde luego, lo que
la fachada anunciaba. De buenas proporciones, con las paredes adornadas por
pinturas de alegorías y capaz para ochocientas personas, que ya son gente,
moviéndose sin cesar entre charlas, ponches y valseos a un lado y otro. Algún
que otro rigodón, aunque no es lo más interpretado, ya que se suele sustituir
por otras melodías como “Los lanceros”.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 2.85pt; text-align: justify; text-indent: 32.55pt;">
<span style="font-size: large;">Son la mejor sociedad de Avilés. La mayoría parientes, que acuden con
gran ceremonia, como si no se conocieran de nada, tirando de espalda,
levantando barbillas y soportando estoicamente laceraciones de corsé. Vale la
pena a cambio de la exhibición social. Por eso los bailes se inician a las ocho
y media de la tarde y no van más allá de las doce. Nunca se sobrepasan estas
medidas salvo en caso extraordinarios como el carnaval, donde es necesario dar
mayor expansión a la chavalería disfrazada de asturiana o de “dominó”. Pero de
ordinario eso no ocurre. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 2.85pt; text-align: justify; text-indent: 32.55pt;">
<span style="font-size: large;">Es un baile al que deben acudir buenas
familias y familias enteras. Así no se alteran las costumbres ni el tono
natural de las cosas y esas buenas familias pueden concurrir sin hacerse
violencia alguna. No en vano hablamos de una sociedad que se denomina “de
recreo y confianza”. Los artesanos no bailan allí, como mucho en las ocasiones
y en otros locales improvisados, como los que se pertrechaban en el almacén de
Policarpo Arias desde tiempos casi remotos. Los pobres, si demuestran serlo,
pueden recibir enseñanza musical gratuita, pero el baile es otra cosa.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 2.85pt; text-align: justify; text-indent: 32.55pt;">
<span style="font-size: large;">Aunque, dentro de la sala, no se le ocurra a usted gastar demasiadas
confianzas. Abanicos que señalan, defienden miradas, tamborilean hombros,
exhiben formas y también, de vez en cuando, abanican. Se golpean una y otra vez
contra muy castos pechos protegidos por escotes italianos, de puntillas alençon
y adornos en los que finalizan corpiños Estuardo. Y todo el baile repleto de miriñaques
o polisones, según épocas. Guirnaldas de encaje y flores a la pompadour,
sobrefaldas de raso, bouquets de rosas-thé, cabezas empolvadas, adornillos de brith,
fantasías en complementos que unas veces son de tela y otras ricos aderezos en
pulseras o gargantillas de muchos quilates. Al menos a ojo. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 2.85pt; text-align: justify; text-indent: 32.55pt;">
<span style="font-size: large;">Mujeres hechas y muy derechas, elegantes damas que se mezclan con adolescentes
de porte desconocido dentro de aquellos trajes. Mueven al aire brazos que
dibujan arabescos, enfundados en guantes mousquetaire y cabezas muy firmes, a
pesar de las vueltas sin cuento, decoradas con guirnaldas y peinados a la ya
entonces vieja moda de los incroyables.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 2.85pt; text-align: justify; text-indent: 32.55pt;">
<span style="font-size: large;">Mujeres que hablan, que sonríen con candor unas, con picardía otras,
mientras lanzan miradas que taladran o comentarios que entierran. Adolescentes,
ya presentadas en sociedad en alguna reunión del mismo Liceo, que cubren sus
carnets de baile esperando no dejar hueco en toda la noche, como no sea para
tomar aliento jugando a las prendas o a la “aduana” hasta que nace la
madrugada.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 2.85pt; text-align: justify; text-indent: 32.55pt;">
<span style="font-size: large;">Así vivía el Liceo. Haciendo acopio de recursos propios, con los que
mantenía todas sus actividades, bailes, reuniones o conciertos y salvaba los
muebles, que eran pertenencia de los socios, ya que el local, como se ha dicho,
era propiedad del ayuntamiento. Institución esta última, que, dicho sea de
paso, por entonces le pertenecía también a los dueños de los muebles. Todo
quedaba en casa.</span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 2.85pt; text-align: justify; text-indent: 32.55pt;">
<span style="font-size: large;">Así que, allá por el final de siglo XIX, varias instituciones competían
en veladas interminables, festejos y acontecimientos. Todos en pugna por muy
pocos señores. Cada uno con su color, cada uno con su guante, negro, azul o
amarillo. Pero, claro está, en una competencia de guante blanco.</span></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-8546956992297310882015-05-12T10:17:00.002-07:002015-05-12T10:17:21.583-07:00ADANES EN LAS DUNAS<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQUsLM4dcmijNKU7vKhbUE0ab0Pxbot4Zss9A43jxQwI5ffbUuFhSbw7jd08W7QUSubkMIKR-Mhzvq3wN_uEIFM8JhO80xFOCrp0CLOfP55N6yjqIDRz2s8QjOAfPQcZDnVqoNLoXn7wo/s1600/Adanes+en+las+dunas+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQUsLM4dcmijNKU7vKhbUE0ab0Pxbot4Zss9A43jxQwI5ffbUuFhSbw7jd08W7QUSubkMIKR-Mhzvq3wN_uEIFM8JhO80xFOCrp0CLOfP55N6yjqIDRz2s8QjOAfPQcZDnVqoNLoXn7wo/s640/Adanes+en+las+dunas+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" width="546" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><div class="MsoNormal" style="text-align: center;">
Infografía
de Miguel De la Madrid sobre fotograma de la película “Desnudismo”.</div>
</td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">A finales del
siglo XIX, cuando la playa empezó a inventarse como lugar para el recreo social,
la zona que une Salinas y San Juan de Nieva era un extenso y orondo espacio
arenoso, con dunas vivas necesitadas de domesticación desde hacía décadas. Un Espartal
que no pensaba en bañistas.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">La cosa llevó
su tiempo, pues bañarse, lo que se dice bañarse, no era una costumbre muy
querida por estos pagos. Ni por otros. En aquellos años no era difícil
encontrar españoles que no se hubieran bañado en toda su vida. En una Asturias
de pobreza singular, sin saneamientos ni agua corriente, en las casas populares
se compartía vivienda con estiércoles y animales. El baño era algo desconocido.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Si el baño doméstico no era costumbre común mucho menos lo
sería, en pueblos y ciudades que habían crecido de espaldas al mar, arriesgarse
a las olas para un baño de placer que aún se estaba inventando. Arriesgarse
entre espumas y algas, salvo algunos casos de juegos infantiles y adolescentes,
era cosa extraña. Además, casi nadie sabía nadar.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Pocos se bañaban y, para los que practicaban tan saludable
costumbre alejados de modas y de lugares postineros, nada extraño fue mostrar
su cuerpo libre de ataduras, convenciones y de todo lo demás. En el principio,
como si del Paraíso se tratara, los baños se habían tomado, toda la vida, en
cueros. Los primeros y acorazados bañadores eran escasos y carísimos. Tirarse
al agua no requería de más intendencia que un buen salto.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Todo esto lo recordaba Armando Palacio Valdés, cómo no, al
vaciar su memoria avilesina. El escritor era uno más de aquellos niños que, en
los meses calurosos, salían de la escuela directos hacia el viejo puente de San
Sebastián e iban haciendo equilibrios, por el malecón de Las Huelgas, hasta
encontrar un sitio a propósito para bañarse como Dios los había traído al
mundo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Así fue la costumbre inveterada de chiquillos de Avilés de
bañarse en cueros en la ría y los muelles. Y no fue cosa rara en otros lugares,
desde los más modestos y remotos hasta los más conocidos y principales. Se
dice que en el Sena de París hasta 1830 no se prohibió un baño nudista que se
venía practicando con naturalidad desde la Edad Media. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">El tiempo
pasó. El baño se difundió. Se fue haciendo más conocido y atrajo a un público
más numeroso. La edad dejó de ser barrera y el baño dejó de ser travesura
infantil. Vamos, que la cosa ya no era juego de niños y pasó a mayores. A los
mayores de edad, quiero decir, pero, en no pocos casos, con el mismo formato y
con la misma moda, una muy antigua: el traje de Adán. Y sonaron las alarmas.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;"> Por lo que a Avilés respecta, antes de
concluir el siglo XIX no hubo más remedio que tomar cartas en el asunto. Así
que, las Ordenanzas Municipales de 1884, se pusieron
manos a la obra para evitar que, sin traje completo, nadie se bañara en
marismas, ría o hasta doscientos metros de los muelles. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Pero sabido es que resulta muy difícil poner puertas
al campo, mucho más cuando ese campo es un campo de arena que, tarde o temprano,
se torna movediza, al menos para los asuntos de la sociedad. La playa tardó un tiempo en ser lugar de solaz y esparcimiento.
Y en todo ese tiempo, el de los pioneros, el código de prácticas playeras no
escritas fue cuajando muy lentamente.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">La cosa
sucedía por la parte de Salinas, usada aún de una manera casi silvestre y
paradisíaca, en el sentido menos propicio al corte y confección. Cierto es que el nudismo no era práctica común, pero también lo es que la
playa aún no estaba dotada de infraestructuras como balneario y casetas. Los
bañistas de Salinas sólo necesitaban de una sábana sujeta a una mata de esparto
para ocultar sus desnudeces. Luego, totalmente vestidos para el baño, se
esperaban a la orilla para entrar todos cogidos de la mano confiando igualar
fuerzas en su pelea contra las olas. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">¿Todos? No. Otros pioneros pululaban por la arena. Los que
no pertenecía a la colonia, los que no tenían casa, ni en propiedad ni de
temporada, los que no venían de la Meseta sino de los alrededores. Aquellos que
se daban un chapuzón y punto. Esos, siguieron haciéndolo sin complicarse la
vida, para escándalo de los otros y hasta de la prensa que, a principios del
siglo XX, publicaba sus nombres para escarnio y maldecir de familias y
allegados en infamante listado del Diario de Avilés.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Pasaba más tiempo aún, la playa se asentaba y, con ella,
las costumbres cambiaban. Cuando ya parecía estar controlado el baño de mar,
nacía, con los felices veinte, el baño de sol. Empezó a valorarse el cuerpo
tonificado y moreno que antes delataba un oficio manual. Ahora, lo contrario.
Demostraba que el poseedor de tan cetrina epidermis no se ganaba la vida con el
sudor de su frente, si no al revés, no tenía que ganársela. Es decir, tenía
tiempo y dinero para irse de vacaciones cuando las vacaciones pagadas ni tan
siquiera se habían inventado para los asalariados. Un cuerpo atlético y
bronceado era la marca física del aire libre y de la playa; la estética de las
vacaciones. Un nuevo lujo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Una marca, desde luego, pero sin marcas. Exponerse a
“Lorenzo” exigía hacerlo en determinadas condiciones, que no fuesen a
confundirlo a uno con un “paleta”, con un “paleto” o con la gente de bronce.
Nada de marcas de fesoria o de andamio. Decir eso y decir nudismo fue todo uno.
¡Qué peligro!</span><o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">En todas las playas se acabaron acotando lugares para el
baño de sol, generalmente los menos frecuentados, los que toda la vida habían
sido, socialmente hablando, de segunda categoría. Cuando en Salinas aumentó el
número de bañistas de sol se vio claro que necesitaban un lugar propio, que no
pudo ser otro que la zona de El Espartal y San Juan. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Y, cuando todo parecía controlado, con los años treinta
llegó el nudismo como práctica higiénica, naturista y beneficiosa. Lo que
entonces se conoció, tomando el título de una película alemana estrenada en
España en 1933, como “el desnudismo”. Éramos pocos…<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Sí, todo al aire. Háganme caso. Los partidarios del credo
naturista, con enorme arraigo en el Levante y Cataluña, sostenían que esa era
la forma más saludable e incluso más moral, ya que es la ropa y no la desnudez,
decían, la que despierta la concupiscencia. Se imponía la belleza y la
pulcritud del cuerpo desprovisto de ropa, en contacto directo con la naturaleza
y en comunión permanente con el astro rey.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Todo eso, traducido al lenguaje avilesino, supuso que la
playa se zonificara según uso y públicos: una zona para el paseo de los mozos,
más próxima a La Peñona, luego la zona de baños de mar, la de jugar al tenis,
para quien supiese y tuviese raqueta, y, la más próxima al Espartal, para esos
baños de sol en cueros. Aunque ninguna de tales precauciones evitase que algún
que otro “naturista” debiese de aflojar el bolso para pagar una multa,
perseguido por las autoridades, la moral y el reglamento de policía del
puerto.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Todo se cortó
de raíz con la llegada del nuevo Estado franquista. En el verano de 1937, con una España medio en
guerra, se dictó una severa <i>Circular sobre normas prohibitivas de prácticas
desnudistas</i>, que fue el modelo utilizado por los alcaldes de las villas
costeras para guardar la moralidad. Los trajes
permitidos a partir de entonces serían aquellos que, para mujeres, fuesen
completos, cubriendo espalda, pecho y costado, con faldellín hasta la rodilla;
para hombres traje completo, cubriendo también espalda, pecho y costado y,
sobre ése, un pantalón amplio de deportes. Sólo a los niños menores de cinco
años les era permitido el nudismo o el uso de cualquier tipo de traje de baño. <o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Desde entonces las dunas de San Juan se convirtieron
en territorio de asilo, en refugio y, a la vez, en campo de concentración para
todos aquellos que quisieran mostrar su cuerpo desnudo, por costumbre, por
placer o por ver lo que caía.</span></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-43687056167660701212015-05-06T11:02:00.002-07:002015-05-06T11:02:59.122-07:00YA TENEMOS TELE<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicLDAxvV9fM4_AaVnJrg1ZbOq_aIIeSps2kPM-p7BvogV3Artpt912bSxsJa8OrfY6YDUCaV_1aTzWV6MDkhjKDC7x3HANhKHny7g3QSAG1kckhdMtojqMcylSzXSVHW_XsLKxg1TspqE/s1600/Ya+tenemos+tele+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicLDAxvV9fM4_AaVnJrg1ZbOq_aIIeSps2kPM-p7BvogV3Artpt912bSxsJa8OrfY6YDUCaV_1aTzWV6MDkhjKDC7x3HANhKHny7g3QSAG1kckhdMtojqMcylSzXSVHW_XsLKxg1TspqE/s1600/Ya+tenemos+tele+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" height="411" width="640" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><div class="MsoNormal" style="text-align: center;">
Infografía de Miguel De la Madrid
a partir de publicidad de 1963.</div>
</td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> En muchos hogares de los años
sesenta había un primo, un cuñado o un tío abuelo más “espabilao” de la cuenta.
La cosa era peor cuando el “espabilao” resultaba ser el vecino del tercero, que
bajaba en momento estratégico para coger sitio en salón ajeno justo antes del
comienzo de “Galas del Sábado”, “Bonanza”, “Los invasores” o el imprescindible
Festival de Eurovisión. Maldita la gracia que les hacía eso a los propietarios del
tresillo de escay, del salón, y del televisor.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Pero
no adelantemos acontecimientos. Con tanta prisa por llegar al principio del
programa me he saltado parte de esta historia, que empieza unos años antes,
esos interminables días en que se decía, como en la canción, aquello de “la
televisión pronto llegará”. Y fue verdad, pero no precisamente tan pronto. Esa
canción de Lolita Garrido resultó una temprana premonición que dio la noticia
nada menos que nueve años antes de que el invento del maligno se hiciese
realidad en España. Era 1947 y aún se atravesaban los devastados años cuarenta.
Por eso a la copla no se le sacó mucho partido, servidumbres de la vanguardia, aunque,
en la década siguiente, todo se comprendió. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> La
llegada de la televisión a España fue una carrera de fondo de inicio remoto,
tanto como 1929, año en el que se recibieron imágenes fijas, vía belinógrafo,
entre Madrid y Barcelona. Hubo más experimentos en los años treinta y cuarenta,
siempre de la mano del ingeniero Joaquín Sánchez-Cordovés, pero se necesitaron
años de más paz y menos hambre para un nacimiento definitivo. La autarquía
retrasó la llegada de la televisión. En eso no fue distinta de otras muchas
cosas. Hasta 1956 no se puede hablar de emisiones regulares. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> A
partir de ahí la historia tomó brío. Había que ir cubriendo el territorio
nacional, desde la conexión de Madrid y Barcelona en 1959. Para acelerar las
cosas el Estado declaró a la televisión “Industria de Interés Nacional”, lo que
suponía apoyo para la instalación de antenas y, sobre todo, apoyo para aquellas
empresas que se decidiesen a fabricar televisores a precio bonificado: no más
de 10.000 pesetas. Una pequeña fortuna para algunos. Todavía para muchos en
aquellos tiempos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Siguiendo
una estrategia de avance radial, como correspondía al centralismo del régimen,
tan de “kilómetro cero” en la Puerta del Sol, se fueron poniendo repetidores y
antenas e incorporando territorios a las conquistas de las ondas hertzianas.
Cuando se iniciaron las emisiones había unos cientos de televisores en toda
España, en 1963 ya eran 260.000. Ese año se emitían 70 horas semanales, frente
a las 21 de los orígenes. El asunto ya iba estando preparado para lanzar
contenidos masivos cuando se encontró con el fútbol.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Este deporte
era el primero y, aunque España no fuera ni por tradición ni por resultados un
país de deportistas, se convirtió en un país de espectadores. Ahí fuimos de los
mejores. Lo agradeció la prensa deportiva y, a eso vamos, de una forma especial
el cacharro recién nacido. El parque de televisores avanzaba sin tasa para
seguir los partidos y estar al tanto de los resultados de las quinielas.
El partido de cuartos de final de la
quinta copa de Europa ganada por el Real Madrid, que lo enfrentó al Niza en
marzo de 1960, fue la primera retransmisión de Televisión Española para Europa,
a través de Eurovisión. Desde 1961 se empezaron a estabilizar las
retransmisiones en directo de partidos de la Liga. La fiebre de fútbol televisado, con el
inmaculado blanco de las camisetas del Real Madrid trotando por Europa y el
negro de todo lo demás, presidía el ocio modesto. Sólo en Hispanoamérica se
retransmitían más partidos. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Desde
el Plan de Estabilización de 1957 los tecnócratas del gobierno estaban
empeñados en borrar la autarquía. La apertura y el crecimiento económico sólo
eran posibles con el consumo. Los televisores fueron el emblema del consumo
doméstico, lo mismo que el SEAT 600 lo fue de todo lo demás. Una casa con
televisor tenía incluso más importancia simbólica que real. Medio país se
preguntaba cuándo llegarían hasta su
territorio las emisiones. Y fueron llegando.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">No se podía esperar. Los
montes eran altos y los repetidores anémicos, pero la expectación era
máxima. Así que, cuanto antes, mejor. “Radio Monogran” coronó el tejado de su
edificio en la calle Rui-Pérez, con la dignidad y el honor de tener la primera
antena de Avilés. Su propietario, Aurelio Martín, el muy popular Lelo, tendrá
para siempre el mérito del pionero. Un mundo nuevo bajaba por los tejados como
si fuera Papá Noel. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Estaba concluyendo 1959. En noviembre del año siguiente se
empezaba a ver señal de televisión en Oviedo. Un par de meses antes, como en misión
secreta, un técnico de Marconi Española recorría Avilés haciendo mediciones y
sacando conclusiones. Las tiendas de electricidad de la villa mostraban imágenes
borrosas y saltarinas correspondientes a las pruebas del emisor vasco del monte
de Sollube, que enlazaba con el Aramo y aún estaba en proceso de ajuste. Unas
veces se veía bien, otras casi nada. Y la gente en un sinvivir ansioso. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Querían comprar su aparato, pero aún era pronto. La
orografía cantábrica provocaba constantes cambios de orientación al instalar
nuevos repetidores para cubrir zonas de sombra y las antenas tenían que variar
su orientación. Había que esperar, pero, para ganar tiempo, los comercios
pusieron sus ofertas en la calle. Como ELECTROGAS, que adaptó un sistema de
cuentas corrientes puesto a disposición de los consumidores avilesinos. Se
abría la cuenta en la tienda, se iban haciendo entregas de dinero a gusto del
consumidor y, cuando estuvieran a pleno rendimiento las emisiones, esos
clientes tendrían preferencia para comprar, entregando como entrada lo recogido
en la cuenta corriente. Entonces se podía elegir a gusto el modelo de
televisor. Eso sí, siempre Philips, con instalación de antena incluida, sin
cobro de mano de obra ni nada. Todo ventajas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Empezaban los tiempos de las compras a plazos y no hacía
tanto que se habían ido los tiempos de las colas para todo. Ponerse a la cola
de un televisor, o de un utilitario, no era motivo de enojo, sino de lo
contrario. A partir de entonces el ocio consistiría en mirar desde el sofá a las
figuras encerradas en las 625 líneas de pantallas de 19 pulgadas, por lo menos.<span class="apple-converted-space"> El televisor empezó a presidir la casa,
siempre enfundado para que no cogiera polvo durante las muchas horas que no
había emisión. Se le adoraba como a aquellas imágenes de las vírgenes,
protegidas por hornacinas, que aún recorrían las casas de Avilés.</span><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">En 1964 las emisiones se reforzaron para toda Asturias con
el repetidor del Gamoniteiro. Dos años después tenían tele casi un 32 por
ciento de los hogares españoles. En zonas como Avilés, en pleno crecimiento
explosivo y con tanto realquilado, antes había que tener casa que tele, pero la
urgencia estaba a un nivel parecido. Para avivar la esperanza, por aquellos
entonces Chocolates Osnola entregaba, precisamente en Naveces, su primer
aparato de la campaña «El TV misterioso». Aquellas marcas que el tiempo se
llevó: Lavis, Inter, Iberia…El mundo había cambiado.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Los nuevos vecinos salían ahora de la tele, en las primeras
series americanas. Viajaban “al fondo del mar”, escapaban de “Los invasores”,
siempre con aquel dedo tieso tan acusador, hablaban en idioma hispano neutro y
eran, en su mayoría, investigadores privados que guardaban algún secreto en la
cajuela del auto.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Los
televisores ya se habían generalizado, a plazos por supuesto, y el vecino del
tercero dejó de invadir casa extraña, teniendo como tenía su propio televisor y
convencido, además, de que eso del Festival de Eurovisión era todo política y
que a España le tenían mucha envidia.</span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-2108664606736203682015-04-29T09:19:00.001-07:002015-04-29T09:19:42.308-07:00QUÉDESE, SEÑOR BALSERA<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-P2lLRoWtZohR07ZscocPQfZYfgHufypHKuS-8nJXSVE9-QsWAZs3kV8H-bLa_K8lLxsAXRn-nffPJmhFacIEFDypCFHHIugnjbwpOYDygc8v76ixkhl8jF-JwjLllnhkReBJOrr2A4A/s1600/Qu%C3%A9dese+se%C3%B1or+Balsera+infograf%C3%ADa+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-P2lLRoWtZohR07ZscocPQfZYfgHufypHKuS-8nJXSVE9-QsWAZs3kV8H-bLa_K8lLxsAXRn-nffPJmhFacIEFDypCFHHIugnjbwpOYDygc8v76ixkhl8jF-JwjLllnhkReBJOrr2A4A/s1600/Qu%C3%A9dese+se%C3%B1or+Balsera+infograf%C3%ADa+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" height="502" width="640" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-size: 10.0pt; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Infografía de Miguel De la Madrid sobre foto de Alonso.</span></td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> A veces las noticias, las malas noticias, pueden
movilizar a una ciudad entera. O casi. Porque casi era una ciudad la villa de
Avilés de 1916 y casi se movilizó toda aquel 29 de diciembre. Bueno, más de la
mitad. Mayoría simple. Ya se sabe que en el cuerpo de esta ciudad, desde que
nació la edad contemporánea, conviven dos almas que no son gemelas, sino
enemigas viscerales que se tiran lanzadas a la menor ocasión.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> No se
contaban más de ocho meses desde que fuera constituida la Junta de Obras del
Puerto. Desde la lejanía parece una institución de consenso aunque, como casi
todo lo que acontece en esta villa, no había nacido así. Los intereses
personales, políticos, económicos o de simple punto de vista, la habían puesto
en escrutinio. Y el diario local de entonces había montado una campaña para
impedir su nacimiento, pensando que era una entidad legal demasiado compleja y
de poco poder efectivo, que había dado mal resultado en otros puertos. Creía el
rotativo, además, que el apoyo de una parte de la prensa gijonesa era
sospechoso. Un caballo de Troya. Una prueba de que la Junta era mala idea y no
traería prosperidad a Avilés.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Resistencias o puntos de vista al
margen, que el puerto había crecido era una evidencia, que necesitaba obras, un
clamor. Un puerto de ría como el de Avilés es, hasta hoy mismo, un fondeadero
en el que el hombre hace y la naturaleza deshace y, como el tapiz de Penélope,
hay que volver a hacer sin pausa bajo la amenaza de que la ría se convierta en
un regato y el comercio y la industria avilesinas en dos imposibles. En sus
aguas siempre se han reflejado la bonanza o la desgracia de la ciudad.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> Eso
también ocurría hace cien años, precisamente ahora que, recordando aquellos
tiempos, ponemos cien velas negras a la tarta del segundo año de la Primera
Guerra Mundial. Recuerdo pavoroso, necrológica planetaria, pero momento dulce
para algunos países neutrales como España. Y para algunos comerciantes audaces,
como Victoriano Fernández Balsera que, para fortuna de todos y suya propia,
operaba desde Avilés.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> Muy
temprano demostró Balsera talento y arrojo para negocios de alto bordo y
convirtió a su casa en un referente internacional de determinados comercios,
especialmente el de granos. A su empuje se deben las naves que sobreviven a
duras penas al borde de la ría y que nos hablan de cuando su propietario
recibía buques de todo el mundo. Lo mismo traía cereales de las riberas del
Danubio, que trigos rusos, maíz de la Argentina o despachaba miles de toneladas
de avellanas asturianas que se pagaban muy bien en los mercados ingleses. En
tiempos de bonanza sus operaciones eran cotizadas, en tiempos complicados era
capaz de inventarse una oportunidad donde todos veían crisis, como hizo alguna
vez comprando la producción de varias fábricas de azúcar, cuando la prudencia
aconsejaba lo contrario, y haciendo además un gran negocio. Con él Avilés y su
puerto se convirtieron en el centro del comercio de granos y en exportadores de
productos asturianos al mundo entero.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> Como
suele suceder, el poder económico no anda lejos del poder político y Balsera
pertenecía al núcleo reformista que, detrás del diputado José Manuel Pedregal,
estaba arrancando las últimas raíces del viejo y decimonónico poder liberal.
Millones de reales habían aupado al poder a los marqueses de Teverga y millones
de pesetas los desalojaban ahora. Los más poderosos capitalistas estaban en el
bando de Pedregal y, entre ellos, destacaba Balsera, emparentado para bien de
sus negocios con los Gutiérrez Herrero “opulentos capitalistas”, como entonces
se decía.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"> Así
que el nuevo poder económico tomaba las decisiones políticas. Y Victoriano
Fernández Balsera, a caballo entre ambos, dirigía la Cámara de Comercio. Esa
institución fue decisiva para el nacimiento de la Junta de Obras del Puerto.
Quienes la formaban analizaron la coyuntura del momento, con las ganancias que
la guerra podía aportar y que un puerto incapaz no debía frustrar. Los oficios
de Pedregal hicieron el resto, allanando obstáculos en Madrid y en Avilés
(prensa incluida). Así que constituyeron la Junta el 26 de abril de 1915, con</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">
la doble intención de recaudar los arbitrios establecidos (unas 100.000 pesetas
al año) y de acometer los trabajos necesarios para el desarrollo del puerto.
Pasaron a ser de su administración todos los terrenos propiedad del Estado en
la zona portuaria.</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Desde entonces Balsera, que dejó la
presidencia de la Cámara para ser el primer presidente de la Junta, ligó sus
destinos a la nueva institución. Su historia y la de los primeros tiempos de la
Junta de Obras del Puerto son una sola. No en vano, veinte días antes de la
constitución de la Junta, el Estado había dado permiso a Balsera para construir
un cargadero y vías auxiliares en la margen izquierda de la ría, por los que
debía pagar un canon anual a la Junta. A la misma que él presidiría veinte días
después.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Era un hombre indiscutible, sobre
todo para los asuntos del puerto. Pero en Avilés todo se discute. Y sobre él se
empezó a hablar. Habló la competencia. Y hablaron sus rivales políticos. Y se
dijeron cosas que no le gustaron en mítines y reuniones varias. Y fuese por
eso, o porque según algunas fuentes quería “deslocalizar” la sede central de su
empresa, que se diría ahora, Victoriano Fernández Balsera anunció un mal día
que no soportaba más, que se retiraba de los negocios y se iba a vivir de sus
millones.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">Ese día era cercano al de los
inocentes de 1916. Como inocentada no tuvo gracia. Una catástrofe. La noticia
cayó como plaga sobre la villa y, de inmediato, las fuerzas vivas más próximas lanzaron
pasquines a la calle y organizaron una manifestación de desagravio para </span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">“</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">rogar al señor Fernández Balsera que
desista de su acuerdo, permaneciendo en su puesto de honor, del cual no puede
desertar sin inferir un grave daño a importantes intereses de nuestro pueblo”.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">El duelo, que no otra cosa parecía, se
citó en El Parche. Plaza de la Constitución, Cámara abajo, Marqués de Teverga,
Pedro Menéndez, Emile Robín y, al fin, por la carretera del Torno, llegaron
unas tres mil personas. El comercio, los casinos y la banca habían cerrado en solidaridad
y funeral. Avilés se había parado y, al llegar a los almacenes de Balsera, lo
que se paraba ya era una manifestación de buen porte. Eduardo Prada, Alberto
Solís Pulido y Álvaro García de Castro, subieron a las oficinas para convencer
a Victoriano. No estaba. Los recibió, conmovido dicen las crónicas, su hijo
Álvaro, quien transmitió a su padre la importancia del acto.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">Fue suficiente. Victoriano desistió de
su intención y siguió al frente de los negocios. La Junta de Obras tenía en sus
arcas 442.032,54 pesetas y seguía caminando, pero también tropezaba,</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"> </span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">como todo en esta ciudad nuestra,
sometida a la influencia de los poderes cambiantes que sembraron la cizaña en
su seno, enfrentando a ingenieros y administradores y haciendo fracasar el
primer plan de obras que trataba de conseguir</span> <span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">un puerto
moderno: libre su entrada y salida sin aguardar la marea, con buques siempre a
flote en su interior y cercanos a almacenes capaces de tener en cualquier caso
mercancía suficiente como para cargar sin necesidad de espera o turnos.</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> Entre
tanto retraso portuario, el señor Balsera se dedicó a otras obras, para las que
no necesitaba más acuerdo que el suyo propio, edificando su casa-palacio,
amerengada, moderna y hasta exhibicionista, que hoy es conservatorio de música.
Las otras obras, las del puerto, siguieron sometidas a esos lances de difícil
control, manipulaciones políticas y rivalidades que retrasan <i>sine die</i> los trabajos de mayor
importancia y extrema urgencia. Claro que, de todo esto, ya hace un siglo… ¿O
no?</span><span style="font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<br /></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-78370158904968300972015-04-21T11:55:00.002-07:002015-04-22T06:10:53.364-07:00ÓPERA PRIMA<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgcyfHBDs2xJYgiuoy9uzn2EdnVsgmEP_RJKEwM6b2sUUHkI3lM_bvO1ocT0ZIA1-j_7v8vT1S0IGOiKLxnwlC2-3DnMj8KsYo9cwlLyemGRIl0QJQbviciTCuGlpWcAFnDIezJOiJbw5k/s1600/%C3%93pera+prima+info+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgcyfHBDs2xJYgiuoy9uzn2EdnVsgmEP_RJKEwM6b2sUUHkI3lM_bvO1ocT0ZIA1-j_7v8vT1S0IGOiKLxnwlC2-3DnMj8KsYo9cwlLyemGRIl0QJQbviciTCuGlpWcAFnDIezJOiJbw5k/s1600/%C3%93pera+prima+info+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" height="640" width="356" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 12pt;">Viejos afiches de Lauri Volpi
y Aida en la nueva cartelera del Teatro Palacio Valdés. <br />Infografía Miguel De la
Madrid.</span></td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-indent: 19.8pt;">
<i>A Flor
María Iglesias, siempre a vueltas con “los músicos”<span style="font-size: large;"><o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: center; text-indent: 19.8pt;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: center; text-indent: 19.8pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"> En las tardes de
función un grupo de paseantes se agolpaba ante las ventanas del viejo teatro de
la calle de La Cámara. Iban de pesca. Con la caña presta para atrapar un verso
suelto del galán joven o un si natural de algún tenor de circuito provinciano.
Pero era un coto muy estrecho, poca ventana para tanta gente. No había manera
de echar la caña a gusto.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"> Tanta porfía
resultaba habitual en una ciudad que, hasta 1877, sólo podía ofrecer ese viejo
teatro, con una planta de herradura escasa hasta para un poni. Estructurado en
bajo, piso y cazuela, con unos palcos sostenidos, nadie sabe cómo, por una
especie de puntales que ponían en riesgo la integridad física de los valientes
espectadores que se atrevían a exponer su espalda ocupando unos primitivos bancos
de bisagra. Un teatro que, “El Eco” lo decía, era “muy malo, muy pequeño y
sobradamente pobre”.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;">Fue en 1877
cuando una sala multiusos, el teatro circo Somines, nació al borde de Las
Meanas para aliviar a Avilés de tanta penuria. Pero no era una solución
definitiva. Sus hechuras, más de circo que de otra cosa, podían cobijar a gusto,
e incluso con desahogo, cualquier espectáculo de varietés, de cine, de circo,
cuplé o teatro popular, pero no el bel canto, ni siquiera una zarzuela grande. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;">Pese a todo, en
el Somines se representó ópera. Fue allí, en el circular recinto con olor a
serrín, donde volvió a la vida el verdiano “Il Trovattore” ayudado por el gran
Enrico Tamberlick. Era el tenor romano gloria de la canción italiana e inventor,
según extendido comentario, del “do sostenido de pecho”. El mismísimo Borges lo
recuerda en “El Aleph” representando el Otello de Rossini exhibiendo esa nota. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"> Fue todo un
acontecimiento. Un tenor legendario en Avilés. “Don Enrique”, como en España le llamaban, era
una celebridad. Le tocó estrenar “La forza del destino” de Verdi o convertir en
ópera a “Marina” de Arrieta, en 1871. Había frecuentado los teatros españoles
con gran asiduidad desde 1845, sobre todo el Real de Madrid, durante décadas. Además
había alcanzado gran nombradía incorporando al Manrico de aquella obra que lo
traía a nuestra villa. Su representación fue parte de una de las últimas giras que,
con su compañía lírica, dio por España en 1882, poco antes de acudir también a
las funciones inaugurales del teatro circo de Vigo, que acabó llevando su
nombre. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"> Con ser
importante este acontecimiento, el Tamberlick que se asomó al Somines era un
cantante crepuscular, con una fama que le precedía, pero con unas críticas que
empezaban a hacerlo huir de la Corte a las provincias. Ya tenía más años que
vibrato. Un hito para nuestra villa. Pero sólo una pica en Flandes. Habría que
esperar dos años más para que la compañía de la soprano Enriqueta Baillón
levantara otra vez el telón del Somines para representar “La Favorita” de
Donizetti. Decían en Oviedo que esta compañía sobrepasaba en calidad a la del
propio Tamberlick.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"> Muchas glorias,
pero glorias fugaces en una ciudad donde, durante años, la burguesía estuvo
esperando y llorando por un teatro donde la ópera se encontrase como en casa.
Pensado a la italiana, con palcos que pudieran llevar tal nombre, con buena
sociedad chismorreando tras cortinas y anteojos, donde fumar en saloncitos de
plateas y criticar, más al vecino que al tenor, en cualquier rincón.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;">Tal equipamiento
se hizo de rogar. Las actividades musicales se tuvieron que retirar a gabinetes,
salones de música domésticos, donde los más jóvenes aprendían armonía, solfeo y
destrezas varias en el desempeño de los instrumentos. Mucha señorita bien
tocando al piano transcripciones de ópera y de zarzuela. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"> Un compás de
espera tan prolongado no se llevaba en paciencia en una villa con afición desde
siempre por la música, culta y popular. Que conocía y disfrutaba de coros y
orfeones, banda y compositores de lo serio y lo profano. Una villa de “músicos”
de apodo y vocación. Tal vez menos de lo que se cuenta, pero también más de lo
normal en pueblos de su tamaño. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"> La ópera, la
representación del arte total con todas las de ley lírica y escénica, nunca se
pudo catar. Compañías en guerrilla y representaciones en pertrecho, pese a los
nombres ilustres, fueron todo lo que por aquí llegó. Avilés debió esperar. Lo
hizo hasta que, en 1920, el Teatro Palacio Valdés, de cuya azarosa historia ya
hemos escrito bastante en otros lugares, fue realidad y allí sí que la cosa era
como mandaban todos los cánones. Hoy, ver en sus carteleras afiches operístico
no diré que es normal, pero sí que no es extraño. Pero hubo mucho recorrido
hasta esa meta.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"> Por eso, cuando
el 11 de junio de 1921 el teatro Palacio Valdés alzó su telón para que se
asomara una “Tosca” de Puccini, el acontecimiento no fue sólo de gran altura
artística, fue realmente una primicia histórica. La primera ópera con una
representación cabal, en elenco y posibilidades escénicas. En un teatro, nunca
mejor dicho, “a la italiana”. Hecho a la medida de la burguesía local: con poca
embocadura, pero mucha apariencia. Entonces su calle se llamaba del siglo XIX,
pero aquello era un salto al siglo XX de la cultura. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"> Todo hacía
pensar que se trataba de una representación de “primo cartello”. Una compañía
formada por elementos de los que representaban en el Teatro Real de Madrid, y
con casi todo su atrezzo y equipamiento escénico. Pocas fechas antes ya se
había mostrado muy solvente en el gijonés teatro Dindurra. Al frente de la
misma iba un valor en alza: Giacomo Lauri Volpi, otro tenor romano, cuya
carrera había retrasado la Primera guerra mundial, pero que, cuando llegó a
Avilés, estaba a punto de debutar en el Liceo de Barcelona y en La Scalla de
Milán. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"> Gran cartel para
una villa modesta. Levantó enorme expectación entre los aficionados a la música
y entre los aficionados a ver y ser vistos. Así lo sufrió Vallina, el conserje
del teatro, a quien las reservas de abonos para las funciones de sábado y
domingo (“Tosca” y “Aida”) trajeron de cabeza durante días. Para todos una
verdadera representación de ópera era novedad en Avilés, y “Tosca” una obra de
la que se conocían sus partituras y su argumento por el cine, el fonógrafo y
hasta los cilindros de los pianos de manubrio. De “Aida” nada hacía falta
decir. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;">No defraudaron
los cantantes de “Tosca”. No lo hizo Lauri Volpi, ni lo hizo la soprano Ros ni
el barítono Frau ni el caricato Fernández que, dicen las noticias, estuvo un
tanto pasado de gesto. Pero todos rayaron muy por encima de coros y una
orquesta bajo el proscenio en un mal día. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"> Se respetó “Tosca”,
se degustó con la fruición de la novedad, pero convenció del todo “Aida”. Con
la obra de Verdi el público de Avilés creyó haber llegado ya a la altura de las
grandes capitales y se abandonó a la contemplación de un gran espectáculo en la
confianza de que la plaza y su flamante teatro lo merecían.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;">Tal vez en lo de
“Aida” hubiese contribuido la actuación del barítono Gijónes Servando Bango, de
recuerdo tan potente como su voz, que cantó y encantó al respetable en su papel
de Amonarso, siempre clamando venganza. No le fueron a la zaga, según los
gustos del público avilesino, el Tenor Enrique Álvarez como Radamés ni las
señoras Viñas y Vergara. Coro y bailables otra vez por encima de las
posibilidades de la orquesta.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"> Una noche
memorable. Se recordó durante mucho tiempo, el mismo que duraría la dieta
belcantista. Tantos años como los círculos de buena sociedad y de aficionados
comentaron aquella noche que Lauri Volpi cantó en Avilés.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"> Lo que son las
cosas, el tenor romano, después de su boda con la soprano María Ros, acabó
afincándose en la ciudad valenciana de Burjassot, donde murió tras una larga
carrera, en 1979. Y, si ustedes miran ahora un plano del callejero de Valencia,
se darán cuenta de que la calle dedicada al tenor Lauri Volpi, va a encontrarse
con la gran Avenida del General <b>Avilés</b>.
<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;"> En fin…</span><o:p></o:p></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-90890967288839666352015-04-14T09:51:00.001-07:002015-04-14T09:51:40.302-07:00EL MÉDICO INFELIZ<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> <table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgq0GJZVHFA7z7LXJcHMMsrtXgWsXsV4eTHXGnYdMnHRjh5bcTnpvhNVbqkiWXn5hc_QpwrRqHOTNOrmlG9UpX-CZY4FZ-iRkun4yvINhH_LmNh9oq30txpmpjRp2tl9HSu_RYinhRfk_0/s1600/El+m%C3%A9dico+infeliz+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgq0GJZVHFA7z7LXJcHMMsrtXgWsXsV4eTHXGnYdMnHRjh5bcTnpvhNVbqkiWXn5hc_QpwrRqHOTNOrmlG9UpX-CZY4FZ-iRkun4yvINhH_LmNh9oq30txpmpjRp2tl9HSu_RYinhRfk_0/s1600/El+m%C3%A9dico+infeliz+Miguel+De+la+Madrid+blog.jpg" height="640" width="435" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">Maletín de médico decimonónico.
Infografía: Miguel De la Madrid</span></td></tr>
</tbody></table>
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> Tras
este título de cuento infantil de los hermanos Grimm, libremente traducido, se
oculta una historia prosaica, lejana y real. Una historia anterior a la mitad
del siglo XIX, cuando ser médico en Avilés era una profesión dura y un bien muy
escaso. Y larga, sobre todo muy larga.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Las historias que esta serie cuenta
tienen que ver con noticias que, de una u otra forma, tuvieron eco en los
medios de comunicación, pero la de hoy viene de un momento en el que, en
Avilés, por no existir no existía ni imprenta. No había periódicos, por tanto.
Las noticias, sobre todo las oficiales, tenían un cauce para hacerse presentes,
un medio formal: la “Gaceta de Madrid”. El Boletín Oficial del Estado de
entonces. He aquí cómo, tirando de un hilo tan frío y tan lejano, podemos
llegar a reconstruir, no sin esfuerzo, una historia cercana.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">La noticia es del 16 de noviembre de
1841. Ya llovió. Y como entonces dicen que llovía aún más, era el peor momento
para quedarse sin médico, a las puertas de que el invierno sembrase de virus el
lugar para deleite de La Parca. A pesar de eso la <i>Gaceta</i> decía que la plaza de médico titular de la villa de Avilés, dotada
con 6.000 reales anuales, se hallaba vacante y que los que gustasen optar a
ella tenían dos meses para presentar sus solicitudes en la secretaría del
ayuntamiento de Avilés.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">¿Qué había pasado? ¿Por qué Avilés se
había quedado sin médico? Lo normal es que fuese por muerte o por jubilación.
Eso no sería noticia para contarla hoy, pero la investigación de esta pista, en
apariencia vulgar, demostró ser todo menos eso. Ocultaba una historia curiosa
que comenzó unos meses atrás.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Fue cuando el médico titular de Avilés,
que lo era por entonces José Rodríguez Villargoitia, decidió que ya no lo sería
más. Que renunciaba y que lo hacía entre enigmáticas razones que no quería detallar,
siempre con alusiones a penosas causas “conocidas de todo el mundo”. Y así se
despidió de los regidores avilesinos, desde Pravia y por carta.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">A los señores del Ayuntamiento
Constitucional de Avilés el anuncio no les gustó ni poco ni mucho ni nada.
Quedarse sin médico era asunto de poca gracia. En la Asturias de entonces eran
rara especie, sustituida muchas veces<b> </b>por </span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">Intrusos</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"> del más variado pelaje</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">,<b> </b></span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">desde los más misteriosos<b> </b>ensalmadores a</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"> los </span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">“</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">curiosos</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">”</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"> de toda la vida.</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"> </span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">Eran tantos que, en
1847</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">,</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"> hubo de abrirse un<b> </b>registro de intrusos<b> </b>para que los
ayuntamientos comprobasen títulos y fraudes.</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Los no
titulados eran hábiles en componer huesos, reparar calamidades de la vida
cotidiana o recetar cocimientos y <i>fervediellos</i>,
pero poco eficaces para sanar algo más complicado que la patada de una vaca.
Dese luego, ninguno de ellos atesoraba conocimiento académico alguno, ni
pertenecía por derecho al personal de las ciencias de curar. Pero tenían fama y
clientela, entre otras cosas porque, en algunos concejos de la comarca como
Illas y Corvera, no había médico de ninguna clase y acudir a los médicos de los
concejos limítrofes, si es que se tenía dinero para ello, era llegar tarde.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Intrusos los
ha habido hasta hoy en todas la profesiones, incluso en la de contar la
Historia. En aquel lejano tiempo con ellos se vivía pues, como queda claro, entonces
el médico era un artículo de lujo, por escaso y por necesario. Sólo por Real
Decreto de 5 de abril de 1854 su presencia se aseguró con la organización de
los partidos de médicos (para poblaciones de más de 200 vecinos) cirujanos
(para las mayores de 100) y farmacéuticos (para las superiores a 1.000). La
cosa no mejoró demasiado entonces, pero nuestra historia habla de quince años
antes, cuando era mucho peor aún.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">En tan sombrío
panorama lógico es que a los repúblicos avilesinos no les gustase la unilateral
decisión de Villargoitia. Peor que se despidiese “a la inglesa”, abandonando a la ciudad y su puesto de médico
titular sin permiso del ayuntamiento, y mucho peor aún, dejar en el aire que
todo el mundo sabía la razón. Ellos insistían en que no. Y pidieron explicaciones
que, si era necesario, habían de llegar por medio del alcalde o el juez de
Pravia. Avilés seguía sin médico y sin causa aparente de tal carencia.
Villargoitia tuvo que explicarse, otra vez, y la cosa no mejoró.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">Entre las
enigmáticas razones que llegó a esgrimir asomaron cosas como que tenía que
librarse de “impresiones dolorosas que atacaban mi ánimo y mi salud”. Decía que
había tenido que sufrir odios, injurias y amenazas urdidas clandestinamente por
algunas personas y que, además, todo eso era “voz pública”. Se iba, intentando
recuperar el sosiego y la salud y dejando un deseo flotando en el aire para su
sustituto: “plegue al cielo que la ocupe quien pueda ser más feliz y quien
pueda contribuir más al bienestar del Pueblo, que el que por última vez dirige
esta su renuncia”.</span><b><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><o:p></o:p></span></b></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> No
había que ser un genio para darse cuenta de que, por encima de todo, aquel
médico era infeliz. Que, por lo que fuere, Avilés no había sido su destino
perfecto. Que se estaba abrasando en las calderas del infierno grande que era
aquel pueblo pequeño. Todo eso estaba detrás, pero él seguía parapetado en
aquella corta explicación.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">No coló. Sus razones no fueron
suficientes para convencer a los del Ayuntamiento. Rechazaron la renuncia.
Intentaron que volviera, pero sabían también que la cosa era difícil. En el
intento, y para que Avilés no permaneciese desatendida, ofrecieron la plaza
interinamente al vecino de Oviedo Ignacio José López, antiguo médico cirujano
de Pola de Siero. De inmediato hubo acuerdo en ocho de las nueve condiciones
del contrato y empezó a prestar servicio. El Jefe Político de la región acabó
declarando la plaza vacante por enfermedad “de cuerpo y de ánimo” del antiguo
titular. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Y así la noticia llegó a la Gaceta de
Madrid. Hubo que anunciar la vacante y convocar a todos cuantos estuvieran
interesados en presentarse a ella. De esa manera entró 1842. Avilés seguía con
un médico en precario que, para colmo de males, la Diputación de Oviedo
trasladó a la capital para que ayudase en el reconocimiento de los “quintos” de
ese año. El Ayuntamiento de Avilés no podía permitirse sustituir al sustituto y
logró que la Diputación renunciase a sus pretensiones mientras la selección
definitiva seguía su curso.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Fueron quince los médicos interesados en
la plaza de Avilés. Llegaron peticiones de toda España. El Ayuntamiento pidió
informes sobre todos a colegios, ayuntamientos y universidades. Sobre su conducta
y adelantamiento en el desempeño de su carrera. Del uno al otro confín al norte
de Madrid llegaron respuestas: de Avilés, Cangas de Onís, Valladolid, Madrid,
Sahagún, Villarramiel de Campos, León, Real Sitio de San Ildefonso, la Coruña,
Mondoñedo y Salamanca. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Finalmente la plaza fue para el
interino. El Ayuntamiento le valoró como mérito esa interinidad a Ignacio José
López, que pasó a ser médico titular de esta villa y su concejo. Pero Avilés no
pareció cerrar la situación. Ese mismo año, otra vez la Gaceta, anunciaba nueva
vacante, en este caso del médico-cirujano titular, Pedro Luis Martínez.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">En la letra del anuncio quedaba escrita
la peripecia y también la penuria de los galenos de aquella época. Había
desempeñado el cargo durante cincuenta años. Tenía más de noventa y la causa de
su retiro eran “las continuas dolencia y operaciones dolorosas” por las que “se
hubiese inutilizado”. Así, exhausto, tuvo derecho a una pensión de 200 ducados
de los 400 que cobraba. Poco tiempo le quedaba para contarlos.<o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Como ven, la ocupación de médico de
pueblo no era envidiable entonces. Se moría con las botas puestas y, a lo peor,
no había otro médico titulado para asistir en aquel último momento. No era una
profesión para ser muy feliz. </span><span style="font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-31889323676151157782015-04-07T11:56:00.000-07:002015-04-07T11:56:35.838-07:00Y AL SÉPTIMO NO DESCANSARON<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgduUbgCbg23CJFm93p0X3s4UWi5oy-pT3-ImKEyYBW8X7wB9MskmZj5nzqWM2iRvbfU6ksmRpfZ_svN6gw9T1PI84XKYgprL6Idp06vuNVFZIq3yHn5xcPBq9rUjsjYEof1kaWFjnYa84/s1600/Al+s%C3%A9ptimo+no+descans%C3%B3+Miguel+De+la+Madrid+def+texto.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgduUbgCbg23CJFm93p0X3s4UWi5oy-pT3-ImKEyYBW8X7wB9MskmZj5nzqWM2iRvbfU6ksmRpfZ_svN6gw9T1PI84XKYgprL6Idp06vuNVFZIq3yHn5xcPBq9rUjsjYEof1kaWFjnYa84/s1600/Al+s%C3%A9ptimo+no+descans%C3%B3+Miguel+De+la+Madrid+def+texto.jpg" height="640" width="502" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Edificio de la Escuela de Artes y Oficios, durante
muchos años el local multiusos de Avilés (infografía: Miguel De la Madrid).<br /></span><div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">A los
contadores de anécdotas y coleccionistas de gacetillas avilesinas siempre les
ha hecho mucha gracia esto que hoy les voy a relatar. Aunque, si uno se acerca
con rigor, enseguida se da cuenta de que la cosa tiene mucho fondo y poca risa.
No se trata de curiosidades ni de chanzas, ni hay nada de broma en lo que a
continuación se cuenta. Es, más bien, la radiografía de un tiempo y de quienes
lo vivieron. Pero, claro, hay que bucear.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Todo
sucedió en el inverno de 1908. El domingo dos de febrero, por más precisar. Mal
empezaba ese año en que el poder local era más frágil que nunca y la economía
de Avilés había entrado en un túnel muy negro. No estaban los tiempos para
perder clientes ni para perder ingresos en días como los domingos, santificados
por los taberneros avilesinos haciendo mejores recaudaciones.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Pero
hacía tres años que las cosas eran distintas. El conservador Juan De la Cierva,
padre del famoso inventor del autogiro y ministro en el “Gobierno largo” de
Antonio Maura, se había empeñado en regular las costumbres sociales y eso
incluía desde la prostitución a los teatros, desde los cafés al funcionamiento
de la policía. Y, en medio de todo, una ley, la del Descanso Dominical, a la
que nadie estaba haciendo mucho caso pero que, entre otras cosas, obligaba al
cierre de las tabernas en el día del Señor.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Y así la cosa
llegó a Avilés. La Cierva no era ministro para tomarlo a broma. Sacrificó su
popularidad a la aplicación de esta ley y, aunque tuvo suerte diversa en su
propósito final, fue inflexible en la necesidad de su cumplimiento,
persiguiendo y multando a los infractores. Hacía tiempo que se venía avisando a
los taberneros avilesinos y ellos como si nada. Aquel domingo de febrero
estaban preparados para la resistencia pasiva. Se mantuvieron firmes y, tras el
acuerdo tomado el sábado, dejaron abiertos sus locales contra la ley y contra
los dictados de las autoridades. A mediodía una muchedumbre asistía confundida
a un espectáculo poco usual. La Guardia Civil, ayudada por la Guardia Municipal,
conducía hasta el edificio de la Escuela de Artes y Oficios, improvisada
cárcel, a todos los taberneros de Avilés, resistentes a cerrar en cumplimiento
de la ley.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">No sólo a los
taberneros, también cinco de sus esposas acabaron en el calabozo hasta las diez
de la noche. Al día siguiente fueron puestos en libertad, tras prestar
declaración, los taberneros y otros dos industriales, Manuel Galé y Adolfo
Miranda, detenidos por error en la misma operación.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> A
la Ley del Descanso Dominical, como sucede a veces con ciertas leyes novedosas,
algunos no la tuvieron en cuenta, no se la creyeron, la dejaron pasar o no la
vieron venir… pero llegó. Lo hizo en marzo de 1904.Y entonces muchos sectores
profesionales se echaron a temblar al ver las consecuencias que podría acarrear
a sus intereses. Y aparecieron las protestas. Empezaron a elevar su voz
profesiones tan diversas como panaderos, albañiles, periodistas, barberos,
tenderos, ferroviarios y hasta toreros. Por supuesto, los taberneros también. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">En las
poblaciones de menos de diez mil habitantes los alcaldes podrían autorizar la
apertura de las tabernas en el horario que considerasen oportuno. Por este caso
se coló Avilés, donde su alcalde sostenía el criterio de que las tabernas eran
casas de comidas por la tarifa de contribución que pagaban. Esa era una de las
formas de burlar la ley, que exceptuaba a los cafés y no a las tabernas, por lo
que los taberneros empezaron a matricular sus negocios como figones o cafés
económicos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;"> Sucedía todo esto, entre otras cosas, porque
los taberneros no podían soportar que, mientras en Avilés se cerraba, las
tabernas de Gozón, Corvera, Illas y Castrillón, permanecían abiertas,
legalmente abiertas, llevando a sus parroquianos a rezar en otras capillas de
la comarca, dejando sus cuartos allí. Esos pueblos, y ciudades de mayor
importancia como Oviedo, Mieres, Villaviciosa o La Felguera, habían encontrado
la gatera por la que colar las exigencias de la ley acomodándolas a las
costumbres locales.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">El asunto no
era sencillo. En un poblamiento tan disperso como el asturiano las aldeas
acudían a surtirse a la capital comarcal los días festivos, con lo que era
habitual que, en esos días, las villas cabeza de partido celebrasen mercado.
Era una circunstancia muy común en toda España y prevista además por el
Reglamento que desarrolló la Ley, según el cual podía lograrse así la exención
de su cumplimiento si se celebraba un mercado tradicional los domingos. Y, con
ese recurso, diversas localidades lograron salvar la situación para los
comerciantes. Pero se abrió una espita peligrosa, dividiendo a los pueblos, y
poniendo a prueba la fuerza de los poderes locales y, en la mayoría de los
casos, del omnipresente caciquismo. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Ante tanta
incertidumbre y tanto peligro para el negocio las tabernas miraron para otro
lado, en lo que se refiere a la observancia de la nueva ley. Tiendas y colmados
siguieron despachando su género hasta cuando tuvieron por conveniente. Mucho
tiempo para sus dueños y una jornada agotadora para sus empleados.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Y aquí el
enfrentamiento bajaba un nivel. Ya no se trataba de municipios contra el
Estado, ni siquiera de municipios contra municipios, que también, sino de
obreros (dependientes, camareros y otros) contra sus patronos. Aquellos taberneros
y otros hosteleros y comerciantes, que, frente a la ley en la que se escudaban
los obreros de la Junta de Reformas Sociales, no querían perder ingresos en
días de buena faena. Sus empleados, que estaban asistidos por una ley que no
acababa de ponerse en marcha, tampoco querían perder su descanso, si no
dominical, al menos semanal. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">A esto se
unían las peculiaridades de las relaciones laborales de entonces, como el hecho
de que los trabajadores cobraran los sábados y que, precisamente ese día, podían
hacer las mejores compras de la semana, por lo que, en algunas ocasiones,
“pactaban” con los patronos que el sábado se pudiera abrir sin límite horario,
a cambio del cierre seguro los domingos. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Los
trabajadores de la dependencia mercantil se consideraban en Avilés “los más
esclavos y los más explotados” y se mantuvieron en guardia durante años. Tenían
un trabajo muy duro, y una jornada laboral que les restaba tiempo para vivir.
Por eso se despertó en ellos la conciencia de ser un grupo con intereses
profesionales muy particulares y se organizaron para defenderlos. Lejos del
alcance de las organizaciones obreras por antonomasia (anarquistas y socialistas)
apoyaron sus reivindicaciones en instituciones sin filiación ideológica
precisa, como la Asociación de Dependientes de Avilés. Su capacidad de presión
fue muy limitada (tenía 22 socios en 1919) y el problema cerró en falso cuantas
veces alguien decidió abrirlo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Con el paso
del tiempo las tabernas y establecimientos afines del centro de Avilés acabaron
cumpliendo la ley, mientras que las de las afueras la siguieron sorteando
durante décadas, para enojo de alcaldes y desesperación de dependientes. Éstos
tomaron medidas de presión más severas y, con el apoyo de su Comité Nacional, lograron
que se garantizase el cierre a las ocho de la tarde de todos los comercios,
desde octubre de 1915.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Para que todo
el mundo se enterara se repartieron 10.000 pasquines por los domicilios y aldeas
de la comarca y, como sucedía en Gijón y Oviedo, se colocaron grandes carteles
a la entrada de Avilés avisando del horario de cierre comercial. Pero los
problemas continuaron muchos años después.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Es decir que,
hace más de un siglo, la libertad de horarios de comercio era un asunto tan
controvertido como lo es hoy, y casi por las mismas causas. En una villa que
empezaban a languidecer y a entrar en una parálisis económica muy acusada.
También como hoy. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Mucho más que
una anécdota.</span></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<br />Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-61383548803457329802015-03-31T05:13:00.000-07:002015-04-22T06:06:23.307-07:00JULIÁN ORBÓN EN FLASHBACK (Y II)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqysyThV2PyBe3Fc2yOpK0zjc-FJGZ-WBpCGxGSij0IU4TRvWpoLBDmt6lQvmwhRKZyoz_7GK-ojHO3Vbsua7wSx7lLWkDqpAod4BeQjuePX5hzW4eqIers3K5dFvgr7wePGzunaKeTpk/s1600/El+progreso+de+Asturias+Miguel+De+la+Madrid+def+con+texto.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqysyThV2PyBe3Fc2yOpK0zjc-FJGZ-WBpCGxGSij0IU4TRvWpoLBDmt6lQvmwhRKZyoz_7GK-ojHO3Vbsua7wSx7lLWkDqpAod4BeQjuePX5hzW4eqIers3K5dFvgr7wePGzunaKeTpk/s1600/El+progreso+de+Asturias+Miguel+De+la+Madrid+def+con+texto.jpg" height="640" width="462" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: center;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Una
primera página de “El Progreso de Asturias” hecha ceniza como la vida y la
historia profesional de Julián Orbón (infografía: Miguel De la Madrid).<o:p></o:p></span></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">La vida de
Julián Orbón siguió pasando veloz sobre los muros de la cárcel de Avilés.
Necesitaba, como poco, un <i>cirujano de
hierro</i> para sacarlo de allí. Como Miguel Primo de Rivera. Se le alegró la
cara al recordarlo. Su dictadura, desde septiembre de 1923, decía llegar para dar
fin a los males de España. La solución definitiva a la postración y al
politiqueo. Otra vez buenos tiempos para Julián.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Sus ideas
encontraban horma en la regeneración que predicaba la Unión Patriótica, el
partido del régimen. Un cuerpo nuevo para la vieja patria infectada por la mala
política. En los tiempos duros siempre hay ideas que se imponen, por la razón o
por la fuerza. Y Allí estaba él, propagandista de si mismo en las páginas de su
semanario, denunciando como ajeno todo malo que pasaba en España y como propio
todo lo bueno que había sucedido en Avilés: el tranvía eléctrico, la estatua a
Pedro Menéndez y, sobre todo, la terminación del teatro Palacio Valdés. Se
reivindicaba como materia gris, como mente inspiradora y aún como brazo
ejecutor. Eso dolía mucho a quienes habían estado en los proyectos. No miraban
bien. Y la temperatura social y política seguía subiendo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">Tantos años de
campañas en solitario caían ahora en tierra fértil y, con los ayuntamientos de
la dictadura, llegó a ser teniente de alcalde. Salía de la concha del apuntador
para dejarse bañar por las luces de las candilej</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">as de la política. Y se paseó por
el escenario para mostrar sus virtudes, pero también para convertirse, llegado
el caso, en un blanco fácil. Compromiso a campo abierto.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Y de campos iba la cosa. En esos tiempos
el ayuntamiento de Avilés fue campo de batalla con dos periodistas tiroteándose
en la misma trinchera. Manuel González Wes, secretario municipal y director del
diario local, y Orbón, teniente de alcalde y director del semanario local. El
primero opuesto a la dictadura de Primo de Rivera anhelando la llegada de una
república reformista por la que trabajaba hacía décadas y el segundo no
siguiendo más dictados que los suyos. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Julián intentó eliminar a ese enemigo
político, y, al no conseguirlo, amenazó, como había hecho otras veces, con
dimitir de su cargo municipal. Y el alcalde, Valentín Alonso, accedió. Tragó
aquel farol para desgracia de Orbón, convencido de que, ahora sí, iba en serio.
La inestabilidad de los tiempos, especialmente en lo referente a la alcaldía,
hacían verosímil la propuesta.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Pero no era así. Amenazaba para que le
impidieran la marcha. Y el alcalde no lo hizo, con lo que pasó a la lista negra
de <i>El Progreso</i>. Y así hasta que llegó
su sucesor, en febrero de 1928, José López Ocaña, para el que Orbón reservó
todas sus laudas, colgándole las medallas de todos los progresos de Avilés,
hasta escribir que era “la población de su importancia mejor alumbrada de
España”. Brillante flor para lanzársela a un alcalde en aquellos tiempos. Ya
saben que, en “Es Avilés”, se canta como gran logro aquello de “…Y hermosa
electricidad” (pronúnciese “eletrecidá”).<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Con toda esa luz, y muchos menos
taquígrafos, llegó la Segunda República. Para él una mala noticia. Siguió
adelante, cómodo dentro de sus hechuras de polemista, sin renunciar a ninguna
de las controversias que le salieron al paso durante estos años. Era valiente. Se
esté o no de acuerdo con las ideas de Orbón, demostraba otra vez ser un viejo
periodista. De esos de oficio. De un oficio muy distinto al que ahora se
practica. En estos momentos se valora la imposible “objetividad”, entonces la
prensa existía, como desde su nacimiento, para tomar partido. Para defender unos
intereses y unas causas que no se ocultaban, se les dejaban claras a los
lectores para que optasen por leer ésos u otros papeles. Todos tenían amo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> A
Julián Orbón durante aquellos años no le faltaron ni causas ni controversias. Como
cuando, a finales de agosto de 1934, <i>El
Progreso</i> <i>de Asturias</i> dio en
organizar una “Fiesta Homenaje a <st1:personname productid="LA PRENSA" w:st="on">la
Prensa</st1:personname>” en el teatro Palacio Valdés. La intención era rendir
público y póstumo testimonio de admiración al fundador de <i>Blanco y Negro</i> y <i>ABC</i>,
Torcuato Luca de Tena. Para ello se montó un acto benéfico, pero en el fondo
político, donde discursearon, entre otros, Juan Ignacio Luca de Tena, hijo del
homenajeado, y Antonio Royo Villanova, perteneciente al muy derechista Partido
Agrario. Dos enemigos confesos de la República. Los contrarios a Orbón lo
alinearon en la ultraderecha. Y entonces, como ahora, quien ejerce el poder hace
listas negras de vetados, señalados, desafectos o perseguibles. La diferencia
es que, ahora, se busca la muerte civil del acosado y, entonces, la otra.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Al estallar la revolución de octubre de
1934 <i>El Progreso</i> y su director
estaban a la cabeza de la lista de objetivos. Las reacciones contra el
periódico venían escalando en la misma proporción que sus campañas contra la
“propaganda soviética”, el “ambiente de criminal tolerancia” o “el marxismo
perturbador”. Los escritos fueron respondidos con amenazas cuando la huelga de
1930, apedreos en abril de 1932 y, al fin, bombas en octubre del 34.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">La primera estalló en los talleres del
semanario a las diez de la noche del viernes cinco de octubre. El periódico
estaba situado en los bajos de las casas de su hermano Benjamín Orbón, entre la
calle Rui Pérez y La Cámara, en <st1:personname productid="la Plaza Nueva" w:st="on">la Plaza Nueva</st1:personname> (la de abastos). Entonces se pudo
sofocar un conato de incendio inundando los talleres de la planta baja, a la
vez que, desde las ventanas del entresuelo, el sobrino de Julián, Carlos,
respondía con varios disparos de pistola hacia el interior de la Plaza. Ese
mismo domingo, otra vez a las diez de la noche, dos explosiones certificaban el
inicio del incendio que devoraría a <i>El
Progreso de Asturias</i>, las casas de los Orbón y adyacentes. Julián fue perseguido,
acosado hasta que no le quedó sitio para huir o para ocultarse dentro de su
propio pueblo. Disfrazado y desesperado, logró salvar la vida, en el último
momento, saltando cercas y corriendo calles. Huyendo y refugiándose en casa de
un amigo hasta la llegada de las tropas del general López Ochoa.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">No le quedó casi nada en Avilés. Sólo el
rencor hacia los que habían destruido su casa y todas las pertenencias de la
familia. Los chorros de agua que sofocaron el incendio se tiñeron con el negro
de la tinta de las colecciones de <i>El
Progreso</i>, perdidas sin remedio. Con ellas llegó también un chorro de rencor
hacia la villa entera, de la que se marchó acusándola de “cobardía colectiva”.
Se refugió en Gijón, donde encontró residencia y amparo profesional en la
prensa. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Se había tirado sin pagar de la barca de
Caronte. Pero el barquero siempre exige su moneda y, si no pagas, se lo dice al
cartero, que siempre llama dos veces. Así que volvió a llamar en casa de Julián
Orbón en el mismo inicio de la guerra civil. Los periodistas eran entonces
propietarios de máquinas de la guerra de propaganda que se libraba con más saña
aún que la otra. Acabaron siendo víctimas de los primeros días, del descontrol,
de la memoria y también de la llamada “justicia popular”. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">Julián Orbón fue detenido en Gijón y
trasladado luego a la vieja cárcel de Avilés. Era la madrugada del 28 de julio
de 1936. Allí estaba, este hermano y tío de músicos, habitante del mundo de la
controversia y la política. Subido a esos caballos atravesó la frontera entre
los siglos XIX y XX, en una vida profesional que había comenzado al son de
Guantanamera, en la Cuba de finales del 800 cuando, veinteañero y huérfano, decidió
emigrar. </span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;">Una historia densa, como los tiempos que
le había tocado vivir. Historia que era de uno y era de todos.</span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Eso pensaba, tal vez, repasando su vida,
pergeñando una belicosa noticia sobre aquellos acontecimientos para cuando
saliera de la cárcel. Se iban a enterar. Pero entonces la noticia era él mismo.
Los recuerdos se interrumpieron. No quedaba más tiempo. Descarga de mosquetón y
fundido a negro.</span><span style="font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-2719796672936258172015-03-24T11:20:00.002-07:002015-03-24T11:20:32.760-07:00JULIÁN ORBÓN EN FLASHBACK (I)<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJPzafDAbziTEStwHGxARuoq_4tAq8rCGF7Q3Kx_xqWUmZeZnb00amYyEc86q6uq6U6lwsHJV8MU30_bIryU8qLfFwJcw8nPh8t6ZTXvz34hVWUhcrDqfPWkdp9JNsI4XzmdqPnsPD21w/s1600/Orb%C3%B3n+1+infograf%C3%ADa+Miguel+De+la+Madrid+r%C3%B3tulo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJPzafDAbziTEStwHGxARuoq_4tAq8rCGF7Q3Kx_xqWUmZeZnb00amYyEc86q6uq6U6lwsHJV8MU30_bIryU8qLfFwJcw8nPh8t6ZTXvz34hVWUhcrDqfPWkdp9JNsI4XzmdqPnsPD21w/s1600/Orb%C3%B3n+1+infograf%C3%ADa+Miguel+De+la+Madrid+r%C3%B3tulo.jpg" height="640" width="456" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US;">Julián
Orbón, un hombre en el punto de mira. En este caso homenajeado por las fuerzas
vivas de la dictadura de Primo de Rivera en Avilés el 23-VIII-1924 (infografía:
Miguel De la Madrid).</span></td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Imagino a Julián Orbón mirando a los
muros de la vieja cárcel de Avilés. Ausente. Viendo proyectada en las piedras
la muerte de su padre, profesor de idiomas de <st1:personname productid="la Universidad" w:st="on">la Universidad</st1:personname> de Oviedo,
que cayó fulminado un mal día en la calle Argüelles. Muerto sin avisar y sin
ver, por muy poco, el siglo XX. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Había empezado a pensar en su pasado. Ya
sólo tenía eso. El futuro en aquel país en guerra no existía para casi nadie y
el presente se le estaba escapando a toda velocidad. Julio de 1936. Tiempos
salvajes. Puede que entonces esa vida que dicen le mira a uno de frente en el
instante final, atravesara el pensamiento de Julián a toda velocidad. Todos los
recuerdos. Una vida que explicaba, como pocas, ese brutal desenlace que tomaron
los tiempos. El rescate de las viejas facturas que, unos y otros, empezaron a
cobrar en el 36. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Pasó treinta años trabajando en asuntos
y cargos de representación, durante los que se forjó un puesto en eso que se
llama “la vida pública”. A medio camino entre Avilés y <st1:personname productid="La Habana" w:st="on">La Habana</st1:personname>, adonde llegó a
principios del siglo XX, con una carta de recomendación de “Clarín” bajo el
brazo, que le abrió las puertas de <i>El
Diario de <st1:personname productid="la Marina" w:st="on">la Marina</st1:personname></i>,
periódico defensor del poder español en Cuba y de gran influencia en la colonia
hispana. Aquel diario, fundado en 1844, era ya viejo entonces, pero tenía una
amplia nómina de suscriptores entre la colonia y el comercio de la Isla. Orbón
siempre lo citó como su verdadera escuela de periodismo y a su director,
Nicolás Rivero, como uno de sus principales valedores. Porque Julián era, sobre
todo, un periodista de la vieja escuela.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Desde entonces su vida se convirtió en
una especie de <i>gymkana</i> para sortear
los obstáculos de la política y de su propio carácter, más propenso a crearse
enemigos que a lo contrario. Tres décadas saltando el Atlántico hacia la orilla
más conveniente y dedicándose lo mismo a fundar periódicos y revistas, que a
mantener corresponsalías, organizar eventos y homenajes. Defendiendo mil
causas, peleando duro por todas ellas, pero cada vez más solo con sus ideas, en
unos años en que los hombres se acabaron matando por ellas.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Primero fue liberal. Devoto del omnipotente
y segundo Marqués de Teverga. Otro Julián. En ese momento, su abrazo a la causa
de los <i>sanmiguelistas</i> le llevó a ser
colaborador temprano de <i>El Diario de
Avilés</i>, cuyos responsables apreciaron en él una prosa sobrada de “galanura
de estilo”, que ocultaba un grueso ariete de polémica, con el que se lanzó
contra todo aquello que se le movió cerca. Eran los tiempos en que el marqués
de Teverga y los suyos dominaban los resortes caciquiles, que la prensa, como
todo Avilés, era sólo suyo. El bando de los ganadores. El mejor lugar para
repartir estopa. Y Julián Orbón entonces ya era uno de los mejores repartidores
de la comarca. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Dejó de ser liberal al fundar un
semanario, <i>El Heraldo de Avilés</i>. No
había acabado 1904. Su trayectoria estaba clara, siempre experto en buscarse apoyos,
en organizar todo tipo de actos sociales y en situarse muy bien en aquellas
instituciones que podían garantizar una posición social suficientemente visible
para sus intereses. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Pasó entonces por una fase en que se
convirtió en algo así como “comisionista del homenaje”. Una ocupación en la que
aún hoy se pueden encontrar a sucesores de Orbón. Así, dirigió los homenajes al
filósofo Estanislao Sánchez Calvo y al maestro Juan de <st1:personname productid="la Cruz" w:st="on">la Cruz</st1:personname> y los juegos florales de
1904. Los eventos más relevantes de la discreta vida pública del Avilés de
principios del siglo XX lo tenían por intendente y estratega. Era, además,
secretario de <st1:personname productid="la Extensin Universitaria" w:st="on">la
Extensión Universitaria</st1:personname> y presidente de <st1:personname productid="la Asociacin Coral" w:st="on">la Asociación Coral</st1:personname>
Avilesina. Es decir, estaba bien colocado en los mejores resortes de la vida
social, política y cultural. Logró hacerse visible y tener un poder de
influencia real en todo aquello que más le interesó. Siempre presente, siempre
importante.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Buenos tiempos, pero breves. En 1906
salió por pies de un gran escándalo que le buscaba la espalda a grandes
zancadas. Debió dejar <st1:personname productid="la Coral" w:st="on">la Coral</st1:personname>,
<st1:personname productid="la Extensin Universitaria" w:st="on">la Extensión
Universitaria</st1:personname>, sus apreciadas comisiones de festejos y buscar
abrigo y retirada en <st1:personname productid="La Habana." w:st="on">La
Habana.</st1:personname> Un cuartel lejano, pero siempre seguro.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Cinco años después ya era reformista de
los de Pedregal, los que habían desbancado en las instituciones a los viejos
liberales con nuevas ideas republicanas y dinero fresco. Volvía a Avilés, lleno
de relaciones en Madrid y con los más notables <i>americanos</i>, presto a acercarse al nuevo poder reformista a través
de <st1:personname productid="la Sociedad Fomento" w:st="on">la Sociedad
Fomento</st1:personname> de Avilés, una institución que intentó sacar a la
villa de los malos tiempos que ya vivía con todo tipo de iniciativas, desde el
urbanismo al turismo. Fue su secretario hasta que, según sus enemigos, un
“ataque de megalomanía” lo arrojó nuevamente al mar en 1915, con los últimos
fondos de la sociedad invertidos en un pasaje para <st1:personname productid="La Habana. Viv■a" w:st="on">La Habana. Vivía</st1:personname> más en
el Atlántico que en tierra firme. Su suelo siempre había sido movedizo,
azaroso, peligroso…<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;"> El
día de Reyes de 1917, entre los regalos de la cabalgata, asomaba otra vez
Julián Orbón a la opinión de Avilés envuelto en las páginas del semanario <i>El Progreso de Asturias</i>. Ya no tenía más
bando que sí mismo, en un proceso de radicalización de formas e ideas, paralelo
al que vivía la sociedad española, con el que atravesó los años veinte. En esta
nueva mudanza los enemigos eran Pedregal y sus correligionarios, después de una
década al frente del ayuntamiento de Avilés. Los sitió desde su periódico,
agitando o creando fantasmas de escándalo y desgobierno que se les aparecían a
cada paso para atormentarlos. Y recibió respuesta desde el diario local de
Manuel González Wes, pedregalista destacado, periodista y secretario municipal
al mismo tiempo, que dirigió como hombre orquesta aquel diario haciéndolo
órgano, vocero y defensor de Pedregal.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Frente a todo esto estaban las columnas
de <i>El Progreso</i>. No hacían prisioneros
y Orbón seguía sin hacer amigos, menos que nunca en Avilés. Cualquiera podía
estar señalado. Lo mismo cargaba contra los maestros por no reprimir el uso de
la blasfemia, que contra los bailes públicos por inmorales. Se alejó para
siempre de los partidos del caduco sistema de <st1:personname productid="la Restauracin. Ni" w:st="on">la Restauración. Ni</st1:personname>
liberales ni monárquicos ni republicanos ni reformistas colmaban sus deseos de
orden y seguridad. Al otro lado tampoco retrataba un mejor panorama. Las nuevas
fuerzas obreras no eran de su agrado y las combatió sin descanso. Fue paladín
de la regeneración moral y material, atrincherado en un conservadurismo cada
vez más belicoso.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Contra los socialistas cargó en 1920 por
los “sucesos de Moreda”, en los que se enfrentaron a tiros obreros del
Sindicato Católico y del sindicato minero socialista, SOMA. Doce muertos. Orbón
se despachó con un artículo durísimo, titulado “Cobardías”, acusándolos de ser
“propagandistas desalmados que no dudan en asesinar a traición a sus compañeros
si con eso calman el rencor almacenado en sus entrañas”. El Centro de
Sociedades Obreras le respondió con otro artículo, “Vilezas”, llamándolo “ente
despreciable”, mercenario que vende su pluma a los poderosos para difamar “a
tanto la línea”. <o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: large;">Duras palabras, dichas en un lugar tan
pequeño como Avilés, iban más allá del papel. Sonaban a amenaza por ambas
partes. A “sé quién eres”, a “verás cuando lleguen los míos”. Sonaban a esas
cosas que no se olvidan. A las que se guardan. A las que se recuerdan cuando aparece
la ocasión. Y años después, por desgracia, iban a sobrar las ocasiones.</span><span style="font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-57131506688837266692015-03-17T11:15:00.000-07:002015-03-17T11:22:54.390-07:00POCA DILIGENCIA<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKEkWA2ary91gbIIIXA8iSy0LkW12yqY4WfTG8YFadcSHBbLcYs8FrbMpVEMBiIpqesZhuBRfZfToeu3RfYdUJsLIhzPqi1fUeI_34HaEQAzDER0ufOE1rFghf8nDxW31xlsP1AxRYjBM/s1600/Poca+diligencia+infograf%C3%ADa+Miguel+De+la+Madrid+firma.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKEkWA2ary91gbIIIXA8iSy0LkW12yqY4WfTG8YFadcSHBbLcYs8FrbMpVEMBiIpqesZhuBRfZfToeu3RfYdUJsLIhzPqi1fUeI_34HaEQAzDER0ufOE1rFghf8nDxW31xlsP1AxRYjBM/s1600/Poca+diligencia+infograf%C3%ADa+Miguel+De+la+Madrid+firma.jpg" height="640" width="552" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: 12.8000001907349px;">Infografía de Miguel De la Madrid a partir de publicidad de "Los Horgas"</span></td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Si, entre los
lectores de esta serie quedara algún buen aficionado al difunto género del
Oeste, sin duda estará al tanto de que en toda película de cierto empeño y
argumento interesante no puede faltar una diligencia. Siempre está en el lugar
oportuno para que luzca John Ford, para que suba John Wayne, para que ataquen
los indios, para llevar el correo, para traer al malo… para pasar por allí.
Pero pocas veces pensaron, tal vez, que esos mismos carruajes, y en años
parecidos, daban servicio muy lejos de las praderas del <i>Far West</i>. Por ejemplo en Avilés.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Y es que, por
seguir con la proximidad del símil, a la fuerza ahorcan. No había otra cosa y
con esos bueyes se tenía que arar. Y viajar. Hasta muy entrado el siglo XX, con
la generalización de trenes y automóviles, la diligencia o sus parientes
cercanos, carromatos, “barcos” o “galeras” eran el medio de transporte más
usado por aquellos que podían pagárselo. Otra cosa no podía caminar por carreteras
con firme de piedra partida, llenas de curvas, peraltes y desmontes realizados
con una tecnología arcaica y donde encontrar un puente era todo un
acontecimiento digno de festejo. Unos caminos que, en palabras del viajero
inglés Richard Ford, sólo eran aptos para “el carro de la Osa Mayor”.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Entonces
se viajaba a lomo de mulas o, como era muy frecuente, a pie, por endiablados
caminos que entretenían las horas y desesperaban el ánimo de los viajeros.
Hablar de carreteras sólo es posible a partir de la segunda mitad del siglo
XIX, antes ni siendo muy generoso se podría usar ese término. En esos años se
aprobó el reglamento del Cuerpo de Ingenieros de Caminos y la Ley de
Expropiaciones Forzosas y, al finalizar el reinado de Isabel II, en 1868, la
red nacional de carreteras, o algo parecido, ya tenía unas dimensiones
considerables. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;">Eran, en todo
caso, vías pensadas para transportar mercancías, que no procuraban ningún tipo
de comodidad a las personas. Como dejó escrito el siempre agudo Mariano José de
Larra, en los coches viajaban sólo los poderosos, los
carromatos y las acémilas estaban reservados a las mujeres de militares,
estudiantes y predicadores cuyo convento no les proporcionaba mula propia.
Nadie más viajaba. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;">Aún así, en el
Principado la diligencia no llegaba ni siquiera a
todas las cabeceras de los concejos, ni siquiera en el siglo XX. Sólo a los
sitios donde la rueda podía pasar. Los viajeros, siempre por necesidad, se las
arreglaban como podían. Quienes tenían caballería propia la usaban, y quienes
podían alquilarse una, lo hacían, bien fuese completa o “media caballería”,
compartiendo a ratos algún mulo de un arriero, libre de carga, con otro viajero.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;">Las diligencias, por tanto, dulcificaron sólo un poco un
ácido panorama, llevando pasajeros en sus diferentes departamentos, mejor o
peor colocados, según billete y posibilidades. La <i>berlina</i> era un departamento cerrado en la parte delantera, el <i>interior</i> iba en el centro del vehículo y
el <i>cupé</i>, delante de la <i>baca</i>. Ésta, en la parte superior, podía
habilitarse para transportar viajeros protegidos por toldos, entre baúles y cajas
de un equipaje que aportaban los viajeros de billete completo, que les permitía
transportar tres arrobas de peso por cabeza. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;">Eran vehículos
capaces hasta para doce viajeros, arrastrados por ocho mulas o entre dos y
cuatro caballos, con muda de tiros en función de la distancia recorrida.
Grandes carruajes, muy poco refinados, de cuatro ruedas, portezuelas laterales
o posteriores, asientos delanteros, y en baca, con una parte tapada con lona
para los equipajes, conducidos por un mayoral, un postillón y un zagal. Éste,
si el tiempo y la ocasión lo permitían, montaba el caballo delantero. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;">En tan duras
condiciones la paciencia se imponía, sobre todo en las grandes rutas. Por
ejemplo, para realizar un viaje de Oviedo a Madrid había que utilizar 120
caballos, en tiros sucesivos, 15 zagales, 5 postillones y un mayoral. Se
avanzaba a razón de <st1:metricconverter productid="40 kilmetros" w:st="on">40
kilómetros</st1:metricconverter> diarios, partiendo la jornada en dos, desde
la madrugada a la comida y después de ésta hasta la caída del sol.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Tómese esta descripción y aplíquese al
kilometraje entre Avilés y Oviedo, y se conocerán las condiciones del transporte
de viajeros en las diligencias del Avilés decimonónico, que movían al año no
menos de 10.000 viajeros (eran muchos más los que viajaban a lomo de mula o a
pie) y una cantidad no despreciable de mercancías. </span></div>
</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">La línea a la capital fue atendida, hasta
1866, por la empresa ovetense la <i>Unión
Asturiana</i>. Ancha era la ruta para ella, nadie la inquietaba y, ausente de
competencia, ponía los precios que tenía por conveniente. Pero ese negocio tan
libre se le acabó en diciembre de 1866, fecha en la que el empresario avilesino
Francisco Artime entró en el negocio poniendo en marcha una nueva empresa, la <i>Villa de Avilés</i>, con nuevas diligencias
y nuevos precios (18 reales en berlina y 14 en interior) que acabaron por
arruinar a la empresa ovetense que, no acostumbrada a la competencia, bajó los
precios para recuperar clientes hasta unos ridículos 4 reales. Fue cuestión de
tiempo que, con tan menguada recaudación, la vieja empresa acabase cerrando. Poco
tiempo después, a finales de 1867, una nueva compañía entró en la pugna de
precios y servicios. </span></div>
</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Realmente la competencia no se ventilaba
sólo en la bajada de precios, sino también en la comodidad y la velocidad del
viaje. Sobre lo primero, habida cuenta de las carreteras y del tipo de
carruajes que se manejaban, no había mucho que hacer, pero sobre lo segundo sí
que se intentó ganar terreno y minutos al reloj. El margen de maniobra era
escaso. Las diligencias de Avilés invertían, en los pocos kilómetros que separaban
a la villa de la capital, tres horas si el trayecto se hacía hacia Oviedo,
“subiendo”, y dos horas 45 minutos en el viaje de vuelta, “bajando”. En esos
quince minutos residía el único margen de mejora. </span></div>
</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Ustedes ya se hacen cargo de que esos
lejanos tiempos eran muy distintos a los de la actual Fórmula 1 de nuestros
desvelos. Aquí no había ingenieros, ni evolución de motores ni cambio de
neumáticos, ni siquiera un Fernando Alonso que echarse al pescante. La única
posibilidad de ganarle kilómetros al segundero y a la competencia consistía en tirar
de látigo. En hacer que el mayoral fustigara a las caballerías hasta la
extenuación. Y eso hacían, precisamente, a riesgo de mercancías y viajeros.</span></div>
</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">En peligrosa competencia, como en las
películas del <i>Ponny Express</i>, las
empresas de carruajes de Avilés intentaban atraerse a la clientela prometiendo
un viaje más veloz. Los mayorales despreciaban el reglamento de carruajes,
hacían sonar el látigo sobre las orejas y lo chocaban contra las grupas de las bestias.
Y las autoridades, como si lloviera, que era cosa que sucedía a menudo
embarrando el firme y mojando a los pasajeros dentro de las propias
diligencias, en las que, más de uno, hacía el viaje con el paraguas abierto.</span></div>
</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Un peligro. Hasta Lugones la carretera era
ancha, pero era una carretera de esas que les he descrito, primitiva, lenta y
traicionera. Lo dicho, peligro, mucho peligro tenían aquellos cocheros que se
exponían, por el beneficio empresarial, al perjuicio médico haciendo volcar los
coches en alguna ocasión. Todo por un mal cuarto de hora. De película.</span></div>
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<span style="font-size: large;">En fin, que, como
había pocas diligencias, los mayorales tenían que poner la mayor diligencia en
que su diligencia llegase antes que la diligencia de la competencia. Creo que
me han seguido. Al galope, claro.</span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 13.0pt; mso-line-height-rule: exactly; text-align: justify; text-indent: 19.8pt;">
<br /></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-30767563776267942942015-03-11T10:02:00.002-07:002015-03-11T10:13:18.652-07:00CASA PARA EL PRÍNCIPE<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBlknejuhmoWJRw0WCdxK7rfeLLEyDY2M6-cy9fGVaP2_70u3do2AxMhNpRBmp_DBscdAbL_ytJjug-Z4QFh9LEg8nnH0L5LWQq-tYGVT_kmU5hkvrWDXWvrF_GKMENi8v9RV3xz8GNIU/s1600/Casa+para+el+pr%C3%ADncipe+infograf%C3%ADa+Miguel+De+la+Madrid+firma.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBlknejuhmoWJRw0WCdxK7rfeLLEyDY2M6-cy9fGVaP2_70u3do2AxMhNpRBmp_DBscdAbL_ytJjug-Z4QFh9LEg8nnH0L5LWQq-tYGVT_kmU5hkvrWDXWvrF_GKMENi8v9RV3xz8GNIU/s1600/Casa+para+el+pr%C3%ADncipe+infograf%C3%ADa+Miguel+De+la+Madrid+firma.jpg" height="640" width="458" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Infografía: Miguel De la Madrid</td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> A principios del siglo XX
cualquier manual de hidroterapia que se preciase incluía un repertorio de
instrucciones para ejecutar con provecho los baños de mar, más o menos de este
tenor: “la inmersión en el baño ha de ser brusca y
total, procurando sobre todo mojarse bien la cabeza desde el primer momento, a
fin de evitar congestiones”. O, como sostenía el doctor Bataller y Contastí
para los que supieran nadar, “acercarse a la orilla y así que ve acercarse una
ola, entrar con denuedo en el baño sumergiéndose enteramente”. No por casualidad
los llamaban “baños de impresión”.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Tan impresionante ejercicio, sin
embargo, estaba reservado a muy pocos. No hacía mucho que la playa se había
inventado para el disfrute social y ocioso. Sólo los que tenían dinero y tiempo
para gastar eran clientes de los baños de mar. Una costumbre exclusiva en la
que los reyes de países diversos fueron la vanguardia y el modelo que todo
bañista de posición gustaba de imitar.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Si hubiera una clasificación de los
reyes más bañistas seguramente los Borbones estarían en los primeros puestos.
Siempre han sido monarcas de mucho viajar y mucho remojar. Empezando por Isabel
II, que puso en el mapa a la vieja playa de Pando de Gijón en 1858. Y eso era
precisamente lo que se les pedía, que hiciesen publicidad, que dieran ejemplo y
dieran lustre a una playa que quisiese atraer a bañistas elegantes que, por
imitación a los monarcas, dejasen sus hernias y sus cuartos veraneando en ese
mismo destino. Tener como turista a un rey aseguraba que toda una grey de viajeros
de orondas carteras haría crecer el lugar, dejando dinero y prosperidad en ese
negocio recién nacido. Algo así como lo que Marbella hizo, muchos años después,
con famosos de toda laya para proyectarse
como destino de la<i> “</i>jet set”<i> </i>internacional. Eso es lo que intentaron
las playas asturianas desde el siglo XIX.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Isabel II hizo lo que pudo por el
veraneo de Asturias, pero no fue capaz de nadar y guardar la ropa y eso la
llevó directamente al exilio al salir de los baños de Lequeitio, donde la
encontró la revolución “Gloriosa” de 1868. Así que nuestra región siguió esperando
por bañistas de sangre azul. Al menos hasta que Alfonso XIII, ya con el siglo
XX, empezase a frecuentar Asturias. A que su afición a los balandros lo trajese
a regatear a Gijón o su puntería a tirar al pichón en la finca de los marqueses
de Argüelles en la playa riosellana de Santa Marina. Asturias se estaba
colocando en una carrera en la que San Sebastián y Santander le sacaban varios
cuerpos de ventaja. Ellas acabaron conservando el veraneo de la Casa Real,
sobre todo cuando el palacio de la Magdalena se unió al donostiarra de Miramar
para convertirse en verdaderas cortes de verano entre 1913 y 1930.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> De los reyes no se podía esperar
otra cosa que viajes golondrina y muy poco chapuzón. Pero Asturias no desmayó.
Ofrecer casa al monarca era una vieja aspiración y, si no se podía con el rey,
al menos había que intentarlo con su hijo, aprovechando una ventaja estratégica
que sólo esta tierra tenía: el primogénito del rey, desde la noche de los
tiempos, era príncipe de Asturias.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Hacía tiempo que Gijón tenía un
proyecto como éste en sus oraciones, pero, en un esfuerzo supremo de decisión,
la comarca de Avilés dio un paso al frente, aprovechando la promoción que toda
la maniobra podría suponer para la playa de Salinas. En esos terrenos se podría
instalar un palacio que, como en Santander, se ofrecería luego al Príncipe como
residencia de verano. Pero esa tierra no le pertenecía a las olas, tenía dueño.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">En la
primavera de 1921 las fuerzas vivas más vivas del contorno se dirigieron al
propietario de las “perras” y de la playa, Louis Hauzeur, director general de
la Real compañía Asturiana de Minas. Le enviaron un mensaje firmado por los alcaldes
de Avilés y Castrillón, entidades diversas de ambos concejos y los directores
de periódicos de la comarca. La carta estaba llena de aplastantes evidencias
como que “es incomprensible que después de tantos siglos el Príncipe heredero
no tenga aquí su residencia, aunque no sea más que algunos días de verano”.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Aclarada la
intención faltaba ubicar el solar y se pensó en la península de Bellavista, en
Salinas, mirando, por un lado al mar y, por otro, a los pinares del dueño de la
finca. Para que todo fuese más tradicional y solariego, un palacio edificado con
la forma de una casona asturiana a todos les pareció la mejor idea. Serviría,
incluso, para sellar la vieja amistad entre los reyes de España y los de Bélgica.
Argumento, sin duda, definitivo para llegar al corazón del belga Hauzeur.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Se consiguió,
además, que el director de la fábrica de Arnao, Juan Sitges, sirviese de
embajador para presentar el proyecto a su jefe y, por aquello de aprovechar la
ocasión, le deslizase también el propósito de parcelar el frente de la playa de
Salinas para construir una urbanización de elegantes hotelitos mirando al mar,
que se verían muy mejorados en sus posibilidades turísticas y rentabilidad
inmobiliaria con la definitiva puesta en marcha, ese mismo año, del tranvía
eléctrico. Un proyecto, al que no le hacía ascos la Real Compañía, y que
llevaba años rondando por algunas cabezas y algunos despachos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Ya saben, la
vieja idea: se toma una playa con posibilidades, se le construyen chalés de lujo,
se la comunica bien y luego se llama a gente adinerada para que pase allí sus
horas ociosas del estío. ¿Qué no viene la gente? Se trae a otra gente más
importante para que dé ejemplo y también negocio y, si es la Casa Real, inmejorable.
No hay gasto, todo es inversión. Nada hay más alto ni más rentable en asuntos
de veraneo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Principiaba
abril del citado 1921 cuando el señor Hauzeur dio en contestar a la carta desde
París. Y le parecieron muy bien las ideas. La primera por la conocida “adhesión que la Real Compañía ha sentido,
desde su fundación, por los Reyes de España y el respetuoso y sincero afecto
que, tanto mis antecesores en la dirección de la Compañía, como yo, les hemos
profesado”. La segunda porque el señor Sitges ya se la había hecho saber, e incluso
le había adelantado un plano en el que se parcelaba la superficie de la playa
donde luego se construyó el paseo de Salinas.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Pero el
príncipe jamás llegó a Salinas. Su palacio se quedó sólo en el proyecto de un
cuento de hadas. No se edificó en Salinas ni tan siquiera en El Cervigón
gijonés, donde se repitió el intento tres años después con un proyecto del arquitecto
Manuel del Busto. No hubo el suficiente peso como para atraerlos. El veraneo
asturiano lo intentó todo para estar en primera división, pero no pasó de la
promoción, y allí se quedó. Los reyes no escucharon la súplica que, desde su
primer veraneo, Asturias les hizo con versos como estos:</span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">“¡Por Dios, non marchen d’aquí!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;"> ¡Faigan
aquí so morada!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Pos xente que los defienda<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Hayla per esta montaña<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Mas lleal y mas valiente<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Q’en dengun puntu d’España”.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Por breve tiempo, tal vez en un exceso de
entusiasmo, se imaginó en Salinas un palacio de cuento para un príncipe azul. Y
así fue al final: más cuento que otra cosa. Cierto es que el príncipe no se mudó
a esta comarca, pero, de todas formas, se empezó a edificar en la playa, según
planeaba la segunda parte del proyecto. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Comenzó así un
negocio inmobiliario que, cuarenta años más tarde, acabaría derivando en la
hormigonada silueta de los gauzones. Y ahora que hay cemento, falta arena…</span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-24229455043953363382015-03-03T11:39:00.003-08:002015-03-03T11:45:06.104-08:00BARBUDOS EN LAS MEANAS<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEie0MyjD3V0np85n1VXLTGkmKUccOx9B_MivBYZ1xeInP3Ymo_fKK8QvmqH0sIp4J2ch_kh5NhrBntG5-oWADLnLt1bsZnsXCUaTuvvkvpulO4pZOr3RXSyiK6alYpiQgeJfVaYqH-5KDM/s1600/Bollo+cubano+def2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEie0MyjD3V0np85n1VXLTGkmKUccOx9B_MivBYZ1xeInP3Ymo_fKK8QvmqH0sIp4J2ch_kh5NhrBntG5-oWADLnLt1bsZnsXCUaTuvvkvpulO4pZOr3RXSyiK6alYpiQgeJfVaYqH-5KDM/s1600/Bollo+cubano+def2.jpg" height="555" width="640" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Infografía: Miguel De La Madrid</td></tr>
</tbody></table>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">La tarde del 7
de enero de 1959, bajo la placa de la calle Cuba, se concentró de manera
espontánea una pequeña muchedumbre con ganas de celebración y de jolgorio. Como
en Madrid y como en otros lugares de España, corrió el Bacardí, se bailó y se
entonó <st1:personname productid="la Bayamesa" w:st="on">la Bayamesa</st1:personname>,
himno cubano que sirvió de tema a la improvisada masa coral que daba servicio
al baile.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Se
sabía que el dictador Fulgencio Batista había huido a Santo Domingo y que Fidel
Castro entraría en <st1:personname productid="La Habana" w:st="on">La Habana</st1:personname>
como Caudillo vencedor al frente de sus “barbudos” de Sierra Maestra. En el
mundo entero el asunto fue seguido y contado como una hazaña épica, como una
guerra romántica. Los justicieros contra la tiranía.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> En
España la cosa tenía otra dimensión añadida. Desde que la flota del Almirante
Cervera, despedazada por los obuses <i>yankees</i>,
sirviera de arrecife a los peces, en todo el país la perdida de Cuba se sintió
como una amputación. En pocos lugares como Asturias, en pocos como Avilés donde
esa amputación era real. Cuba fue durante mucho tiempo España. Aquella parte de
España a la que iban a medrar los rapaces que no podían vivir con lo poco que
la madre Asturias tenía para repartir. El lugar en donde, vomitados de las
bodegas de los barcos, salían guajes asustados y dispuestos a comerse el mundo.
Un nuevo mundo que, en la mayoría de los casos, se volvía contra ellos y acababa por devorarlos, perdidos en un
emporio comercial de unas proporciones que, por aquí, no se podrían ni soñar. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Muchas
familias se repartieron a ambos lados del Atlántico. A mediados del siglo XX
los descendientes de la semilla española plantada en masa desde mediados del
siglo XIX llamaban con la voz de la misma sangre. Todo lo de Cuba era cercano.
Todo amable. En las conversaciones, en la imaginación y en el corazón de muchos
avilesinos Cuba estaba próxima. Siempre lo había estado. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Cuando el
estallido revolucionario se convirtió en algo como para ser tenido en cuenta,
corría por aquí que la situación de la mayor de las Antillas Mayores había
llegado a ser insostenible. Se contaba que la injusticia económica la había
doblegado hasta ser un satélite de los intereses norteamericanos que
controlaban el 90% de las minas, el 40% de la industria azucarera, el 80% de
los servicios públicos, el 50% de los ferrocarriles y la industria del
petróleo, casi todas las haciendas y todas las vidas de los cubanos que sólo se
reservaban para sí el 16% de los terrenos agrícolas. La mitad de las industrias
estaban en <st1:personname productid="La Habana" w:st="on">La Habana</st1:personname>,
en el resto, las decisiones estratégicas, y hasta las reparaciones de
maquinaria, se hacían desde el extranjero. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Cuba, en 1958
el primer país iberoamericano en número de automóviles o electrodomésticos en
relación a sus habitantes, la Cuba de los contrastes, vivía postrada, sirviendo
a unos intereses que no se correspondían con los de todos los cubanos. Su
silueta de fornido caimán no era más que el pastel que se repartían los hombres
de negocios del Norte, con la mano temblorosa de Hyman Roth en la inmortal
escena de <i>El Padrino II</i>. Lo escribieron
Eduardo Galeano y René Dumont, entre otros.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Parecía una
causa justa la de Fidel y los suyos. Generó tal cantidad de informaciones, un
seguimiento tal, que acabó convirtiéndose en un asunto cotidiano, con mucha
gente a favor. Se contó muy bien, y las venturas y desventuras fueron gestas
expandidas como una mancha de aceite. Los últimos románticos, los héroes del
pueblo, los luchadores de la libertad…tantas marcas y tantos tópicos puestos a
producir.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Siempre que se
tiende a acabar con un viejo y decadente estado de cosas quien se embarca en la
empresa tiene, además del beneficio de la duda, la ventaja del recién nacido. Sus protagonistas eran grandes seductores de
masas, protegidos por el paraguas de una empresa que caminaba con las velas
hinchadas cubriendo a gran velocidad todas las singladuras hasta llegar al
primer día del año 1959.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Entonces
las alturas eran históricas y las bravuras como un sol, los comandantes llevaban
barba y fumaban cigarros habanos. Muy normal que, en la distancia, prendiera la
épica de un empeño, el de aquellos combatientes del monte, que consiguió la
simpatía internacional. Parecían bandidos buenos. Robines de los tropicales
bosques cubanos que entraron en la misma Habana como caudillos triunfadores,
jaleados por el pueblo redimido. Como si fuera cierto que las utopías, por más
complejas que resultaran, por más ideales que fueran, tenían su oportunidad en
el mundo tangible para hacerse finalmente realidad.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><b> </b>Mas todo iba a
gran velocidad.<b> </b>En poco tiempo los asuntos
de Cuba dieron un giro notable. A la misma velocidad que el retrato del Che
Guevara se convertía en un icono de masas vendido por el capitalismo para hacer
caja, la revolución cubana le ponía la proa a Occidente. En aquel mundo sólo se
podía estar en uno de dos bloques. Los vencedores de la revolución eran, valga
la redundancia, revolucionarios, y se comportaron como tales. Demostraron a los
dos mundos que para hacer su tortilla romperían todos los huevos que fueran
necesarios.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Fidel Castro,
el hijo del gallego, ya era primer ministro en febrero de 1959. En 1976 ya
estaban concluidas las reformas necesarias para asegurarle el control de todos
los poderes del Estado. Por el camino no encontró el acuerdo necesario con
Estados Unidos y acabó asomando la cabeza por debajo del Telón de Acero. Desde
allí empezaron a llegar alimentos, dineros, armas y la seguridad de poder
sobrevivir en el mismo patio trasero del Tío Sam mucho más tiempo de lo que
nadie pudiera imaginar.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Pero el patio
no dio para todos. No hubo casa para tanta gente. Y muchos cubanos con raíces
españolas, que habían trabajado durante generaciones, acabaron saliendo de la
isla con lo puesto y sin otro capital que un doloroso recuerdo que les
perseguiría cada día de su vida. Con la rabia por lo perdido, la perplejidad
por la manera de perderlo y las lágrimas en los ojos empañando los recuerdos de
toda una vida tirada a la basura. La nueva Cuba, la del 90% de industrias y el
70% de los terrenos agrícolas nacionalizados, no tuvo sitio para ellos, pero ellos
no la olvidaron jamás. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Era el corazón,
que siguió latiendo para siempre enterrado en tierra cubana, con un cuerpo que
no tuvo más remedio que cruzar el Atlántico como hicieran los abuelos tantos
años atrás. El mismo viaje, el mismo mar, pero navegando en sentido opuesto. Un
retorno forzado, que dejó marcada a fuego la fecha de cuando salieron de Cuba. Parecía
que, en una marcha precipitada, alguien había abandonado un tocadiscos con un
disco sin fin de Luis Aguilé.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Una historia
muy larga, de separaciones para familias y personas, de héroes y villanos que
intercambian sus papeles según quien la cuente, en un mundo que llegó a caminar
al borde del abismo. Una historia que parece tornarse en estos tiempos con el
inesperado acercamiento de las autoridades cubanas y norteamericanas y el
olvido de aquellos primeros años. Quién lo iba a pensar.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">
<span style="font-size: large;">Todo eso que, quienes
bailaban con júbilo aquel día de enero en Avilés, no podían sospechar. Vino
después. Los Reyes Magos les habían traído juerga a los de la calle de Cuba, la
fiesta más sana. Pero todo baile ha de tener un final.</span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Como
dice la guaracha de Carlos Puebla: llegó el comandante y mandó a parar. </span><br />
<span style="font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-size: large;">Publicado en La Nueva España, 1-III-2015.</span><br />
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-4192019192084340159.post-64986955949076569342013-02-06T11:25:00.000-08:002013-09-16T02:32:13.108-07:00LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ASTURIAS<br />
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi56h_xE1pEEhGInlTYw95wyy1EjFOqa-LEaHe1eTM5jNpbNXJy9xLnf2ST9wHupndPJOugkdEVdVcGoCW0KZNAWYqVozct4q0KWQKeq-CoLpvfHShmbV-HXYP9ojiZYzrL9oQshHHaG7I/s1600/la+importancia+de+llamarse+Asturias+blog+copia.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi56h_xE1pEEhGInlTYw95wyy1EjFOqa-LEaHe1eTM5jNpbNXJy9xLnf2ST9wHupndPJOugkdEVdVcGoCW0KZNAWYqVozct4q0KWQKeq-CoLpvfHShmbV-HXYP9ojiZYzrL9oQshHHaG7I/s640/la+importancia+de+llamarse+Asturias+blog+copia.jpg" width="572" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: 12pt;"> Famosa tarjeta postal con la entrada a <st1:personname productid="la Provincia" w:st="on">la Provincia</st1:personname> de Oviedo por
Pajares, completa con una infografía de Miguel De <st1:personname productid="la Madrid." w:st="on">la Madrid.</st1:personname></span></td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.15pt;">
<b><br /></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.15pt;">
<b>El primer intento para que <st1:personname productid="la Provincia" w:st="on">la Provincia</st1:personname> de Oviedo, la
de los documentos, pasase a ser Asturias, la de los corazones.<o:p></o:p></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.15pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
Jamás ha existido una comunidad humana si no hay nombre que
la llame. Asturias, el nombre, nació a la escritura al menos en el siglo VIII.
Se supone que a las mentes y a los corazones ya había nacido antes. Por eso las
cosas que se cuentan en este artículo vienen de lejos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
Acerquémonos un poco. Hasta 1833. Por entonces una reforma
administrativa cambió los lindes y hasta los nombres de los territorios de
España. La respaldó un Real Decreto de 30 de noviembre, firmado por el ministro
de Fomento, Javier de Burgos. Se trataba de romper con el Antiguo Régimen, con
sus servidumbres y ataduras a través de una nueva estructura territorial,
geográfica y política. Con él nacieron la provincia y su órgano electivo: <st1:personname productid="la Diputacin. Ambas" w:st="on">la Diputación. Ambas</st1:personname>
han desaparecido ya a este lado del Pajares, pero entonces tuvieron una gran
importancia. Asturias no se llamó de esta vieja manera, sino Provincia de
Oviedo. Los papeles pudieron sobre los sentimientos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
Hasta aquellos momentos España era un Estado débil en su
idea y en sus mecanismos administrativos. Después de las provincias, el
centralismo y la uniformidad cultural ganaron enteros, aunque en realidad la mayor
fortaleza fue de las mismas provincias y no del Estado. España era una suma de
estructuras locales con unas diputaciones en las que se jugaban las influencias
de los señores del territorio, maduradas en interminables tardes de casino. Solares
de caciques. Poblachones con guarnición militar, escuela, hospital, hospicio,
funcionarios y, en el mejor de los casos, terminal de ferrocarril, que
organizaban la vida comercial del territorio. La capital lo era casi todo. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
Siendo Oviedo indiscutida capital, todos sabían, y sentían,
que el resto del territorio no se podía representar solamente con ese nombre.
Que no era suficiente con las líneas rojas de los atlas, las que se chapuzaban
en el mar o ascendían a los montes de planas cartografías. Que desde el Eo al
Deva y desde el Cabo Peñas a los Picos de Europa había mucha tierra, mucha mar
y mucha gente que caía a las afueras de Oviedo. Aunque así pasaron casi cien
años.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
No parecía la dictadura de Primo de Rivera el momento más
propicio para dar pábulo a las ambiciones regionalistas. Había nacido, entre
otras cosas, para aplacar las ansias de los ya muy influyentes nacionalismos
periféricos, especialmente el catalán. Pero fue muy poco antes de la llegada
del General cuando el regionalismo se despertó en Asturias.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
Este movimiento había aflorado con fuerza en toda España
tras <st1:personname productid="la Primera Guerra" w:st="on"><st1:personname productid="la Primera" w:st="on">la Primera</st1:personname> Guerra</st1:personname>
Mundial. Desde posturas conservadoras, en nuestra región se intentaron algunos
experimentos como <st1:personname productid="la Liga Pro" w:st="on"><st1:personname productid="la Liga" w:st="on">la Liga</st1:personname> Pro</st1:personname> Asturias
de Nicanor de las Alas Pumariño o <st1:personname productid="la Junta Regionalista" w:st="on">la Junta Regionalista</st1:personname>
de su competidor Juan Vázquez Mella, capaz de agrupar sectores ultraconservadores
e incluso carlistas. En 1918 se publicaba la “Doctrina asturianista”. Dos años
después, la creación del Centro de Estudios Asturianos tuvo gran repercusión con
su labor de investigación sobre temas de la tierra. Eran buenos momentos para
la causa regional. Ese sentimiento fue hábilmente utilizado por el aparato de
la dictadura de Primo de Rivera, refugiada tras el nacionalismo carbonero. El
carbón era nación. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
Todos estos elementos nos llevan al Avilés de los años
veinte. Allí el poderío de José Manuel Pedregal y el Reformismo se tradujo en
un acercamiento al regionalismo. Desde el 5 de enero de 1919 el viejo Centro
Instructivo Republicano Reformista, quedaba sustituido por un Centro
Democrático Regionalista, “siempre dentro de la unidad de <st1:personname productid="la Patria" w:st="on">la Patria</st1:personname>”. Los gestos eran
importantes; las palabras más aún, y el ayuntamiento de Avilés decidió realizar
un gesto que tenía mucho que ver con las palabras y con lo que ellas nombraban:
adoptó un acuerdo para pedir que fuese sustituida la denominación “provincia de
Oviedo”, por la de “provincia de Asturias”. Era abril de 1926.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
Fue una iniciativa de gran repercusión. Se fundó en “razones
históricas, de tradición y de propiedad de nombre, por expresar la palabra
‘Asturias’ sin equívocos ni restricciones de ningún género, la totalidad
geográfica de la provincia, y ser aquel el nombre con que ésta es conocida en
España y fuera de ella”. Se elaboró un documento y fue enviado a todos los
ayuntamientos de Asturias para que pudiesen apoyar la propuesta dirigiéndose a <st1:personname productid="la Diputacin." w:st="on">la Diputación.</st1:personname><o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
Los localismos y la opinión publicada se movilizaron de
inmediato. El diario “Región”, como periódico de Oviedo, no podía manifestarse
abiertamente a favor de que el nombre de su ciudad desapareciese de la más alta
nominación de la región. Pero, como periódico asturiano, no podía oponerse
frontalmente a que el nombre común de su tierra pasase a ser el nombre propio
aceptado por todos. Que fuese Avilés la ciudad encargada de hacer la propuesta
era lo que más dolía. Aquí basó el periódico ovetense una campaña de casi una
decena de editoriales. Estaban de acuerdo con la propuesta, pero en desacuerdo
con el proponente. Atizó una polémica localista con la excusa de una polémica
regional. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
En ese momento el asunto era ya de interés general y lo
trataban todos los periódicos de Oviedo, Gijón y Avilés. Además, numerosos
ayuntamientos habían respondido afirmativamente al llamamiento del avilesino:
Aller, Amieva, Boal, Cabranes, Candamo, Castrillón, Castropol, Colunga,
Corvera, Degaña, El Franco, Gijón, Gozón, Illano, Illas, Langreo, Luarca,
Llanes, Muros de Nalón, Nava, Noreña, Peñamellera Alta, Siero y Villaviciosa.
Es decir, sólo los que habían respondido directamente suponían casi la mitad de
la población asturiana. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
A ellos se sumó, y cursó petición formal, el Centro Asturiano
de Madrid, con el simbólico peso de la diáspora, siempre dispuesta a estar en
Asturias “en todas las ocasiones”. El pleno de <st1:personname productid="la Diputacin" w:st="on">la Diputación</st1:personname> acordó pedir
al gobierno el cambio de nombre en acuerdo tomado el 24 de junio de 1926.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
Parece un asunto sin importancia, sobre todo teniendo en
cuenta que <st1:personname productid="la Provincia" w:st="on">la Provincia</st1:personname>
de Oviedo sobrevivió a este movimiento muchos años más, hasta que acabó
entregando sus municipios y territorios a la comunidad autónoma que, con el
nombre de Principado de Asturias, nacía con su Estatuto de Autonomía en 1981.
Parecía, digo, un asunto de poca importancia en 1926, pero tenía mucha. La tuvo
para Asturias y la tuvo para Avilés, que se situó a la vanguardia de causas que
parecieron de la mayor trascendencia en toda la provincia. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
En nuestro presente tan crítico Asturias divisa un futuro
incierto. Es cuestión económica, pero también de identidad. Con la economía se
van por el sumidero parte de los rasgos propios del pasado. Desaparecen con la
retirada de viejas actividades productivas; la minería, por ejemplo. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
Dentro de ese escenario se mueve Avilés, ciudad que perdió
un día su identidad y encontró otra en una nueva actividad económica, que después
perdió también. Una villa que lleva décadas alejada de los centros de decisión,
aunque en ellos se decidan sus destinos. No viene mal, por tanto, recordar
algún momento, como éste de 1926, en que Avilés marcó el paso a las iniciativas
de la sociedad y de la identidad asturianas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
Hoy, más que nunca, sigue siendo importante seguir
llamándose Asturias.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
Publicado en <i>La Nueva España</i>, 1-VII-2012.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.15pt;">
<br /></div>
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